Introducción al análisis del discurso
MARC3LLATesis7 de Abril de 2015
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Introducción al análisis del discurso
Vicente Manzano – 2005
Qué es discurso
Existe una gran cantidad de términos que se confunden con discurso: debate,
consejo, negociación, exposición, texto, argumentación, retórica, diálogo,
monólogo, miting, etc. Lo que vamos a entender por discurso tiene un origen
lingüístico, pero se extiende más allá, llegando a un significado muy amplio y, a
la vez, operativo y poderoso, tanto para entender lo que ocurre como para
intervenir en ello.
Hay dos aspectos, relacionados con la naturaleza humana, que ayudan a
nuestro cometido de entender qué cosa es esa del discurso: las personas
somos seres sociales y lingüísticos. Para entendernos como personas
necesitamos tener en cuenta que nacemos y nos hacemos en sociedad, de la
que tomamos conocimientos, pensamientos, formas de estructurar lo que nos
rodea, hábitos, moral, cultura... y lenguaje. Éste no es un compartimiento
estanco, sino que está confundido con todo lo demás. El lenguaje (de las
palabras, de los gestos, de los símbolos más diversos...) estructura el
pensamiento, permite la comunicación, otorga significado a lo que ocurre... y
también absorbe cuanto ocurre, mutando continuamente. Las personas hemos
nacido y nos comportamos en este entorno complejo y simbólico.
Al unir el lenguaje (en su sentido amplio, que incluye toda gestión de símbolos
más allá de las palabras) con la vida en sociedad, obtenemos los discursos.
Éstos constituyen unidades con significado completo. Un discurso es más que
una colección de frases. Incluye, como veremos, ideología, cultura, contexto
complejo. Los discursos son compendios que transmiten significados y
proponen comportamientos sobre asuntos que pueden ser muy específicos o
muy generales. Cada vez escuchamos más expresiones como “el discurso de
los medios” “el discurso de la derecha” “el discurso del mercado”, etc. Y no es
que estos agentes tomen un micrófono ante las cámaras y lean un texto
escrito.
Un discurso puede ser desde eso, un texto breve escrito, hasta una amplia
colección de películas, libros y leyes, por ejemplo. Es como si alguien que
piensa de un modo definido creara muchas películas, muchos libros y muchas
leyes desde su visión particular del mundo, su propia ideología, su forma de
entender las cosas, sus objetivos, su versión de lo bueno y lo malo, etc. No es
una persona concreta quien se encuentra tras esos discursos, sino muchos
agentes que comparten esos mismos elementos y que trabajan, muchas veces,
sin ser conscientes del discurso que elaboran, mantienen y propagan.
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De hecho, en la práctica, aplicamos el término “discurso” tanto en su versión
amplia como reducida. Un discurso es tanto esa colección de acciones
unificantes o uniformadoras con respecto a una forma concreta (que puede ser
muy compleja) de entender las cosas y de actuar con respecto a ellas, como
cada una de las unidades más concretas, pero con sentido completo, que se
elaboran desde esa versión amplia. En este segundo sentido, un libro concreto
de ese “paquete amplio” es un discurso, como lo son unas declaraciones de un
líder político en una rueda de prensa o una lección de un profesor en una clase
universitaria.
Un ejemplo de la versión amplia es el discurso belicista. En éste se pueden
identificar muchos elementos, incluyendo las argumentaciones que sostienen
una intervención armada en nombre de principios universales como la justicia o
la libertad; pueden identificarse agentes como las entidades responsables de
llevar la misión a cabo (como el ejército de un país concreto); se identifica el
reparto de papeles en el escenario: quiénes son los buenos y quiénes los
malos, por ejemplo; etc. El discurso belicista se observa en declaraciones de
líderes ante los medios, en libros, en foros de discusión, en conferencias... Se
puede analizar el discurso de una película concreta o un cuento para niños1
concreto y observar que se tratan de ejemplos particulares insertos en el marco
amplio del discurso belicista.
El análisis del discurso es un campo de estudio muy complejo y
necesariamente multidisciplinar. Surge históricamente de varios frentes,
especialmente en el seno de la lingüística, cuando se desea seguir avanzando
en la comprensión del lenguaje (de los fonemas a las palabras, de éstas a las
frases, de éstas a las composiciones, de éstos a los textos completos). Pero
pronto se observan iniciativas desde la antropología, la etnografía, la
psicología, la sociología, la historia... Son muchos los aspectos relevantes en
un discurso que competen a disciplinas que tradicionalmente han trabajado por
separado.
Hoy en día, el análisis del discurso se encuentra en plena fase de expansión.
No existe un paradigma dominante. Se trata de un campo de estudio que sigue
cobrando forma con rapidez y que se aplica a todo tipo de contextos. Si bien
coexiste una perspectiva muy lingüística, que pretende un análisis aséptico de
los discursos, es muy habitual que los analistas se conciban como agentes de
cambio, es decir, como personas que tienen la responsabilidad de denunciar
los efectos de los discursos, de hacer explícitos sus componentes, de dar a
conocer cómo nuestra construcción de la realidad está fuertemente
mediatizada por los discursos que recibimos y habitualmente mantenemos y
repetimos. Los discursos constituyen tal vez la herramienta más persuasiva
para conseguir modelar actitudes, es decir, formas de pensar, sentir y actuar.
Teniendo el poder de dar forma y transmitir los discursos, se posee también la
oportunidad de construir realidad.
1 Los cuentos infantiles, de hecho, constituyen unos de los procedimientos habituales de
propagación de la ideología machista (Turín, 1995).
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En qué consiste el análisis del discurso
Para analizar un discurso es necesario, obviamente, identificarlo primero. Esta
tarea es dinámica. Si hablamos del discurso de una unidad muy concreta
(como una sesión de clase o una comparecencia de un político ante los
medios), la tarea parece más fácil. Pero hay que considerar que esa unidad se
genera desde un todo más amplio e identificarlo es una tarea no inmediata.
Analizando varias unidades concretas, el discurso en sentido amplio va
aflorando con nitidez, tomando forma y mostrándose cada vez con mayor
claridad en toda su complejidad.
Como el discurso genera realidad, analizarlo implica descubrir no sólo sus
elementos característicos, sino su funcionamiento, es decir, cómo consigue
construir realidad y esa en concreto.
Por tanto, analizar el discurso implica:
1. Identificar los componentes que rodean al discurso, que hacen
comprensible su contenido, su cometido y su efecto:
a. Contexto (físico, psicológico, político, cultural...)
b. Asunto o tema (explícito e implícito)
c. Los agentes y los pacientes implicados (quien lo genera, para
quién, sobre quién, qué relaciones de poder alimentan)
d. Productos (qué materiales se están generando desde ese
discurso, con qué funciones, mediante qué canales)
2. Entrar en su contenido denso:
a. Ideología (valores, actitudes, visión del mundo...)
b. Recursos lingüísticos (expresiones, metáforas...)
c. Argumentaciones (lógica, heurísticas, recursos...)
d. Técnicas de persuasión empleadas.
e. Propuestas de acción implícitas y explícitas.
f. Estrategias de apoyo y legitimación (datos, expertos, tradición...)
3. Generar un modelo completo sobre el discurso, que considere la
relación entre todos los elementos analizados, su génesis, su expresión
y sus consecuencias.
En el llamado análisis crítico del discurso, hay más que los puntos anteriores,
puesto que el analista se plantea seriamente qué se puede hacer para
enfrentarse al discurso como herramienta de poder, cómo intervenir. El objetivo
del análisis crítico del discurso es asumir una posición con el fin de descubrir,
desmitificar y, al mismo tiempo, “desafiar” una posición o dominación mediante
un análisis crítico del discurso opuesto. Así, en lugar de centrarse en la
disciplina y sus teorías o paradigmas lo hace en la relevancia de una situación
problemática o crucial. El trabajo de un analista crítico está orientado por un
“problema” más que por un marco teórico; su análisis, su descripción de un
fenómeno como la formulación de una teoría juegan un rol en la medida que
permita una mejor comprensión crítica de la “desigualdad social” basada en,
por ejemplo, origen, género, clase, religión, lengua, u otro criterio que pueda
definir las diferencias humanas. Su fin último no es puramente científico, sino
también político y social, es decir, con tendencia al “cambio”. Es justamente en
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este sentido que la orientación social se
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