Internet mundial
sergiohiromoto8 de Diciembre de 2014
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Pongámonos en el supuesto de que el internet mundial pueda ser apagado con tan solo presionar un botón. No solo eso, sino que todos los aparatos electrónicos que tenemos dejan de funcionar. Una parte del mundo quedaría en total oscuridad y vería la noche tal y como es. El caos que sucedería a ese momento sería fatal. La civilización entera entraría en pánico. Sin medios de comunicación, sin interruptores que puedan encender las luces. Entonces las personas empezarían a prender velas para poder orientarse. La cantidad de catástrofes que afrontaría el sistema serían terribles. La población se desorientaría.
En algún momento se volvería a encender la luz, la gente prendería sus televisores para ver las noticias; querría saber qué es lo que está pasando. Las redes de telefonía colapsarían por la cantidad de personas que intentarían comunicarse. Las redes sociales se llenarían de contenido referido al tema, tal sería el impacto que la prensa de todos los países estarían debatiendo acerca de ello.
Ahora imaginemos que el internet nunca más regresa. Que las señales de teléfono no regresen jamás. ¿Se lo imaginan? Entonces empezarían las quejas, eso es algo que sabemos hacer muy bien. Dependemos del sistema, de esa realidad creada en nuestras mentes.
Nos venden la libertad como una ideal al que deberíamos aferrarnos. Lo gracioso es que nos los venden. No sé si sea tan cómico pero es irónico que se nos venda algo que por defecto deberíamos ejercer. Desde que llegamos al mundo entramos dentro de un esquema preestablecido de cómo deben ser las cosas. Nuestros padres ya forman parte de él y su misión es ayudarnos a formar parte del mismo. Luego comienza nuestra educación, lo cual es un derecho fundamental, pero que prácticamente se nos obliga a recibir. Entramos a formar parte del sistema desde abajo, se nos enseña a leer, a escribir, se nos enseña historia. ¿Se nos enseñará la historia tal y cómo fue? O tan solo nos contarán esa parte que “deberíamos” saber. Nos uniforman, nos ponen normas, algunas de ellas ni siquiera tienen sentido pero nos las imponen. Quieren que aprendamos a dejarnos pisotear por quién tiene el poder de hacerlo. Nos plantean tareas como obligaciones, calificaciones que miden “el nivel de inteligencia” cuando en realidad solo nos están poniendo límites.
Nos cuentan que grandes personajes de la historia aportaron con grandes avances a la humanidad, lo raro es que a todas esas personas no les fue tan bien al final, ya que terminaron muertos, encerrados u obligados a callar. Pero en fin, su nombre se hizo inmortal, ¿no?
Son aquellos que comprenden el sistema y su control de masas los que se desarrollan y siguen formando parte de él, volviéndolo cada vez más fuerte. Son quienes adquieren el poder quienes lo usan para su propio beneficio. Beneficio que sigue adquiriendo el sistema a costo de la vida de cada uno de nosotros.
En un inicio, los medios de comunicación eran solo una herramienta que facilitaba la comunicación entre las personas. Era beneficioso. Pero como todo descubrimiento, siempre se puede convertir en un arma de doble filo.
Cada vez se meten más en nuestra vida. Al comienzo tener un teléfono en casa era algo meramente lujoso. Después se volvió algo común, quiénes llevaban un teléfono celular portátil eran quienes estaban al mando de la tecnología. Luego se volvió una necesidad y ahora, en esta época, un requisito.
Desde que se empezó a hacer uso del internet, la civilización entera ha cambiado la forma que tiene de relacionarse, más aún con la invención de las redes sociales. Muchas de las conversaciones que antes se daban “cara a cara” ahora se esconden detrás de una pantalla. Las cartas de amor ya dejaron su vigencia para dar paso a un ícono en forma de corazón que se envía tan solo con hacer un click. Saludar a alguien por su cumpleaños
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