FALSOS POSITIVOS
juanis395_19 de Febrero de 2015
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Hablar de los falsos positivos es hablar de la democracia como tal en un país, pues a partir de ellos se demostrara como nuestros propios gobernantes y mandatarios controlan el pueblo a su antojo, y de esta forma se nos presentaran miles de preguntas las cuales no sabremos responder por la misma venda que ellos nos ponen.
Colombia es un país el cual ha luchado por más de 50 años con diferentes grupos al margen de la ley, pero se han presentado miles de rupturas respecto a nuestra moral y responsabilidad, es decir el pueblo colombiano desconoce las verdad que hay detrás de miles de muertes presentadas por supuestos jefes guerrilleros, enalteciendo a comandantes y coroneles por su buen desempeño y por su amor a la patria.
Todo aquello de lo que se habla tiene su razón de ser, es decir a partir del gobierno de Álvaro Uribe y del Ministerio de Defensa de Juan Manuel Santos se desencadenaron ciertas anomalías respecto a los resultados que sus militares presentaban. Según la periodista mariana zapata herrera, el primer momento en que el gobierno tuvo conocimiento sobre los 'falsos positivos', ocurrió a mediados de 2007, cuando un funcionario de la Naciones Unidas les pidió al entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y al comandante de las Fuerzas Armadas, Freddy Padilla de León, reunirse con ellos en su despacho para transmitirles una información muy delicada. Los dos funcionarios se desplazaron a un despacho de ese organismo internacional donde el funcionario los esperaba con un soldado de la Brigada XIV de Puerto Berrio. Este había abandonado las filas del Ejército y había entrado en contacto con las Naciones Unidas con una historia que parecía tan aterradora como inverosímil. Según el militar, él pertenecía a una pequeña unidad casi secreta cuya función era conseguir muchachos de origen humilde, asesinarlos y hacerlos pasar como guerrilleros dados de baja en combate. Sin embargo, anotó que cuando se encontraba en licencia, esa misma unidad asesinó a su padre, sin saber del parentesco con él, y lo presentó como un 'falso positivo'. Cuando regresó a la brigada y se enteró de lo ocurrido, tomó la decisión de dejar el Ejército y contarle al mundo lo que estaba sucediendo.
Santos y Padilla de León quedaron estupefactos, pero también bastante incrédulos. No solo era difícil de creer que el Ejército estuviera matando muchachos inocentes, sino que una de las víctimas fuera el padre de uno de los miembros de la supuesta unidad en cuestión. Sin embargo, el Ejército decidió llevar a cabo una investigación administrativa, cuyas conclusiones preliminares fueron que lo que decía el soldado no era verdad y que su padre en realidad era un guerrillero. Un año antes, la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU en Colombia había manifestado su preocupación por los crecientes casos de desapariciones forzadas en el Ejército, pero el tema no había trascendido. Algunos meses después de la reunión con Santos y Padilla, la entonces secretaria de Gobierno de Bogotá, Clara López, comenzó a registrar que once muchachos de Soacha, Bosa y Ciudad Bolívar, cuya desaparición había sido denunciada por sus familias, aparecieron en Ocaña como muertos en combate. A su despacho llegó ese tema porque la Secretaría de Gobierno tiene un departamento de Atención a las Víctimas, y los familiares de estos jóvenes recurrieron a este para dar cuenta de los hechos y pedir el retorno de los cadáveres.
A la doctora López le llamó la atención que al cotejar las fechas de las desapariciones con las de los supuestos combates no habían transcurrido más de tres días, máximo una semana entre un evento y otro. No le pareció lógico que en un lapso tan corto esos jóvenes pudieran ser reclutados, entrenados, puestos a combatir y luego dados de baja. También le pareció una extraña coincidencia que muchachos de diferentes barrios
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