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marzkaulitz11 de Junio de 2013

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La apuesta de los Lindley

ALBERTO ÑIQUEN GUERRA I PODER

PUBLICADO: 08 ABRIL, 2012

Una historia familiar que comienza en Inglaterra y prosigue en Lima con la única bebida en el mundo que supera a Coca-Cola. O, tal vez sea mejor decir, que comienza en Lima con la única embotelladora local encargada de una de las marcas más recordadas del mundo y que se prepara para convertirse en una empresa de alimentos bebibles. Aquí recordamos un reportaje que hiciera la revista PODER en noviembre del 2010, a propósito de los 100 años de la embotelladora.

Por Luis Corvera

Es jueves 14 de octubre por la mañana y la zona tradicional del Rímac donde se ubica la planta de Lindley, la embotelladora de Inca Kola y Coca -Cola, luce algo desolada para ser un día normal de trabajo. El personal se dirige a la iglesia Las Nazarenas, “pues hoy tenemos nuestra misa privada tradicional de cada año”, nos cuenta casi al paso un empleado que ya está de salida hacia la ceremonia. Uno de los pocos que permanece en las instalaciones es Johnny Lindley hijo o junior, como habitualmente lo llaman, quien nos espera para la entrevista y la ha aprovechado de pretexto para que su padre no se entere de lo que está tramando. Sin saberlo él, ni tampoco nosotros, su hijo ha preparado una cámara de video y tras nuestra entrevista grabará la última toma de un video sorpresa en homenaje a su padre.

¿A qué se debe tanto ajetreo y misterio en la planta? Desde hace varios meses la familia Lindley se ha estado preparando para celebrar a lo grande los 100 años de haber formado su embotelladora, la líder indiscutible del mercado hoy, con más de 63% de participación en el segmento de aguas gaseosas e ingresos estimados en S/. 1.838 millones para este año. Más aún, cien años de historia que les permitieron ubicar al Perú como el único país en el mundo en la actualidad donde Coca-Cola es superada por una marca local y el embotellador de ambas bebidas es el mismo: Lindley.

La familia como núcleo del éxito

La historia de la familia Lindley empieza con don José Robinson Lindley. Nacido en 1860 en Sheffield, una ciudad al norte de Londres, en Inglaterra, se casó a muy temprana edad con doña Martha Stoppanie, nacida en el mismo pueblo pero de ascendencia italiana. Los detalles sobre su vida en Sheffield son muy pocos, aunque se espera que se develen con la investigación que está realizando el grupo para un libro sobre su historia como parte de las celebraciones.

Orientada a la industria del hierro y del acero, la ciudad de Sheffield, al igual que el resto de ciudades del interior en Europa, dejó de ser un lugar atractivo para vivir tras la crisis económica que afectó al Viejo Continente durante la segunda mitad del siglo XIX y que se agudizó con la Revolución Industrial y la menor demanda de mano de obra que esta generó. Por ello, al ser de clase media, la joven pareja Lindley-Stoppanie no tuvo mejor idea que buscar nuevos horizontes en América, de donde venían muchas historias de gente que lograba riqueza rápidamente. Si bien la mayor parte de ciudadanos británicos emigraron en busca de mejor fortuna a Estados Unidos, los Lindley decidieron marcharse a América del Sur, tal vez motivados por la rama de la familia de doña Martha, pues los italianos, portugueses y españoles prefirieron la zona sur del continente. Así, al cumplir 10 años de matrimonio, arribaron a inicios de la década de 1880 a Chile, país que acababa de salir victorioso de su guerra contra el Perú y Bolivia.

En 1886, sin embargo, tras un fuerte terremoto que asoló Chile, los esposos Lindley, ya con cinco niños, quisieron un lugar más seguro para vivir y decidieron mudarse al Perú. Don José consiguió empleo en la compañía de vapores The Pacific Steam Navigation Company, pero fue algo pasajero para él pues al poco tiempo renunció para ingresar a trabajar en un rubro que, aunque en ese momento no lo sabía, luego sería su vida y la de su familia: una fábrica de aguas gasificadas en el Callao. Por aquel entonces existían al menos 10 plantas embotelladoras en la capital y en su mayoría eran de alta tecnología para la época.

Curiosamente, Don José se alejó un tiempo de ese rubro para empezar su primer negocio: abrió un depósito de cerveza en el cruce del jirón Ucayali y la calle Zavala, en el cual comercializaba los productos de Backus y Johnston. Durante algunos años aprendió del negocio y tuvo tres niños más (en total fueron cinco varones: José, Alfredo, Nicolás, Antonio e Isaac; y tres niñas: Martha, Victoria y Ana).

Su estadía en la comercialización de cervezas no fue prolongada, pues con sus ahorros decidió mudarse muy cerca de la planta de Backus en el Rímac, donde era fácil acceder a agua, y constituyó en 1910 una empresa de gaseosas, la cual distribuía sus productos a través de su depósito del Cercado de Lima. Con el apoyo de su esposa y de sus hijos mayores en la parte productiva y comercial, don José compró un terreno de solo 200 m2 en el jirón Cajamarca, entonces conocido como la calle Imprenta, y fundó allí la fábrica La Santa Rosa. Al ser su familia la dueña y, a la vez, sus miembros “empleados” de la planta, se mudó con todos sus hijos al segundo piso de la fábrica, donde viviría hasta su muerte. El nombre que eligió inicialmente para la planta denota una característica de la familia: su gran apego por la religión católica, a la cual siguen muy unidos sus descendientes.

La primera generación Lindley. El patriarca don José, el mayor de pie a la derecha.

Como en cualquier negocio impulsado por una familia emergente, el inicio fue complicado para los Lindley, sobre todo si se tiene en cuenta que solo en la zona del Rímac existían al menos un par de embotelladoras de gaseosas con mejor tecnología, más espacio y más personal que La Santa Rosa. Pero aun con las dificultades propias y la fuerte competencia, la empresa se fue consolidando, aprovechando la demanda no atendida de las zonas periféricas de la capital. El éxito familiar se debió a la integración y al esfuerzo de sus miembros para llevar adelante el proyecto iniciado por don José. La empresa y la familia en aquel momento —y hasta ahora— estaban formadas según el mismo principio: el de la colaboración de todos con todos, incluyendo a los trabajadores.

En su primera etapa como empresarios, doña Martha elaboraba a mano el jarabe para las bebidas gaseosas con la ayuda de sus hijas, siguiendo un proceso de mezclado bastante agotador, mientras sus hijos varones y su esposo se encargaban del llenado manual de las botellas de tapa de bola, el lavado de las mismas y la distribución de los productos. El hijo mayor, José, era el técnico de las máquinas; Nicolás, el segundo, atendía en el depósito de la calle Zavala; mientras los tres menores, Antonio, Alfredo e Isaac, eran los operarios. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, en que se tiene marcas insignia, al inicio tuvieron muchas marcas menores, con diversos sabores e incluso colores, para tratar de atender todas las posibles necesidades del mercado. Entre 1910 y 1935 se produjeron y comercializaron las marcas Prim-ola, Soda Water, Champagne Kola, Hopale, Kola Rosada, Ginger Ale, Lemon Squash, Orange Squash, Fresco Rista, Vimto y Delaware Punch. Sin embargo, ninguna de ellas destacó realmente sobre las demás, y en la actualidad son meros recuerdos de la historia del grupo.

Sucesiones continuas

El control del negocio familiar por parte de don José duró desde 1910, cuando se creó la fábrica, hasta 1928, cuando decidió pasarle la posta a su hijo mayor José. Ese mismo año, para ceder el control, transformó la compañía familiar en una sociedad anónima y repartió 70% de las acciones de la empresa a sus hijos, en función del tiempo que llevaban en la fábrica y del tipo de labores que realizaban. El 30% restante del accionariado, que le permitía ejercer control sobre los demás y resolver cualquier disputa futura posible, quedó en su poder hasta 1932, año en el que falleció y en que su esposa heredó dichas acciones. Además de una nueva estructura, la empresa cambió de nombre por el de Fábrica de Aguas Gaseosas Santa Rosa de José R. Lindley e Hijos S.A.

Con José hijo a la cabeza del grupo, la empresa experimentó un gran cambio. Consciente de las desventajas que tenía frente a su competencia, él decidió adquirir una máquina semiautomática de llenado, con lo cual mejoró la productividad de la fábrica y se pasó de embotellar 1 botella por minuto a 18. Además, adquirió un camión Ford T, el primer vehículo de carga de la época y que aún se conserva en el patio de acceso de la fábrica (puede apreciarlo en nuestra portada). Hasta aquel momento, la distribución se realizaba en una carreta jalada por mulas. Además, se reemplazó el sistema de tapado de los envases, al dejar de lado los sistemas tradicionales de bola y de corcho para empezar a usar la tapa de lata o chapa. Con ello, aunque resulte paradójico hoy en día, se pudo finalmente mejorar la higiene de los productos. Si bien por entonces las compañías tenían mucho esmero en el proceso de lavado de los envases, el sistema de bola era muy complicado de limpiar, por lo que era difícil asegurar una asepsia adecuada del producto. Es por ello que las empresas trataban de demostrar su limpieza y dar señales de garantía para el consumo de sus bebidas a través de su nombre. Así, la familia Barton, por ejemplo, dueños de la principal embotelladora de Lima, tenían la fábrica La Pureza, mientras que la de los Elguera se llamaba La Higiénica. La otra gran competidora de los Lindley, ubicada sobre la misma calle Cajamarca, era Las Leonas, de los Nosiglia.

El gran aporte de José Jr., sin embargo, no fue ninguno de los

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