ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Hombre Y Mujer

Bettinamg5 de Mayo de 2013

21.458 Palabras (86 Páginas)301 Visitas

Página 1 de 86

OSHO

HOMBRE Y MUJER

La danza de las energías

Compártelo

MA GYAN DARSHANA

osho_library@gruposyahoo.com

Índice

Introducción: El hombre y la mujer son com¬plementarios

La danza de los opuestos

Complementarios

Cortejo

Descubrimiento

Intimidad

El viaje de descubrimiento

Amor

Soledad

Comunión

Madurez

La danza interior

Sobre el autor

Acerca del Centro de Meditación

Biografía abreviada

Hombre y Mujer

La danza de las energías

INTRODUCCIÓN

El hombre y la mujer son complementarios

Ha habido hombres y ha habido mujeres, pero no ha habido seres humanos.

El hombre solo no será capaz de llegar muy lejos. La mujer sola simplemente será un estan¬que de energía sin posibilidad alguna de movi¬miento dinámico. Cuando ambos están juntos son complementarios. Ninguno está por encima del otro. Los complementarios jamás están arriba o abajo, son iguales. Juntos conforman un todo, y juntos pueden crear una santidad que no resulta posible para ninguno por separado.

Un hombre, para ser realmente masculino, ha de ser aventurero, creativo, ha de ser capaz de to¬car tantas iniciativas en la vida como le sea posi¬ble. La mujer, para ser de verdad una mujer, ha de ser un estanque de energía detrás del hombre, para que la aventura pueda disponer de tanta energía como sea posible. La energía será necesaria para que la aventura pueda tener cierta inspiración, cierta poesía, de modo que el alma aventurera pue¬da relajarse en la mujer y verse rellenada con vida, rejuvenecida.

El hombre y la mujer, juntos, moviéndose de manera positiva, son un todo. Y la verdadera pa¬reja -y hay muy, pocas parejas verdaderas- es una en la que cada uno se ha unido con el otro de una forma positiva.

Si ambas partes son conscientes del hecho de que se trata del encuentro de opuestos, de que no hay necesidad de convertirlo en un conflicto, en¬tonces es una gran oportunidad para comprender y asimilar el punto de vista totalmente opuesto. De esa manera, la vida de un hombre y de una mujer, juntos, puede convertirse en una hermosa armonía. El enfoque femenino y el enfoque mas¬culino son tan distintos que a menos que se lleve a cabo un esfuerzo consciente, a menos que se convierta en vuestra meditación, no existe espe¬ranza de disfrutar de una vida apacible.

Siempre que dos personas se encuentran, se crea un mundo nuevo. Su simple reunión le da vi¬da a un nuevo fenómeno, que antes no existía, que nunca había existido. Y a través de ese nuevo fenómeno ambas 'personas' son modificadas y transformadas. Vosotros creáis la relación, pero dicha relación también os crea a vosotros.

Si nuestras relaciones con las personas con¬tienen la gran comprensión de que al otro habría que concederle una libertad total para que pueda seguir siendo lo que es, quizá con cada momento se pueda revelar más y más belleza. Haced que el amor de la gente sea libre, haced que la gente no sea posesiva. Pero esto solo puede suceder si en vuestra meditación descubrís vuestro ser.

La intimidad con una mujer o con un hombre es mejor que tener muchas relaciones superficia¬les. El amor no es una flor de temporada, requie¬re años para crecer. Y solo cuando crece va más allá de la biología y empieza a tener algo de lo espiritual en su naturaleza. Estar con muchas mu¬jeres o con muchos hombres os mantendrá super¬ficiales; quizá satisfechos, pero superficiales; ocupados, desde luego, pero no de un modo que os vaya a ayudar en el crecimiento interior. Pero una relación de uno a uno, sostenida para que po¬dáis comprenderos de manera más personal, aporta un beneficio tremendo.

Continuad buscándoos, encontrando maneras nuevas de amaros, de estar juntos. Cada persona es un misterio infinito, inagotable, insondable, de modo que no es posible que alguna vez podáis decir: «La he conocido», o: «Lo he conocido». Como mucho, podréis decir: «He intentado todo lo que he podido; pero el misterio sigue siendo un misterio». De hecho, cuanto más conocéis, más misteriosa se vuelve la otra persona. Entonces el amor es una aventura constante.

En un mundo mejor, con personas más medi¬tativas, con un poco más de iluminación en la Tie¬rra, la gente amaría, amaría inmensamente, pero su amor seguiría siendo una unión, no una relación, y no digo que ese amor llegará a ser únicamente momentáneo. Existen todas las posibilidades de que ese amor sea más profundo que el vuestro, que posea una cualidad más elevada de intimidad, que tenga más poesía y más de Dios en él. Y existe to¬da la posibilidad de que ese amor dure más de lo que vuestra así llamada relación pueda llegar a du¬rar jamás. Pero no lo garantizaría la ley, ni los tri¬bunales ni la policía.

La garantía sería interior. Sería un compro¬miso desde el corazón, una comunión silenciosa.

La danza de los opuestos

Hay unas pocas cosas muy fundamentales que se deben entender.

Primera, un hombre y una mujer son, por un lado, mitades del otro, y por el otro lado, polari¬dades opuestas. El hecho de ser opuestos hace que se atraigan. Cuanto más separados estén, más profunda será la atracción; cuanto más diferentes sean, más grande será el encanto, la belleza y la atracción. Pero ahí radica todo el problema.

Cuando se acercan, quieren acercarse más, quieren fundirse en el otro, quieren convertirse en uno, en un todo armonioso... pero toda su atracción depende de la oposición, y la armonía dependerá de disolver dicha oposición.

A menos que una relación amorosa sea muy consciente, va a crear mucha angustia y problemas.

Todos los amantes tienen problemas.. El problema no es personal; radica, en la misma na¬turaleza de las cosas.

Lo llaman enamorarse.!No pueden aportar ra¬zón alguna que explique una atracción tan tre¬menda hacia el otro. Ni siquiera son conscientes de las causas subyacentes; y por eso suceden co¬sas extrañas: los amantes más felices son aque¬llos que jamás se encuentran. En cuanto lo hacen, la misma oposición que creó la atracción se con¬vierte en un conflicto. En cada cosa pequeña sus actitudes y enfoques son diferentes. Aunque ha¬blan el mismo idioma, son incapaces de entenderse.

El modo en que un hombre observa el mundo es distinto del de una mujer.

Por ejemplo, un hombre está interesado en co¬sas lejanas... en el futuro de la humanidad, en las estrellas distantes, en si hay seres vivos en otros planetas. Una mujer simplemente ríe entre dientes ante esas tonterías. A ella solo le interesa un círcu¬lo muy pequeño y cerrado: los vecinos, la familia, quién engaña a su esposa, qué esposa se ha ena-morado del chofer. Su interés es muy local y muy humano. No le preocupa la reencarnación; tampo¬co le preocupa la vida después de la muerte.

Su preocupación es más pragmática. Le preo¬cupa el presente, el aquí y el ahora.

El hombre jamás está en el aquí y el ahora.

Siempre se encuentra en alguna otra parte.

Si ambas partes son conscientes del hecho de que se trata de un encuentro de opuestos, de que no hay necesidad de convertirlo en un con¬flicto, entonces es una gran oportunidad para en¬tender el punto de vista totalmente opuesto y asimilarlo. En ese caso, la vida de un hombre y una mujer, juntos, puede transformarse en una hermo¬sa armonía. De lo contrario, es una pelea constan¬te. Hay descansos... no se puede mantener una pe¬lea durante veinticuatro horas al día; también hace falta descansar para prepararse para una nueva pe¬lea. Sin embargo, uno de los fenómenos más ex¬traños es que durante miles de años los hombres y las mujeres han estado viviendo juntos, y aun así son extraños. Siguen teniendo hijos, pero continúan siendo extraños. Los enfoques femenino y mascu¬lino son tan opuestos entre sí que a menos que se realice un esfuerzo consciente, a menos que se convierta en vuestra meditación, no existe espe¬ranza de disfrutar de una vida apacible.

La mujer piensa intuitivamente, el hombre in¬telectualmente, lo que impide el encuentro. La mujer simplemente llega a conclusiones sin ningún proceso de pensamiento. Y el hombre avanza paso a paso para alcanzar una conclusión.

El hombre se esfuerza por llegar a una conclu¬sión, mientras que la mujer simplemente la saca. Posee una sensación intuitiva.

Por ello no se puede engañar a una mujer, en especial a vuestra esposa. Resulta imposible; na¬die ha sido jamás capaz de lograrlo. De inmediato os descubrirá, porque el modo en que la mujer ve no se parece al modo en que veis vosotros. Ella entra por la puerta de atrás, ¡mientras que vosotros ni siquiera sabéis que tenéis una puerta trasera! Distribuís todo ante la puerta delantera, y ella en¬tra por la de atrás y conoce todos los detalles.

El marido llega a casa preparado. Qué va a decir, cómo va a responder... lo repasa todo, y en cuanto mira a la mujer todos los ensayos se desvanecen y se comporta como un niño tartamu¬do. Incluso una gran persona como Napoleón le tenía mucho miedo a las mujeres. Temía a su pro¬pia esposa, porque lo descubrirá de inmediato.

La mente del hombre sigue un curso zigza¬gueante, la de la mujer un curso recto como una flecha. Ella no escucha lo que decís, sino que os mira a los ojos. Presta atención al modo en

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (129 Kb)
Leer 85 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com