En el museo naturales

En el museo de ciencias naturales, el científico Fabricio Resler preparaba un extraño amuleto maya para una exposición. En ese momento, comienza a sentirse mal y pierde el conocimiento, y cuando se despierta el amuleto ya no estaba.

Para comprender lo sucedido, debemos remontarnos al pasado.

Resler, un científico entrado en años, de escasos cabellos de color gris debido al paso del tiempo, había dedicado su vida a estudiar las culturas mesoamericanas, y sobre todo a las culturas mayas y aztecas, a las cuales les dio los mejores años de su vida.

La exposición que se preparaba, era el trabajo que daría cierre a una vida de aventuras en medio de las selvas a las cuales había acudido en busca de aventuras, con el fin de develar esos misterios escondidos y olvidados por muchos. Los misterios de las culturas que en tiempos pasados vivieron y forjaron civilizaciones y hoy desaparecidas, tapadas por el polvo del tiempo, ese tiempo implacable que sigue su curso sin detenerse y sin tener la más mínima contemplación de piedad por nadie.

 En estos viajes de aventuras, nuestro protagonista, fue testigo del descubrimiento de lugares enterrados por la selva que se había devorado todo a su paso, después de haber sido abandonados a su suerte.

Es en una de estas expediciones, en medio de la selva mas oscura, impenetrable y lúgubre, donde descubre  una pirámide no muy grande, hasta podríamos decir que era una suerte de broma, dejada adrede, con el fin de despistar o desviar a los intrusos, es más, casi que podría pasar desapercibida al ojo humano, pero no escapa al ojo del cazador de historias, quien la ve como por casualidad, cuando en un momento en que el grupo expedicionario que lo acompañaba, cansados y agobiados por el calor húmedo y por los insectos molestos, deciden hacer un alto al intento de atravesar la espesa vegetación.

 Es en ese momento en la vida de Resler, donde descubre una antigua tumba, la cual era la entrada a un recinto dedicado a los reyes de una dinastía perdida y hasta ese momento ignorada, dentro del recinto se encontraron varios sarcófagos de piedra rústicamente labrados, e intactos, sin presentar indicios de profanación. Lo cual agregaba mas adrenalina y emoción al descubrimiento, ya que en la mayoría de hallazgos casi siempre llegaban tarde, y tan solo quedaban rastros de destrucción y saqueos, todo producto de la condición codiciosa de la raza humana.

Dentro de los hallazgos arqueológicos se pudieron recuperar una serie de distintos ornamentos funerarios y de objetos que los difuntos podrían necesitar en el cruce hacia la otra vida, en su mayoría confeccionados con el reluciente metal que seduce a todo aquel con quien se cruce, es decir con oro, y acompañados de distintas piedras preciosas como las turquesas o las esmeraldas.

Pero lo mas llamativo del lugar era una tumba a la entrada, la cual no pertenecía a ningún miembro de la realeza, sino que era la tumba de un guerrero, el cual en vida tuvo muchas victorias a su haber, y debido a esto fue sacrificado por un sacerdote, a pedido de la ultima reina que fue a ocupar un lugar allí, y su propósito era el de cumplir la función de guardián del recinto sagrado.

Dentro del sarcófago del guardián, se encontró el esqueleto de huesos amarillos, desgastados por el tiempo, acompañado de una serie de armas rudimentarias, pero mortales en manos de guerreros de aquella civilización…sobre su pecho descansaba un collar cubierto de polvo, hecho  de piedra, huesos humanos y enormes colmillos de distintos animales, y en cuyo extremo se encontraba una suerte de medallón, como si se tratara de las condecoraciones que ostentaba el  rango del guerrero, dicho collar  el cual solo parecía un simple ornamento fue archivado y olvidado , hasta el día en que el  ahora casi retirado cazador de aventuras comienza a trabajar en la exposición de su vida.

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