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LA BENDICION DEL TRABAJO


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2013  •  617 Palabras (3 Páginas)  •  376 Visitas

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LA BENDICIÓN DEL TRABAJO.

Cuñado Elías, espero que al leer estas líneas entiendas que las escribo porque creo que es necesario que reflexiones sobre tu labor educativa, espero que entiendas que no lo hago con el fin de criticarte ni de hacerte sentir mal.

Siempre he pensado que la vida del maestro debe ser ejemplar en todos los sentidos, pues somos el ejemplo a seguir por nuestros alumnos, pero principalmente por nuestros hijos porque ¿Cómo podemos pedirle s algo que nosotros no tenemos? por ello la importancia de ser siempre ejemplares en lo que respecta a los buenos ejemplos y a la responsabilidad en el trabajo.

Querido cuñado me atrevo a escribirte éstas líneas por la enorme amistad que nos une y también porque veo con profunda tristeza que tu labor educativa deja mucho que desear y aunque entiendo tu cansancio y tu fatiga, no lo justifico porque considero que el precio que puedes pagar puede ser demasiado alto, tu imagen se desmorona ante los ojos de tus hijos y Omar necesita una buena imagen paterna a quien imitar, te invito a que hagas un esfuerzo sobrehumano que sé que puedes y vuelvas a ser el buen maestro que tus hijos y los que te estimamos conocimos, por lo tanto permíteme compartir contigo la siguiente reflexión.

Cierto día me desperté con mucha flojera, renegando, con mucho trabajo me deshice de las cobijas, fui al baño con los pies y el alma a rastras mientras maldecía el levantarme de la cama sin poder estar un poco más en ella, desayune con los ojos cerrados como la mente, la pereza me dominaba ¿por qué trabajar? ¡Esto es una verdadera maldición¡ me dirigí a mi camioneta de lujo y confort, observé por el camino el pavimento mojado por la lluvia y seguí maldiciendo el tener que ir a trabajar, el semáforo marco el alto, de pronto como un rayo se colocó frente a todos los automóviles, algo parecido a un bulto, por curiosidad abrí más mis pequeños ojos y descubrí, que aquello era el cuerpo de un joven montado en un carro de madera.

Aquel hombre no tenía piernas y le faltaba un brazo, sin embargo con su mano izquierda conducía el pequeño vehículo y a la vez manejaba con maestría un conjunto de pelotas con las que hacía malabares.

Las ventanillas de los autos se habían parado para dar algunas monedas al malabarista en cuyo pecho llevaba un letrero el cual pude leer cuando se acercó a mí y decía:

“GRACIAS SEÑOR POR EL TRABAJO OTORGADO, GRACIAS A EL NO ME HACE FALTA NADA”

Recibí un fuerte golpe en mi interior, mientras el hombre-bulto, se retiraba, desde aquel día algo cambió en mi interior, nunca más en mi mente esa señal negativa que me paralizaba por la pereza volvió, a partir de entonces he tratado de realizar mi trabajo sin detenerme.

Querido Elías, que mejor ejemplo podemos heredar a nuestros hijos que el de la formalidad y principalmente

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