Estado De Bienestar
Marilu_1127 de Octubre de 2013
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Sus principales características para:
Latinoamérica hasta 1970: Los antecedentes del Estado de Bienestar vienen desde muy lejos, pero se han desarrollado extraordinariamente después de la Segunda Guerra Mundial en Europa Occidental. Es durante el período comprendido desde la segunda posguerra hasta principios de la década del setenta cuando se consolidan los Estados de Bienestar. El impacto de la crisis de principios de los años 70 se expresa en América Latina como un freno muy fuerte del crecimiento económico y da pie a la imposición de un mecanismo de redistribución negativa del ingreso. El relanzamiento del capitalismo en América Latina, suponía una redistribución del ingreso negativa muy fuerte. Y es por eso que en las décadas del 70 y parte de los 80 hubo en América Latina tantas crueldades, tantas represiones, tantas dictaduras. Porque era necesario, para la perpetuación y el relanzamiento del sistema, desactivar una cantidad de mecanismos y dispositivos que habían sido históricamente desplegados y aplicados en las décadas anteriores. Y vino, en consecuencia, la necesidad de reformular la forma estatal. Y, para ello, la necesidad de un nuevo dispositivo de seguridad interno, que hiciera posibles unos mecanismos represivos que permitieran el desmantelamiento de los derechos y las garantías existentes, el vaciamiento del sistema educativo que había cumplido un papel tan importante con anterioridad y las privatizaciones generalizadas de partes enteras del estado que tenían cierta rentabilidad y que son prácticamente regaladas a las grandes corporaciones nacionales e internacionales a efectos de poder reconstituir una nueva alianza o un nuevo pacto. Todo esto se hace también, al igual que en el resto del mundo, bajo la crítica del Estado de bienestar, bajo la ideología de las políticas económicas neoliberales, bajo el proyecto cultural de la postmodernidad. Los efectos que tiene todo esto en América Latina, hoy perceptibles, son francamente devastadores: desocupación, pérdida de calidad de los empleos, urbanización desbordante transformando a las grandes ciudades que hoy tenemos en América Latina en escenarios inimaginables en la anterioridad. En general, una muy fuerte disminución de la calidad de vida. Este tipo de Estado asumía la obligación de suministrar asistencia y apoyo a aquellos que sufrieran necesidades y reconocía formalmente el papel de los sindicatos en la negociación colectiva y en la formación de los planes públicos.
Europa hasta 1970: Es difícil determinar los orígenes de la política social europea. Antes del comienzo de la I Guerra Mundial, se crearon en Gran Bretaña las pensiones para ancianos, las comidas escolares y el primer plan de seguridad social.
Para entonces, también había llegado a gran parte de Europa una tupida red de servicios locales y municipales de salud, vivienda y prestaciones sociales.
El “Estado de bienestar” surgió en Gran Bretaña, a principios de la década de 1940. Los sistemas de asistencia social nacionales sustituyeron a menudo planes de asistencia cooperativos, de empresa o de los trabajadores, al mismo tiempo que ampliaban la cobertura territorial, socioeconómica y profesional.
Dada la amplia presencia institucional de los Estados de bienestar en Europa, vale la pena analizar si pueden ofrecer alguna “lección” al mundo en desarrollo. Hay dos tipos de lecciones posibles: los modelos de actuación en materia de política social que hay que seguir o evitar y las formas de análisis de esta política que contribuyen a abordar problemas sociales emergentes.
En Europa, nos encontramos la existencia de diferentes “regímenes de Estado de bienestar” :
• Liberal: Reino Unido e Irlanda.
• Socialdemócrata: los países nórdicos.
• Continental: Alemania, Francia, los países del Benelux y Austria.
• Meridional: Italia, España, Portugal y Grecia.
Por tanto, Europa no es homogénea y sus lecciones son plurales.
Estados Unidos hasta 1970: Entre fines de la década de 1960 y principios de 1970 los Estados Unidos comenzaron a experimentar una crisis que abarco varios aspectos de su sociedad. Norteamérica se convirtió en el motor de la economía mundial, a través del crédito privado que financio la reconstrucción de los países devastados por la guerra. La preponderancia Norteamericana se basó en dos ejes, su tecnología, que le brindaba enormes ventajas en productividad, y el apoyo político militar a sus inversiones en el extranjero. En los beneficios generados por las corporaciones norteamericanas, y como consecuencia de lo anterior, la expansión militar fue un factor fundamental. En este sentido se puede decir que la economía norteamericana se basó, durante este periodo, en una economía de guerra permanente, “que tuvo su justificación política ideológica en la Guerra Fría”. Por otra parte, en el ámbito interno, el gran acuerdo de posguerra entre Capital y Trabajo, mediante el cual “los sindicatos habían de ayudar a mantener el orden y la disciplina de la mano de obra y las empresas a retribuir a los trabajadores con una parte del aumento de los beneficios generados por el aumento de la productividad, con una mayor seguridad de empleo y con una mejora de las condiciones de trabajo”. Este modelo de acumulación comenzó a mostrar síntomas de desgaste en la segunda mitad de la década de 1960, para ingresar en un periodo de crisis estructural durante la década de 1970. En primer lugar la acumulación capitalista basada en una economía de guerra permanente generó una deformación de la economía que resulto un deterioro comparativo de otras ramas industriales vinculadas con el consumo civil que perdieron capacidad competitiva frente a las industrias de Japón y los países de Europa occidental. Por otra parte el acuerdo Capital- trabajo comienza a mostrar también signos de erosión y comienza a ser cuestionado por los trabajadores frente a las presiones del capital por aumentar la productividad. La disminución de la “inseguridad material” entre las nuevas generaciones de trabajadores y el bajo nivel del desempleo estimularon esta resistencia que se manifestó de manera espontánea y genero un aumento en el costo del trabajo originando un descenso en la rentabilidad. En otro orden de cosas la hegemonía política estadounidense a nivel mundial también se encontró debilitada, la derrota en la guerra de Vietnam fue en cierta forma un punto de inflexión en este sentido generando una situación en la que Estados Unidos perdió capacidad real de respuesta frente a diferentes ofensivas provenientes del tercer mundo, tales como la decisión de los países exportadores de petróleo ( organizados en la OPEP) de elevar el precio del crudo, factor que por otra parte profundizo la crisis económica, o diferentes movimientos revolucionarios que amenazaban los intereses norteamericanos en distinto lugares del mundo. Durante la década de 1970 se asiste a una ofensiva de la clase dominante por mantener la tasa de ganancia, “la política contractiva fue independiente de la administración Demócrata o Republicana que se encontrara en el poder efectivo. La década de 1970 es de estanflación y represión porque la realidad fue una sola: disciplinar al trabajo, reducir niveles salariales reales, aumentar la productividad, en suma, aumentar la tasa de ganancia sin importar las consecuencias mediatas e inmediatas para la economía real”. De todas maneras estas políticas se manifestaron insuficientes y no lograron revertir crisis del modelo de acumulación. En 1981 asumió la presidencia R. Reagan con el apoyo de los sectores más poderosos de la economía norteamericana y las corporaciones multinacionales para llevar adelante una reforma estructural del patrón de acumulación que permitiera detener la crisis económica y frenar el deterioro del poder estadounidense en el ámbito internacional. En principio se consideró necesaria una reestructuración económica que abandone los principios del keynesianos, una vuelta a los principios del libre mercado a partir de una reducción de las actividades estatales que distorsionaban el libre juego del mismo, una profunda desregulación de la economía. Esto fue acompañado por una política de restricción monetaria, lo que resulto en un marcado incremento de las tasas de interés. El supuesto objetivo de estas medidas era dinamizar la economía y la reducción del déficit fiscal. En realidad el resultado fue un déficit fiscal elevadísimo. La recuperación económica inicial del periodo se basó en una demanda estimulada por déficit fiscal de 200 mil millones de dólares y un presupuesto militar de 600 mil millones de dólares, el cual aumento entre 1980 y 1985 un 51 %, representando el 27% del presupuesto nacional. En este sentido se puede sostener que aumentaron y cambiaron las características de la intervención del Estado en la economía con el objetivo de superar la crisis. Por otra parte la ya mencionada suba de las tasas de interés junto con la desregulación del sistema financiero fue funcional a los fines de captar capital internacional para reconvertir a la economía norteamericana. Siendo que se consideraba como problema de fondo la falta de competitividad de la industria en relación con la japonesa o la alemana, la “política de reconversión estructural (neoclásica) debía ser acompañada con una política de reindustrialización”. Esta última apunto a favorecer el desarrollo de sectores industriales (vinculados principalmente con los productos de alta tecnología y la industria de armamentos) mediante la implementación de avances científicos y técnicos que resultaron
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