FUNDAMENTOS EPISTEMOLOGICOS DE LA PSICOLOGIA DE LA INSTRUCCIÓN
8 de Noviembre de 2012
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FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS
DE LA PSICOLOGÍA DE LA INSTRUCCIÓN
Francisco Herrera Clavero
Dpto. de Psicología Evolutiva y de la Educación
Universidad de Granada
1. INTRODUCCIÓN
La naturaleza propia de los procesos científicos, así como sus interrelaciones con otros cam¬pos del saber, han evolucionado ampliamente a lo largo de la historia. Este hecho, de todos conocido, nos muestra el riesgo que se corre al pretender dar una definición de Ciencia que, por un lado, tendría necesariamente la calificación de temporal y, por otro, se perderían múltiples facetas y posibi¬lidades asociadas a la misma.
Es importante precisar hasta que punto la denominación de Ciencia es aplicable a unas activida¬des y no a otras. De hecho, diferentes autores proponen identificarla con las actividades llevadas a ca¬bo por los científicos, lo que nos llevaría a otro término -científico- incompatible con lo que se pretende definir.
Recientemente los planteamientos rigurosamente científicos seguidos por la Economía, Socio¬lo¬gía o Psicología y, por consiguiente, su incorporación a las Ciencias, sirven de apoyo para testimoniar las afirmaciones anteriores.
La Ciencia, como componente cultural dinámico de la sociedad, no debe estar sujeta a definición y sería preferible referirse a ella como conjunto organizado de conocimientos (Spencer, 1889). Un as¬pec¬to que destaca sobre los demás cuando se procede a su análisis es lo que pudiéramos llamar su ca¬rác¬ter acumulativo. De hecho, éste es un efecto multiplicador que facilita y explica el desarrollo sor¬pren¬dente que han alcanzado las ciencias en este siglo, sobre todo si se evalúa desde una pers¬pectiva histó¬ri¬ca.
Esto nos permite distinguir la Ciencia de otros campos de la Cultura como pueden ser las Artes, la Poesía o la Música. Si viviesen hoy día los grandes pintores o músicos de siglos pasados, inclusive po¬drían llegar a pensar que se están produciendo retrasos en sus respectivos campos.
A partir de los años 50, el positivismo lógico y el operacionalismo, como único modelo válido en la concepción de las teorías y el conocimiento científico, dio paso lentamente a una nueva filosofía de la Ciencia en lo que lo fundamental no era tanto la confirmación o invalidación de teorías, según unos criterios de reconstrucción racional -el llamado contexto de justificación- sino el análisis de los factores epistemológicos que rigen el descubrimiento, desarrollo y aceptación o rechazo de teorías.
Desde este punto de vista, la Ciencia se hace desde dentro de un esquema conceptual –Wels¬tus¬chanung- que determina, en gran medida, qué problemas merecen ser investigados y qué clases de soluciones son aceptables. El objeto de la Filosofía de la Ciencia es analizar las características de los sis¬temas conceptuales -Paradigmas-, en terminología de Kuhn (1962), propios de cada ciencia.
En opinión de Bunge (1980), para que una teoría sea científica debe cumplir dos condiciones:
1ª Que sea contrastable empíricamente, directa o indirectamente.
2ª Que sea compatible con el grueso del conocimiento científico.
No obstante, Bunge (1983) establece una distinción entre Ciencia Formal y Ciencia Factual y, dentro de la última, Ciencia Pura (Básica), Ciencia Aplicada y Técnica.
La diferencia entre Ciencia Pura, Aplicada y Técnica consiste en que la primera tiene como meta co¬nocer la naturaleza, mientras que la segunda persigue su control utilizando Leyes y Teorías, en tan¬to que la Técnica, más que aplicar el método científico para lograr sus objetivos, utiliza reglas cientí¬fi¬cas.
Una regla prescribe un curso de acción: indica cómo debe uno proceder para conseguir un objeti¬vo predeterminado. Más explícitamente, una regla es una instrucción para realizar un número finito de actos en un orden dado y con un objetivo también dado (Bunge, 1983:694).
Queda claro, pues, que las leyes describen la naturaleza, las teorías la explican y las re¬glas prescriben sus normas de uso.
Todo ello, a través de procesos de deducción e inducción y los consiguientes de verificación, sobre los datos recogidos acerca de los hechos.
2. CONCEPTUALIZACIÓN EPISTEMOLÓGICA
Es obvio que, como marco de referencia en el planteamiento epistemológico de cualquier dis¬ci¬pli¬na, sea preciso partir de la conceptualización que la define, sustenta y diferencia del resto de saberes cien¬tí¬fi¬cos.
Así pues, para el mejor análisis de la disciplina que nos ocupa, recogida bajo el nombre de Psicología de la Instrucción, partiremos de sus fundamentos, al objeto de llegar a su definición por síntesis conceptual. Para lo cual, es imprescindible comenzar por la delimitación clara y precisa que ocupan la Psicología de la Educación y la Psicología del Desarrollo en el contexto de las Ciencias.
2.1. PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN
La Psicología de la Educación es una disciplina relativamente joven, surge de facto justo con el nacimiento de la misma Psicología científica (Wundt, 1879) al dedicarse al estudio empírico de temas ta¬les como las diferencias individuales, el aprendizaje, la lectura, la inteligencia, etc.; reflejando un rápido cre¬cimiento cuantitativo y cualitativo, y una tendencia muy pronunciada hacia la especialización. No obstante, aparece como vertiente independiente de la mano de Thorndike (1910) y las publicaciones pe¬rió¬dicas de The Journal of Educational Psichology.
De todas formas, a pesar del tiempo transcurrido y de sus vaivenes (momentos de alza y baja), su estatus epistemológico no está totalmente consolidado, más que por su presumible inconsistencia interna –objeto (material y formal), método, contenido y ubicación en el contexto científico propios– y por la dificultad que proporciona la coyuntura interdisciplinaria de su ámbito de aplicación, tal vez sea por la escasez de análisis identificatorios profundos y por la falta de líneas de investigación adecuadas (método cien¬tífico), que sienten las bases de su corpus doctrinal específico (teoría científica).
En la actualidad existen numerosas concepciones respecto a la epistemología de la Psicología de la Educación, desde las que opinan que es Psicología Aplicada a la Educación: Psicología Evolutiva, Ge¬neral, Genética, del Aprendizaje, de la Instrucción o Social Aplicadas, pasando por las que piensan que se trata de una disciplina puente entre la Psicología y la Educación (Betwen Psychology and Educa¬ion; Hunt, 1975 o Ausubel, 1969), hasta las que creen que la Psicología de la Educación es una discipli¬na con estatus propio (Mialaret, 1977; Piolat, 1981); aunque, es preciso hacer constar que también ha surgido una línea que aboga por su desaparición, considerando que esa parcela bien podría ser ocupada por la Educología (Bigds, 1976), la Didaxología (De Corte, 1979) o la Psicodidáctica (Titone, 1981).
Pues bien, a continuación se intentará dar encuadre a la Psicología de la Educación en el marco de las ciencias como punto de partida o referencia para, posteriormente, poderle encontrar aplicación y utili¬dad inmediata. Para ello, nada mejor que partir del concepto de ciencia y sus objetivos, e interrogar¬nos si es o no ciencia la Psicología de la Educación.
Como ocurre con casi todos los temas, en el caso de la definición de ciencia nos encontramos con una gran variedad de pareceres: desde las que afirman que se trata básicamente de un método de investigación, hasta las que opinan que son los resultados de la investigación en una zona determinada; es decir, unas hacen hincapié en el método de consecución de los conocimientos, mientras que otras se concentran en los conocimientos producidos por el método.
En este sentido, quizás la mejor definición de ciencia que contiene estos dos aspectos a la vez sea la que ofrece Bunge (1980:82), cuando afirma que una ciencia es una disciplina que utiliza el método científico con la finalidad de hallar estructuras generales (leyes), distinguiendo entre el trabajo (investi¬ga¬¬ción) y su producto final (conocimiento); lo cual coincide plenamente con el planteamiento de Kerlinger (1982:5), cuando opina que sobre ciencia se pueden considerar dos puntos de vista: uno está¬ti¬co, en cuanto constituye un corpus organizado y sistematizado de conocimientos, en cuyo caso la equi¬va¬len¬cia con el término teoría es evidente; y otro, dinámico, en cuanto considera la ciencia como una actividad de producción de conocimientos sistemáticos, conexos y fundamentados, entonces puede hablarse de investigación científica.
Respecto a las características que se suelen asignar a la ciencia, queda claro que debe ser obje¬ti¬va, contrastable, sistemática, metódica y comunicable. Ahora bien, teniendo en cuenta que el cono¬ci¬miento científico no es infalible, estaremos de acuerdo con Popper (1977:261) cuando afirma que la objetividad hace de todo enunciado científico algo provisional para siempre, así que no acepta como cien¬tífico ninguno que no sea contrastable, proponiendo como criterio la falsabilidad y no la verifica¬bili¬dad.
De todas formas, cualquiera que sea la definición o enfoque adoptados, estaremos de acuerdo con Manheim (1982:30) en que existe casi la unanimidad de que se deben dar tres objetivos en la cien¬cia: primero, la descripción, que responde a la pregunta ¿qué?; ya
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