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Historias De Terror

Pierce20 de Marzo de 2013

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El puente del diablo

En el último lustro del siglo xvi llego a las fértiles tierras coate pecanas don José f. de la higuera, acompañado de su esposa, dos hijos, tres hijas y una nana mulata. Al poco tiempo el padre se convirtió en el hacendado mas poderoso.

Cuando sus hijos Juan y pancho se hicieron hombres, dividió la hacienda, por ello ahora conocemos aquellos lugares como el grande y el chico. Las propiedades de pancho limitaban con un rio que se separa de los padres de Inés (hermosa joven del cual el estaba enamorado). Los ranchos solo se comunicaban por un débil puente de madera.

Un día Inés le dijo a pancho que fuera a las 3 de la mañana para ir juntos puesto que estaba embarazada, su plan de escaparse se frustro debido a que una terrible tormenta arrastro el débil puente que la llevaría al lindero. Pancho se despertó e invoco la ayuda del diablo, quien se hiso presente de inmediato. El pacto consistió en que el señor de negro construiría un puente antes de que el gallo cantara anunciando las tres de la mañana.

Mientras el diablo se ponía a trabajar, Pancho le contaba a su nana lo ocurrido. Como la negrita lo quería mucho se cubrió con una piel de jabalí que adornaba la sala y se subió al tejado, estando arriba se sacudió la piel e hizo, una pequeña imitación de gallo. Al ingenio de la nana todos los gallos de por ahí comenzaron si quiquiriquí.

El inspirado canto, enfadado el diablo a quien solo le faltaba colocar la última piedra para colocar su ira, dio una patada sobre la roca dejando marcada su maligna pata de gallo, desde ese día hasta hoy lo llaman EL PUENTE DEL DIABLO por el que todos temen pasar y sobre todo al cual nadie camina, sobre todo si es en la madrugada.

La bella doncella de la laguna de zacapu

Hace años, siguiendo paso a paso las platicas de señoras y señores de alguna edad, originarios de esta población, nos pudimos enterar de esta bella leyenda. Nuestra laguna, hoy pequeña, antaño abarcaba lo que ahora podemos apreciar sembrado en la cenega y donde eran islas Trejero y Jauja. Cantabria entonces no existía. Poco después de que fuera desecada la Laguna en el siglo XIX, todavía nuestra laguna (la que quedó) tenía tres veces las dimensiones que ahora tiene. Y es seguro que de seguir el descuido en que la tenemos, poco a poco desaparecerá, pues sus riquezas y bellezas naturales se han ido acabando y destruyendo. En el Zacapu prehispánico, se cuenta, hubo una historia de amor que dio alas a la leyenda para llegar hasta nuestros días.

Cuenta que en el reino purémbe que tenía asiento en el Malpaís Negro vivía una doncella, hermosa como el roció de la mañana y bella como la Luna, que estaba enamorada de un príncipe de uno de los reinos cercanos que formaban el poderoso imperio de los purépecha. El príncipe venía a visitarla todos los días, y disfrutaban largos ratos embelesados, paseando en canoa por las ondas de la hermosa y apacible laguna, desde donde contemplaban la salida radiante del Padre Sol o el ocaso que teñía de rojo el atardecer, o miraban extasiados el albo vuelo de las garzas, o las ondas tranquilas de la propia laguna, 0 alguna flor acuática.

Y con esos momentos de felicidad transcurría el tiempo, lento y tranquilo para los enamorados. Pero un día, los deberes de su jerarquía reclamaron al príncipe y éste se alejó de la dulce doncella de Zacapu... pasaban los días y el príncipe no volvía... La dulce y hermosa doncella, desesperada, desoyendo los consejos de su madre, decidió ir en busca de su príncipe amado.

Se dirigió a la laguna, pasando por los sagrados cúes del Uringuarapexo (La Crucita) y bajando a la orilla, tomo una canoa para cruzar las aguas e ir en busca de su amado, pero la inexperiencia de la doncella hizo que la frágil embarcación se volcara y pereciera ahogada, perdiéndose para siempre su cuerpo, cubierto por el manto de las aguas. Bueno, pues se cuenta que por las noches aparece la doncella, mas bella y radiante, que emerge del agua buscando a su príncipe y que al no hallarlo, se lleva a algún hombre, al que seduce por su hermosura.

La primera cruz de encino en la crucita

El lugar más importante de la región, durante la epoca prehispánica fue el Uringuarapexo (la fortaleza formada de piedra chica), un cerro que junto con otros de idéntica elevación están formadas de solidas masas pétreas cuyo origen es la lava de algunos volcanes que existieron en esa zona. Su difícil acceso le permitió a los purépecha usarlos como inexpugnable fortaleza, para resguardo de sus objetos de veneración.

Sobre lo alto del hoy conocido como CERRO DE LA CRUCITA, se alzaron palacios de príncipes y sacerdotes, así como los soberbios pues destinados a adorar Tu cup Acha (El espirito creador del universo), a Queranda Angapeti (La Peña que esta levantada), a Curicaveri (El Gran Fuego).

Como allí residía el gran sacerdote de los purépecha a quien llamaban Petamuti EL SABIO, y como el emperador reinante le visitaba cada año, viniendo desde Patzcuaro o desde Tzintzuntzan, dignos de su jerarquía alzaban se los palacios en que se hospedaban. Aun pueden apreciarse las ruinas del PALACIO DEL COLZONZI y EL CASTILLO DE LA REYNA.

En nuestros días y visto desde la parte del suroeste del cerro, por la carretera de Zamora se puede apreciar que esa es la parte accesible, formada por extensos balcones escalonados que surgieron la técnica empleada por los incas en su territorio, para ir ascendiendo y llegar al enorme basamento sobre el que se construyeron las yacatas de la CASA DEL SOL, en el poniente, simbolizada por el color negro, y donde el Padre Sol pasaba la noche y donde tenía sus mujeres y sus músicos.

En esta zona arqueológica, don Alfonso Caso práctico estudios y excavaciones, donde localizo una tumba, en la que estaba un esqueleto humano, posiblemente de un cacique u hombre principal, varios fósiles, puntas de lanzas y puntas de flechas en diversos materiales y diversos estilos (tzinapu negro y blanco de hueso), cuchillos, hachas de cobre y de piedra, así como piezas de cerámica e idolillos de barro, joyas de oro, y otros objetos.

En este lugar, a la llegada de los españoles y tras la destrucción causada por la violencia de la conquista, uno de los primeros frailes franciscanos que vinieron a evangelizar esta parte del mundo, coloco una gran cruz que le con sus propias manos fabrico con la madera que extrajo de una enorme encina, arbol que abunda en la región y cuya madera estuvo destinada a mantener el fuego sagrado en los aves de los dioses indígenas.

Hoy, en estos días de la ultima década del siglo xx, todavía esta en pie esa cruz de encina, un tanto carcomida por acción del paso inexorable de los meses, los años y los siglos. Colocada sobre un basamento al propio estilo de los yacadas, contribuido con piedra laja y tierra, extraídos del sagrado cue de Queranda Angapeti. Sobre las ruinas del propio viejo cue se alza dominando toda la región con su figura esbelta que le hace un poco diferente en su estructura a las otras cruces que fueron colocadas en las prominencias geográficas de nuestro territorio.

La iglesia misteriosa

Hace ya muchos años, cuando San Pedro Zacapu eras un pequeño poblado, formado por un centenar de casas que se agrupaban en torno de la parroquia, como polluelos al rededor de la gallina, la laguna quedaba lejos del poblado.

Al acercarse la semana santa, la ley católica que habitaba en la comarca, guardaba la cuaresma, bien observando la ayuna y la abstinencia de carne, como la mandaba la santa iglesia, bien observando la conducta de penitencia que acentuaba aun mas lo apacible de la comunidad.

Parecía que el tiempo transcurría con lentitud. Era entonces costumbre de celebrar el sábado de gloria asistiendo a una sola misa solemne que se celebraba casi al medio día y donde se HABRIA LA GLORIA con repique de campanas a tronar de cohetes y cohetones. Al salir de los oficios religiosos, los zacapenses se dirigían a sus hogares a saborear las ricas viandas preparadas con anterioridad.

Rica y variada era la comida especial de cuaresma: nopalitos, torrensos de papa o camarón molido; chiles rellenos con queso, pescado blanco de Patzcuaro, caldo de cuerepitos, caldos de los chapos traídos del rio Anglo, capirotada, etc.

Por la tarde, mientras el padre de las luces sus reflejos iba ocultando tras la majestuosa cumbre del Tecolote, para dar lugar al descanso, las familias se reunían para gozar de la convivencia que fortalecía así los lasos familiares.

Pues esa noche de sábado de gloria era apacible y serena. La luna se peinaba en los espejos de plata de la laguna y las estreyas como damas de su corte, curiosas, curiosas fueron asomándose una a una.

Más de pronto en el centro de la laguna empezó a formarse un remolino cuyas ondas y espiral fueron creciendo en tamaño e intensidad. Tal era la fuerza de aquel remolino que abarcaba casi toda la amplia extensión de ese vaso lacustre.

De pronto, como si se tratase de un fenómeno sobrenatural que obedecía al mandato y al sortilegio de algún mago, emergió en el centro del remolino una hermosa y majestuosa iglesia antigua, con dos capulas gemelas que brillaban bajo los rayos de plata de la luna llena, como guardianes de aquel maravilloso tesoro.

Las pocas personas que por alguna razón no gozaban ya del dulce sueño a que da lugar la vida provinciana, pues eran las doce de la noche, veían extanciadas este fenómeno, y decían que la iglesia parecía una diosa emergiendo de las aguas, tras despertar de un largo sueño.

Las cuatro o cinco personas que se encontraban cerca de ese lugar, fueron atraídas misteriosa y lentamente hacia las aguas, donde el remolino se los trago.

La

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