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Falsos Positivos


Enviado por   •  13 de Marzo de 2013  •  1.794 Palabras (8 Páginas)  •  1.112 Visitas

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Autor y por qué de la obra

Jostein Gaarder (nacido en Oslo en 1952), además de docente de historia de la filosofía durante once años, se ha distinguido como escritor fecundo de literatura juvenil. El mundo de Sofía reune las dos vertientes de su autor. El éxito de esta novela sobre la historia de la filosofía (una materia en sí difícil, aunque siempre apasionante) muestra que es posible llevar al campo de la divulgación lo que es propio de una ciencia más rigurosa.

El sentido de la obra, que se descubre desde las primeras páginas, se hace manifiesto al final. Albert Moller, mayor del contingente noruego de la ONU en el Líbano, quiso comprar un libro de filosofía para su hija Hilde, pero, al no encontrar nada adaptado a los jóvenes, “escribió” El mundo de Sofía, para cubrir el vacío que había encontrado en el mercado (p. 633). ¿Cómo está construida esta novela, que está teniendo un enorme éxito en los distintos países de Europa, y que ya ha sido traducida a más de 15 lenguas?

Argumento o resumen temático

Sofía Amundsen llega a su casa, y encuentra un sobre blanco, sin sellos, con una única pregunta “¿Quién eres?” (p. 2). Luego, un segundo sobre la sobresalta, y la coloca ante un nuevo interrogante: “¿De dónde viene el mundo?” (p. 6). El corazón de la joven, que pronto cumplirá los 15 años, inicia así una serie de pensamientos y reflexiones que la abren al pensar filosófico, precisamente desde el fenómeno de la pregunta y la maravilla. Luego, una postal, dirigida a Hilde Moller Knag, llega al buzón de Sofía, y la llena de interrogantes. Sólo en el momento central de esta obra descubriremos que El mundo de Sofía es un “libro” escrito por Albert Moller para su hija Hilde (pp. 346-351), y que los protagonistas de esta novela, Sofía y su maestro Albert Knox, luchan por salir de la misma para poder entrar en contacto con quien la escribe y quien la va a leer el día de su cumpleaños...

Desde el marco de esta trama, Gaarder (que se oculta bajo la figura de Alberto Moller) da el salto que desea. Lo mejor para iniciarse a la filosofía es conocer lo que han dicho los filósofos, es decir, hacer una historia. El “curso” va llegando a Sofía en amplios sobres amarillos, como pequeñas dosis que despiertan el creciente interés de la joven, así como su curiosidad por conocer quién es el que se los hace llegar. Las dos primeras “lecciones” (pp. 13-16, 17-22) invitan a superar el nivel de lo cotidiano para aventurarse en aquellas preguntas más decisivas, que dan el inicio de la aventura intelectual de los hombres que han llegado a ser filósofos. Los latidos del corazón de Sofía, cada vez más acelerados, reflejan su “sintonía” con el misterioso curso que está recibiendo, y que no es comprendido por su madre, con la que inicia una sórdida batalla de reproches recíprocos.

A partir de la p. 25 se suceden las distintas “escuelas” que han dado vida a toda la tradición filosófica occidental. Su presentación no es la propia de un “manual” frío. Gaarder intenta penetrar en cada pensador (con una cierta competencia en la materia, aunque con algunos errores propios de quien quiere hacer divulgativo lo que es objeto de estudio por parte de cada especialista) y hacerlo cercano y asequible a Sofía, a sus problemas, al mundo de su experiencia cotidiana. El mito, el inicio de la filosofía con las distintas escuelas presocráticas (aunque no todas, pues la escuela pitagórica no es tratada en absoluto, lo cual constituye una deficiencia importante del libro), Sócrates, Platón y Aristóteles, las escuelas del helenismo y del imperio romano, reciben una amplia y atractiva presentación. Quizá el logro pedagógico mayor de esta primera parte del libro (pp. 25-170) sea el ir introduciendo a cada autor o corriente con una serie de preguntas que llegan a Sofía en un pequeño sobre. Por ejemplo, antes de que le llegue la explicación de Aristóteles, Sofía debe afrontar su “tarea”, que consiste en contestar a las siguientes cuestiones:

¿Qué fue primero? ¿La gallina o la idea de gallina? ¿Nace el ser humano ya con alguna idea? ¿Cuál es la diferencia entre una planta, un animal y un ser humano? ¿Por qué llueve? ¿Qué hace falta para que un ser humano viva feliz? (p. 119).

Como pórtico a la Edad Media, Gaarder introduce una presentación del cristianismo, desde el contraste entre el mundo grecorromano y la religión judía (pp. 181-200). A pesar de la corrección general con la que se trata la fe cristiana y el personaje Jesús, alguna afirmación muestra escasa competencia en temas fundamentales, como el de la inmortalidad del alma (según Gaarder, en el cristianismo ni siquiera el alma humana es inmortal, p. 195, lo cual contradice toda la tradición de casi dos mil años de reflexión teológica y filosófica en el ámbito cristiano), y una difusa idea de que conviene separar al Jesús histórico del Jesús en el que creen los cristianos (p. 77). Tal exposición, en general, parece omitir completamente temas como el de la fe y la gracia, que resultan fundamentales para comprender el cristianismo. De todos modos, Gaarder es consciente de que el tema no puede quedar suficientemente aclarado en el ámbito filosófico, por lo que el maestro de filosofía recuerda a su alumna que debe ser su profesor de religión quien profundice en estos temas (p. 194).

La Edad Media (10 siglos) ocupa sólo las pp. 205-228. En esto Gaarder no escapa al error de tantos históricos

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