Etnografia
jeferpsique30 de Mayo de 2013
4.062 Palabras (17 Páginas)274 Visitas
OBSERVADORES Y OBSERVADOS:
LA ETNOGRAFÍA COMO JUEGO
DE REPRESENTACIONES
Mónica Espinosa
Benjamín Jacanamijoy
Abstract
La ponencia desarrollará tres aspectos de una discusión de larga duración en antropología social: /a representación de los observados. En primer lugar, se hará un recuento de la trayectoria que ha tenido en antropología esta discusión, hasta el surgimiento de la "antropología reflexiva" y lo que se ha conocido como la "crisis de la representación" y la "antropología posmodema". Enunciado este contexto histórico, en segundo lugar se mostrará el desarrollo de una metodología cualitativa de investigación en Colombia, como parte del Programa "Observatorio de Convivencia Étnica". Y, en tercer lugar, se hablará del desarrollo de esta metodología en el seno de una investigación en la que participan conjuntamente antropóloga e indígena, para concluir proponiendo una discusión sobre la generación de la información etnográfica y los textos como parte de un juego de representaciones.
OBSERVADORES Y OBSERVADOS: LA ETNOGRAFÍA COMO JUEGO DE REPRESENTACIONES
Con esta representación queremos mostrar lo que significa la interacción etnográfica a través de dos voces: la de observadora y la de observado. Como observadora voy a referirme a la antropología y algunas de sus discusiones, de manera que pueda mostrarles cómo concibo mi interacción con Benjamín.*
La antropología surgió como posibilidad científica de comprender y analizar los modos de vida de sociedades diferentes a la "occidental". El virtuosismo del antropólogo estaba dado por su capacidad de penetrar en el punto de vista de los observados, es decir, conocer su vida por dentro, sus ideas, sentimientos y representaciones colectivas. Boas y Malinowski idearon a principios de siglo una estrategia de investigación social conocida como método etnográfico. Incluía el trabajo de campo como proceso decisivo para observar, compartir y participar en la vida cotidiana de la gente, la convivencia prolongada, el aprendizaje de la lengua vernácula, el registro de la experiencia a través del diario de campo, donde se combinaba la anotación de observaciones directas con la de sensaciones y percepciones del propio investigador, la descripción de la cultura de "la materia al espíritu", las entrevistas largas y a profundidad, la delimitación de taxonomías y la documentación estadística de los casos a analizar (Véase: Arocha 1991, Pineda 1987).
Tanto uno como otro pasaron algunos años de sus vidas compartiendo con gentes distantes culturalmente, para luego regresar y 'traducir' a nuestros códigos esas culturas. Con el tiempo el estudio de las diferencias y de las semejanzas culturales, en el pasado y en el presente, se convirtió en la base de esta disciplina. Quienes hemos hecho parte de ella hemos vivido con intensidad un proceso de conocimiento que es a la vez personal e impersonal; nos hemos debatido entre ser científicos que generamos información cultural y amigos de quienes estudiamos, entre ser discípulos y ser testigos, entre el cuestionamiento de nuestra identidad y el reconocimiento de la otredad; por eso se dice que la antropología es un proceso de oscilación (Bateson M. 1989:142, Arocha 1991:46).
Y, ¿cómo logra el antropólogo acceder a la visión del otro?, ¿de qué manera 'traduce' dicho proceso de conocimiento al lenguaje científico y lo valida?, o en otros términos, ¿realmente logra aprehender el punto de vista del otro?, ¿es su etnografía una traducción?, ¿qué papel juegan sus expectativas, sus propias representaciones e ideas en la interacción etnográfica? La noción del antropólogo como traductor se ha ido transformando hacia la del antropólogo que interpreta y hace juegos de representación, o la de "observador/constructor/actor" (Véase Fried'1994).
Pero para llegar aquí se ha recorrido un largo camino. Luego de abiertas las bases del método etnográfico, hay una proliferación de investigaciones en diferentes puntos geográficos. En 1950 surgió en norteamérica un movimiento consagrado a hacer más rigurosos los criterios de descripción y análisis etnográfico. La 'Nueva Etnografía', como se llamó, se inspiró en técnicas de la lingüística desarrolladas por Kenneth Pike. Este investigador formó las voces 'etic' y 'emic' a partir de los sufijos de los términos phonetíc (fonético) phonemic (fonémico). Mediante unas taxonomías, la fonética genera información y análisis lingüístico sin que sea necesaria la validación del hablante de la lengua estudiada. En contraste, la fonémica se basa en la delimitación de unidades de significado cuya identificación sólo es posible con el concurso del hablante (Véase Harris 1985).
Esta distinción se integró al método etnográfico. H investigador debía explicitar si apelaba a operaciones 'némicas' (voz españolizada) en la selección e interpretación de una información, es decir, si el juez último de este proceso había sido el informante; entonces se producía información real y significativa para él. En cambio, si apelaba a operaciones 'néticas', el juez último de dicho proceso había sido el científico y se producía información significativa para él. Esta tendencia a producir en términos del 'hablante' la selección e interpretación de la información etnográfica, marcó toda una comente. Aunque se podría asociar lo nético con lo objetivo y lo némico con lo subjetivo, Marvin Harris (1985:46), uno de los propulsores de este enfoque, aclaró que adoptar un punto de vista nético no equivalía a ser objetivo, del mismo modo que la subjetividad no consistía en adoptar un punto de vista némico. Mientras el investigador hiciera uso de conceptos inacabados, implícitos o 'sobreentendidos', los fenómenos delimitados, fueran némicos o néticos, serían subjetivos (Arocha 1991:52). Pero para Harris (1985:51) la meta de una etnografía sería lograr explicar lo némico en función de lo nético, lo que no quería decir convertir lo uno en otro.
Esta postura estaba enfrentada a la de quienes consideraban la némica no sólo irreductible a la nética, sino la única meta de la investigación. Posteriormente, Robert Feleppa (1986) puso el dedo en la llaga al plantear que los antropólogos, en su afán de superar el etnocentrismo, habían tratado de purgar sus metodologías de elementos que le imprimieran concepciones impuestas a sus datos culturales. Refiriéndose a los 'nemicistas' decía que por impedir que las informaciones némicas fueran constreñidas bajo las leyes científicas, habían desechado todo análisis nético con el calificativo de análisis 'importado'. Feleppa sugería que ni ellos, ni los que se esforzaban en delimitar ambas operaciones, podían escapar de imprimirle ciertas imposiciones al material némico. Esto quena decir que aquella idea de abarcar y comprender la totalidad de una cultura desde el punto de vista de los sujetos era, por principio epistemológico, imposible. También se diría después, que para el antropólogo adoptar un punto de vista nético, depurado de lo némico era por este mismo principio, imposible. Y este principio estaba relacionado con la propuesta del método reflexivo (HammersIey/Atkinson 1994) que surgió hacia 1970. Se basó en la reivindicación del carácter 'reflexivo' de la investigación, es decir, en reconocer que los investigadores somos parte del mundo social que estudiamos. Observar es una forma de participar y esto genera un compromiso intersubjetivo. El investigador social antes que sumergirse en una estratagema de permanente distanciamiento, debe procurar reflexionar sobre los efectos de su participación en el mundo que está estudiando. Esto implica reconocer, primero, que el refinamiento del sentido común cotidiano es una fuente de conocimiento científico, y segundo, que el investigador es él mismo su "instrumento de investigación" por excelencia.
Por supuesto esto tiene implicaciones metodológicas. En Colombia, Jaime Arocha (1991) ha planteado una propuesta de "autocontrol valorativo" para el investigador como instrumento básico de su proceso de conocimiento. Este autocontrol se basa en una permanente calibración en la que el observador frente a la oscilación entre identidad/alteridad mantiene sus márgenes de tolerancia hacia lo distinto en un nivel equilibrado que le permita el encuentro y el aprendizaje del otro. ¿Cómo mantenerse calibrado? Rescatando la práctica de "Diario Intensivo", creada por el psicólogo Ira Progoff (1984) como terapia individual y grupal, Arocha ha implementado esta metodología dentro del grupo de investigación congregado en tomo al "Observatorio de convivencia Étnica en Colombia" que trabaja desde 1989.
Para Arocha (1994) el "diario intensivo" tiene propiedades terapéuticas fundamentales para la calibración. Este tipo de diario, que sería una ampliación y enriquecimiento del tradicional diario etnográfico, permite el registro y sistematización no sólo de las observaciones culturales, sino de las descripciones interiores de los investigadores que habían quedado hasta entonces relegadas a diarios privados, ausentes de los textos etnográficos. La base de este proceso consiste en ejercicios sobre sueños, ensoñaciones y anotaciones diarias. Su propósito es construir un puente de acceso al inconsciente que permita aproximaciones sistémicas a la vida del diarista. Con el tiempo, él va a lograr percibir el funcionamiento relacional de sus procesos mentales profundos. Es sin duda una propuesta de
...