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LA FORMACION DEL INGENIERO


Enviado por   •  23 de Mayo de 2013  •  8.189 Palabras (33 Páginas)  •  3.893 Visitas

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UNIDAD 4: La formación del Ingeniero.

"El ser humano aprende en la medida que participa en el descubrimiento y la invención. Debe tener libertad para opinar, para equivocarse, para rectificar, para ensayar metodos y caminos".

Ernesto Sábato

4.1 Integración arte, ciencia y tecnología:

Ethos del arte. Ethos de la ciencia y la

tecnología. La moral y la ética como

valores universales.

4.2 Conciencia histórica social: Vivencias y

preceptos históricos. La historia como

fuente para el rescate de la identidad

local, nacional y latinoamericana.

4.2 El Ingeniero: Proyección formativa:

formación integral, reflexiva y creativa

para el desarrollo de la productividad

social. Participación y ejecución de

proyectos sociales.

Ethos es una palabra griega (ἦθος; plurales: ethe, ethea) que puede ser traducida de diferentes maneras. Algunas posibilidades son 'punto de partida', 'aparecer', 'inclinación' y a partir de ahí, 'personalidad'.

De la misma raíz griega, la palabra ethikos (ἠθικός), que significa 'teoría de la vida', y de la que derivó la palabra castellana ética.

En su vigésimo tercera edición, el Diccionario de la Real Academia incorpora la palabra "etos", que aparece definida como "Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad."

En el arte, el Ethos es el estatismo emocional, entendido como contrario del Pathos, el dinamismo emocional. El Ethos forma parte del cánon griego desde la época arcaica a la pre helenística, siendo su mayor expresión la época clásica.

El ethos es también uno de los tres modos de persuasión en la retórica (junto con el pathos y el logos), según la filosofía de Aristóteles.

"Ethos", que significa inicialmente "morada o lugar donde habitan los hombres y los animales"; pareciera que fue el poeta Homero el primero en dar esta primera acepción. Posteriormente Aristóteles se encarga de otorgar un segundo sentido a este ethos, entendiéndolo como "Hábito, carácter o modo de ser" que va incorporado en el hombre a lo largo de su existencia.

El ethos al entenderse como un hábito, como un modo de ser, constituye para la tradición griega una segunda naturaleza. Se trata de una creación genuina y necesaria del hombre, pues éste desde el momento en que se organiza en sociedad, siente la necesidad imperiosa de crear reglas para regular su comportamiento y permitir modelar así su carácter.

El uso que se ha generalizado en sociología es el punto de partida de las ideas que conforman el carácter de determinado sistema o escuela de pensamiento. Es el lugar o ámbito intelectual desde donde se conforma una unidad teórica.

El ethos de la ciencia

El ethos de la ciencia es ese complejo, con resonancias afectivas, de valores y normas que se consideran obligatorios para el hombre de ciencia (2). Las normas se expresan en forma de prescripciones, proscripciones, preferencias y permisos. Se las legitima en base a valores institucionales. Estos imperativos, trasmitidos por el precepto y el ejemplo, y reforzados por sanciones, son internalizados en grados diversos por el científico, moldeando su conciencia científica o, si se prefiere la expresión de moda, su superego. Aunque el ethos de la ciencia no ha sido codificado (3), se lo puede inferir del consenso moral de los científicos tal como se expresa en el uso y la costumbre, en innumerables escritos sobre el espíritu científico y en la indignación moral dirigida contra las violaciones del ethos.

El examen del ethos de la ciencia moderna sólo es una introducción limitada a un problema mayor: el estudio comparativo de la estructura institucional de la ciencia. Aunque las monografías detalladas que reúnen los necesarios materiales comparativos son escasas y dispersas, proporcionan cierta base para el supuesto provisional de que "se brinda oportunidad de desarrollo a la ciencia en un orden democrático que se halle integrado con el ethos de la ciencia". Esto no significa que la actividad científica esté limitada a las democracias (4). Las más diversas estructuras sociales han brindado apoyo a la ciencia en cierta medida. Sólo basta recordar que la Academia del Cimento fue patrocinada por dos Médicis; que Carlos II reclama la atención histórica por su concesión de una carta a la Royal Society de Londres y su patrocinamiento del Observatorio de Greenwich; que la Académie des Sciences se fundó bajo los auspicios de Luis XIV, por consejo de Colbert; que, instado por Leibniz, Federico I dio fondos a la Academia de Berlín; y que la Academia de Ciencias de San Petersburgo fue creada por Pedro el Grande (para refutar la idea de que los rusos son bárbaros). Pero tales hechos históricos no suponen una asociación al azar de la ciencia y la estructura social. Existe la cuestión adicional de la proporción de los logros científicos con respecto a las potencialidades científicas. La ciencia se desarrolló en diversas estructuras sociales, sin duda, pero ¿cuál es la que brinda el contexto institucional más apropiado para su mayor desarrollo?

El fin institucional de la ciencia es la extensión del conocimiento certificado. Los métodos técnicos empleados para alcanzar este fin proporcionan la definición de conocimiento apropiada: enunciados de regularidades empíricamente confirmados y lógicamente coherentes (que son, en efecto, predicciones). Los imperativos institucionales (normas) derivan del objetivo y los métodos. Toda la estructura de normas técnicas y morales conducen al objetivo final. La norma técnica de la prueba empírica adecuada y confiable es un requisito para la constante predicción verdadera; la norma técnica de la coherencia lógica es un requisito para la predicción sistemática y válida. Las normas de la ciencia poseen una justificación metodológica, pero son obligatorias, no sólo porque constituyen un procedimiento eficiente, sino también porque se las cree correctas y buenas. Son prescripciones morales tanto como

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