Hipitesis Cientifica
maryrobledo1 de Octubre de 2013
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CAPITULO 3
LA HIPÓTESIS CIENTÍFICA
IGNAZ PHILLIP SEMMELWEIS
Y
LA FIEBRE PUERPERAL
Ignaz Phillip Semmelweis (1818-1865), médico de nacionalidad húngara, es un personaje que ha quedado en la historia de la medicina, estrechamente ligado a la lucha contra la fiebre puerperal. Trabajó como miembro del equipo del Hospital General de Viena, la capital de Austria, en la División Primera de la Sección Maternidad. Era recién graduado y se había incorporado al centro hospitalario desde el año 1846, año de su graduación como doctor en obstetricia.
En la maternidad de Viena, desde su fundación en 1784, y durante 38 años no se había registrado una mortalidad materna superior al 2 %. Pero, a partir de 1822 y durante los 11 años siguientes (hasta 1833), la cifra ascendió al 5,03 %.
En 1833 se incrementó el número de alumnos, por lo que fueron necesarios dos profesores; uno de ellos, Klein, estuvo a cargo de una sección obstétrica (la Primera División), con una mortalidad materna del 7,36 %. El otro profesor, Bartsh, con una segunda sección clínica (la Segunda División), tuvo una mortalidad del 6,62 %.
En 1839 la Segunda División, a cargo de Bartsh se dedicó exclusivamente a la docencia de matronas, y la sección de Klein, la Primera División, a la docencia de alumnos de medicina. En 1840 la mortalidad de la clínica de Bartsh descendió al 2,6 % y la de Klein ascendió al 9,5 %.
En el periodo 1841-1843 tuvo lugar lo que se consideró como una mortífera epidemia, con una mortalidad del 16,1 % en la Primera División, de Klein, alcanzándose el elevado porcentaje de 33 % en algunos meses; sin embargo, en la Segunda División, de Bartsh, la tasa de mortalidad permanecía igual.
En 1844, en la Primera División, 260 de un total de 3.157 madres murieron de esa enfermedad (8.2 %). En 1845, 6.8 % y en 1846, 11.4 %. La tendencia era de una mortalidad creciente. Mientras tanto, en la Segunda División la tendencia se orientaba hacia la estabilidad: en 1845, 2.3 %; en 1846, 2.0 %; en 1847, 2.7 %.
Semmelweis, destinado en la sección de Klein, estaba atormentado por la muerte de tantas mujeres sanas y jóvenes, en las que ningún tratamiento ni conducta eran efectivos. Se sentía impotente para socorrerlas. Decidió enfrentarse, entonces al problema: ¿Por qué en la Primera División las mujeres que habían dado a luz contraían una seria y fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal? Es entonces cuando empieza por examinar las diversas explicaciones que se habían elaborado para dar cuenta de este desconcertante fenómeno. La primera era una que aludía a “influencias epidémicas”.
1. "Influencias epidémicas".
Se describían vagamente como "cambios atmosférico-cósmico-telúricos", que producían efectos mortales en mujeres que se hallaban de sobreparto. Al respecto, pensaba Semmelweis: ¿Cómo esas influencias podían haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la Segunda? Además: ¿Cómo podía hacerse compatible esta explicación con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía alguno que otro caso en la ciudad de Viena y sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, por ejemplo, no es de carácter tan selectivo.
Otro hecho importante: Algunas mujeres internadas en la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores del parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de "parto callejero" era más bajo que el de la División primera.
Semmelweis decide, por lo tanto, descartar esta explicación, por estar en contradicción con lo que consideraba hechos bien establecidos.
2. El hacinamiento.
Algunas personas habían sugerido como causa el hacinamiento de las pacientes. Sin embargo, Semmelweis observó que el hacinamiento era, de hecho, mayor en la Segunda División.
Conclusión: descartó la explicación, por estar igualmente en contradicción con los hechos.
3. La Dieta.
Se pensó también en la dieta; pero, al respecto, no había mayor variación en relación con la que se observaba en la Segunda División.
Conclusión: por motivos análogos a los ya expuestos, se prescindió igualmente de esta conjetura.
4. Cuidado general de las pacientes.
También el cuidado general de las pacientes fue objeto de atención. Pero se observó que no había diferencia sustancial entre ambas Divisiones.
Conclusión: por las mismas razones que en los casos anteriores, también se descarta.
5. Informe de una Comisión.
En 1846, una Comisión designada para investigar el caso atribuye las causas de la enfermedad a los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, sobre todo los estudiantes extranjeros, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta División.
Semmelweis piensa:
a) Las lesiones producidas durante el parto son muchos mayores que las que pudiera producir un examen por poco cuidadoso que fuera.
b) En realidad, las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus pacientes de manera análoga.
Por lo tanto, al parecer tampoco en este caso había motivo suficiente para aceptar esta explicación; sin embargo, esta vez decidió no descartarla y someterla a prueba. Con este fin, se redujo al mínimo la participación de los estudiantes. También se instruyó a éstos para que fueran extremadamente cuidadosos con las puérperas. Pero la mortalidad continuó.
6. Explicación psicológica: la presencia de un sacerdote.
Se dijo, también, que el sacerdote que portaba los últimos auxilios a los moribundos tenía que pasar, precedido por un monaguillo que hacía sonar una campanilla, por las salas de la Primera División antes de llegar a la enfermería. Se sostuvo que su presencia, anunciadora de la muerte, producía un efecto terrorífico-debilitante en las pacientes y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal.
Semmelweis decidió poner a prueba esta suposición y convenció al sacerdote para que se diera un rodeo y suprimiera el toque de la campanilla. Pero los índices de mortalidad continuaron iguales.
7. La posición de las pacientes.
A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: Las mujeres, en la División Primera, yacían de espaldas; en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia parecía irrelevante, decidió probar la diferencia. Hizo que las mujeres internadas en la Primera División se acostaran de lado. Aun así, nada variaba con respecto a la mortalidad.
8. La "materia cadavérica".
Finalmente, la casualidad le dio a Semmelweis la clave.
Un colega suyo, Kolletscka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba haciendo una autopsia. Poco después enfermó y falleció, mostrando en su agonía los mismos síntomas que se observaban en las pacientes afectadas con la fiebre puerperal. Al examinar el protocolo de necropsia observó que en el cuerpo del infortunado colega se habían realizado hallazgos similares a los que solía descubrirse en los cadáveres de las mujeres que morían de la fiebre: supuración grave de los vasos linfáticos y sanguíneos, inflamación del peritoneo y de la pleura, del pericardio y de las meninges, supuración y obstrucción total del ojo derecho.
Semmelweis, atando cabos, llegó entonces a una interesante conclusión:
Atribuyó a la "materia cadavérica" que el escalpelo del estudiante había introducido en el torrente sanguíneo del Dr. Kolletscka, la causa de la fatal enfermedad de su colega.
La semejanza entre el curso de la dolencia de su colega y el de las mujeres afectadas por la fiebre puerperal, más los hallazgos de la necropsia, le condujeron a la conclusión de que las mujeres fallecidas habían muerto por la misma causa: envenenamiento de la sangre por "materia cadavérica".
Pero ¿de qué manera había llegado la materia cadavérica a las pacientes?
Semmelweis comprendió que él, sus colegas y los estudiantes habían sido los portadores de la materia infecciosa. Él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias. Es cierto que se lavaban las manos, pero de un modo superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad, que, según Semmelweis, denotaba la presencia de materia cadavérica. En consecuencia, ¡el veneno llegaba a la sangre a través de los órganos genitales sangrantes por obra del médico o estudiante que hacía la exploración o atendía los partos!...
Semmelweis razonó, entonces, que si la suposición fuese correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Encontrando que una combinación de cal con cloro podía lograr este objetivo, dictó entonces la orden por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma; igualmente, pidió a sus colegas que hicieran lo mismo.
Los resultados no se hicieron esperar: la mortalidad a causa de la fiebre puerperal empezó a decrecer. En el año 1848 llegó hasta el 1.27 %, frente al 1.33 % de la División Segunda. Así, en el mes de julio sólo se presentaron tres casos fatales frente a cincuenta y siete en abril.
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