Guia Y Texto Para Ensayo Segundo Corte
je_sof_97i25 de Mayo de 2014
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Apreciado estudiante de EOE: el presente es un documento que contiene dos trabajos claves para la construcción de una opinión crítica - ensayo. El primero le da “Diez pistas para su composición”, muy sencillas y concretas. El segundo trabajo, del Departamento de Lenguaje de la Universidad Nacional, le enseña una secuencia lógica que debe seguir en el proceso de la escritura. Con la lectura concienzuda de este documento tendrá elementos suficientes para construir una buena opinión con visos de ensayo. No olvide, amigo estudiante, que las dudas se resuelven mediante preguntas directas que se le deben formular al docente.
Al final de estas guías, encontrará el artículo “La realidad del precio de la gasolina”, publicado en el diario El Tiempo por don Juan Gossaín. Léalo, tome notas y redacte una opinión crítica de una página (tal como se hizo el primero pero mejor). Recuerde que el escrito debe constar de Introducción, desarrollo y conclusión. Si considera que aún no domina los signos de puntuación, trate de construir párrafos cortos; así son más fáciles de puntuar y de DARLE SENTIDO a lo que se escribe. Por último, tenga en cuenta que la ortografía es una manifestación de pulcritud del intelecto y que el trabajo que se presenta es la imagen del profesional que lo firma. Espero el escrito (sin carpeta) en la semana “de pascua”, cuando nos volveremos a encontrar en el aula de clase.
Att., el profe Gonzalo
1. EL ENSAYO
Diez pistas para su composición
1. Un ensayo es una mezcla entre el arte y la ciencia, es decir, tiene un elemento creativo – literario, y otro lógico – científico de manejo de ideas propias y ajenas. Esa doble esencia del ensayo que para algunos es un género híbrido, es donde radica su potencia y su dificultad. Por ser un centauro – mitad de un arte y mitad ciencia - el ensayo puede cobijar todas las áreas del conocimiento, todos los temas. Sin embargo, sea el motivo que fuere, el ensayo necesita una “fineza” de escritura que lo haga altamente literario.
2. Un ensayo no es un comentario - la escritura propia de la opinión - sino una reflexión, casi siempre a partir de la reflexión de otros; esos otros no necesariamente tienen que estar explícitos, aunque, por lo general, se mencionan en los pies de página o en las notas o referencias. Por eso el ensayo se mueve más en los juicios y en el poder de los argumentos y está bien distante de las opiniones gratuitas; en el ensayo se deben sustentar las ideas. Mejor aun, la calidad de un ensayo se mide por la calidad de las ideas, por la manera como se exponen, se confrontan, se ponen en consideración del lector.
Si no hay argumentos de peso, si no se han trabajado de antemano, el ensayo cae en el mero parecer, en la mera suposición.
3. Un ensayo discurre. Es discurso pleno. Los buenos ensayos se encadenan, se engarzan de manera coherente. No es poniendo una idea tras otra, no es sumando ideas como se compone un buen ensayo. Es tejiéndolas de manera organizada. Jerarquizando las ideas, sopesándolas (recordemos que ensayo viene de “exagium”, que significa, precisamente, pesar, medir, poner en la balanza). Si en un ensayo no hay una lógica de composición, así como en la música, difícilmente los resultados serán aceptables. De allí también la importancia de un plan, de un esbozo, de un mapa - guía para la elaboración del ensayo.
4. En tanto que discurso, el ensayo requiere el buen uso de los conectores, de los cuales debe disponerse de una buena reserva; los conectores son como las bisagras, los engarces necesarios para que el ensayo no parezca desvertebrado. Hay conectores de relación, de secuencia, de causalidad; los hay también para resumir o para enfatizar. Y a la par de los conectores, es indispensable un excelente manejo de los signos de puntuación. Gracias a la coma y al punto y coma (este es uno de los signos más difíciles de usar), gracias al punto seguido..., es como el ensayo respira, tiene un ritmo, transpira. Es el conocimiento inadecuado o preciso de los signos de puntuación lo que convierte nuestros ensayos en monótonos o livianos, interesantes o densos. Ágiles o farragosos.
5. Hay dos grandes tipos de ensayos: uno, línea Montaigne – de él pueden leerse, por ejemplo, De cómo el filosofar es aprender a morir;De la amistad; yDe los libros; y otro, línea Bacon, de quien se recomiendan al menos dos: De los estudios; y De las vicisitudes de las cosas. En el primer caso el ensayo es más subjetivo, abunda la citación – de manera muy propia, además -; en el segundo, el ensayo es más objetivo y no hay referencias explícitas, o son muy escasas. Tanto Montaigne como Bacon son maestros para desarrollar las ideas. Ambos convierten lo evidente en profundo; lo cotidiano en sorprendente. Los dos apelan a otras voces, recurren al pasado – a otros libros - para exponer sus puntos de vista. Ambos emiten un juicio: se aventuran a exponer su pensamiento. Es importante releer a estos dos autores quienes, aparte de ofrecer un goce y un reencuentro con la buena prosa, son ensayistas modelos, aprovechables por todo aquel que desee aprender o perfeccionar su escritura ensayística. En el mismo sentido, deberíamos apropiarnos de la creación ensayística de Emerson y Chesterton, recomendada una y otra vez por Jorge Luis Borges.
6. Otros ensayos exquisitos son los escritos por Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña. Mexicano uno, dominicano el otro. Ensayos de peso, con profundidad y, sobre todo, realizados con todos los recursos literarios y con el inmenso poder de la imaginación. Quién que haya leído, Notas sobre la inteligencia americana de Reyes, o Seis ensayos en busca de nuestra expresión de Henríquez Ureña, no ha sentido como una revelación de la escritura potente, de la escritura gestora de mundos. Hay una “marca de estilo” en estos dos ensayistas, una impronta personalísima, que pone al ensayo en el mismo nivel del cuento o del poema. Cuando uno lee los ensayos de Reyes o de Ureña, lo que lee – además de un pensamiento vigoroso - es una excelente literatura.
7. Reyes y Henríquez Ureña son los iniciadores, por decirlo así, de una larga tradición que va hasta Sábato y Borges. Consúltese la compilación El ensayo hispanoamericano del siglo XX, hecha por John Skirius; en ese texto se condensan voces de ensayistas latinoamericanos valiosos: Manuel González Prada, Fernando Ortiz, José Carlos Mariátegui, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Alberto Sánchez, Germán Arciniegas, Arturo Uslar Pietri, Eduardo Caballero Calderón, Enrique Anderson Imbert... y, por supuesto, Octavio Paz, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
Puede mirarse, de igual manera, la selección hecha por José Luis Martínez en ”El ensayo mexicano moderno” en la cual se resaltan los ensayos de José de Vasconcelos, Ramón López Velarde, Julio Torri, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Edmundo O´Gorman y Leopoldo Zea, entre otros.
Y para una perspectiva más nuestra, sería interesante y necesario conocer la selección elaborada por Jorge Eliécer Ruiz y Juan Gustavo Cobo Borda, ensayistas colombianos del siglo XX; en esta selección se descubren voces poco conocidas, como la de Baldomero Sanín Cano De lo exótico, La civilización manual, y la de Hernando Téllez La originalidad literaria, Traducción. Basten estos textos y estos autores para mostrar cómo hay una enorme tradición en la producción ensayística. Tómense, entonces, como abrebocas o “textos de iniciación”.
8. Para elaborar un ensayo, entre los muchos aspectos que deben tenerse en cuenta, resaltaría los siguientes:
- Establecer la idea o ideas base que articulan el texto. En otros términos, saber cuáles son los argumentos fuertes que se desean exponer o la idea que quiere debatirse o ponerse en cuestionamiento. Esta idea - la tesis - debe ser suficientemente sustentada en el desarrollo del mismo ensayo.
- Identificar y explicitar las fuentes o autores en quienes se sustenta nuestro argumento; a partir de qué o quiénes, con qué material de contexto se cuenta; en síntesis, cuáles son nuestros puntos de referencia. Este es el lugar apropiado para la bibliografía, para la citación y las diversas notas.
- Seleccionar lo que se ha de decir en el primer párrafo, qué en el segundo, qué en el último; recordemos que la forma del ensayo es fundamental, para lo cual se debe elaborar un esbozo previo, un mapa de composición. Qué tipo de ilación (sin hache) es la que nos proponemos: de consecuencia, de contraste, de relación múltiple. Es muy importante el gancho del primer párrafo: cómo vamos a seducir al lector, qué nos interesa tocar en él; igual fuerza debe tener el último párrafo: cómo queremos cerrar, cuál es la última idea o la última frase clave que nos interesa dejar en la memoria de nuestro posible receptor. Aunque no siempre el último párrafo es una conclusión, el ensayo debe tener un momento de cierre – de síntesis -, desde el cual puedan abrirse nuevas ventanas, otras escrituras. El último párrafo es una invitación a escribir un nuevo ensayo porque los ensayos se alimentan de otros ensayos, es decir: un nuevo ensayo abre camino a otros aún no escritos.
- Calcular la extensión. Recordemos que el ensayo no debe ser tan corto que parezca una meditación, ni tan largo que se asemeje a un tratado. Hay una zona medianera; entre tres y diez páginas (por decir alguna magnitud). Pero sea cual sea la extensión, en cada ensayo debe haber tesis, antítesis (pros y contras), y la síntesis necesaria. No olvidemos que el ensayo es una pieza
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