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Enviado por   •  6 de Octubre de 2014  •  508 Palabras (3 Páginas)  •  379 Visitas

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uando empecé en el diseño, existían dos culturas del diseño diametralmente opuestas. Una era la coporativa, la de las grandes empresas y sus imágenes, la de la Helvética. Muchas de esas empresas apoyaban la guerra de Vietnam. En cierto modo, la Helvética, se convirtió en la tipografía de la guerra de Vietnam”. Paula Scher

Para Lars Müller, sin embargo, decir que la Helvética es la tipografía del capitalismo, el coporativismo o la guerra de Vietnam, no puede estar más alejado de la realidad. “Es la tipografía del socialismo, porque está en todos lados. Invita a conocedores y a aficionados. Creo que tiene mucho mérito que una tipografía pueda alcanzar semejante estatus”.

Sin embargo, esas connotaciones, por positivas que le puedan parecer a Lars Müller, son las que, a mi juicio, provocaron la traición histórica de la Helvética.

La Helvética traicionó, por culpa de los diseñadores, a sus padres, al cometido moderno que éstos le habían dado, eso para lo que había sido creada. Dejó de ser neutral, para unos era moderna, organizada, amable, para otros socialista, para otros capitalista. Para algunos incluso estaba relacionada con la guerra de Vietnam.

Para muchos, además, la Helvética se volvió tan omnipresente que era casi insoportable. Era como un uniforme, mataba cualquier expresión de individualidad, diferencicación, novedad. La una vez idolatrada empezó a ser odiada y a finales de los 70 y durante la década de los 80, ningún diseñador emergente, joven y talentoso quería ni oir hablar de ella.

Volvió aquella idea de que la tipografía debía ser expresiva, de que la palabra sol debía expresar sol, la palabra cafeína debía ser cafeinada, la palabra pasión, apasionada. Y la Helvética no servía para eso.

Llegó un punto, en la década de los 90, en que este desorden se volvió insostenible. No había nada más que descomponer, romper, desfigurar, alterar, desorganizar. Los propios diseñadores comprendieron que ese camino había llegado a su fin, que no se podía seguir construyendo sobre aquella filosofía. Este punto marcó el principio de una etapa de regreso para la Helvética. Volvió a inundar calles y tiendas, catálogos y revistas, carteles y logotipos.

Pero como todo traidor, la Helvética mantiene su propia letra escarlata. Es imposible escribir “no soy moderno” en Helvética, y pretender que sea coherente. La Helvética nunca volverá a ser una copa de cristal. Y digo esto del mismo modo que reconozco que la Helvética es una de mis tipografías favoritas. La utilizo frecuentemente y soy de la opinión de que es fuerte, contundente, clara y, porqué no, preciosa.

Pero también es la tipografía de los 60, la tipografía inspirada en la vanguardia, tiene una carga de modernidad denostada, de lo que está demasiado explotado. Es la tipografía de las

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