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LA INDUSTRIA TURISTICA DOMINICANA Y LOS PROBLEMAS IMPOSITIVOS QUE AFECTAN LA COMPETITIVIDAD

yasindymabelisse6 de Julio de 2013

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LA INDUSTRIA TURISTICA DOMINICANA

Y LOS PROBLEMAS IMPOSITIVOS QUE AFECTAN LA COMPETITIVIDAD

El turismo en la economía dominicana

Suponemos que nadie pretenderá que es una exageración si se dice que el turismo es la nueva espina dorsal de la economía dominicana. El sector incluye directamente las actividades hoteleras, bares y restaurantes, cuyos servicios son utilizados en un alto porcentaje por no residentes, por lo que constituyen exportaciones de servicios y bienes. Pero además, indirectamente existen otras muchas actividades que le sirven de apoyo o suministro, o cuya demanda está asociada a los ingresos generados por el turismo. La suerte de estas ramas de la economía está íntimamente ligada a lo que ocurra con el turismo.

Es, con toda seguridad, el sector más integrado de la economía nacional, y el que irradia mayor influencia y el que más distribuye ingresos hacia el resto del aparato productivo. Los aproximadamente 4.3 millones de no residentes que están visitando el país durante el presente año, incluyendo 4 millones sólo por vía aérea, algún efecto importante han de estar teniendo sobre toda la economía.

Para alcanzar una idea más o menos precisa de su magnitud vamos a considerar que según las estadísticas del Banco Central, la estadía media de los visitantes extranjeros (vía aérea) fue de 9.3 días en el 2006 y el gasto diario promedio fue de US$102.72. A su vez, cada dominicano residente en el exterior gasta en el país unos US$785 durante su visita, equivalentes a 46 dólares diarios.

Considerando que una aproximación a lo que es el consumo diario medio per cápita de la población local es de US$7.23 diarios (exceptuando el consumo de los propios turistas,), esto quiere decir que el consumo al día de un turista extranjero equivale al de 14 dominicanos, y que los visitantes son responsables por aproximadamente el 15% del consumo privado que se realiza en el país.

Claro está que la estructura de consumo del turista no es comparable a la del dominicano medio, por lo que no se manifiesta de la misma manera en la demanda de bienes para cualquier sector de la economía; la del visitante está más centrada en alojamiento, alimentos, productos del tabaco, transporte, entretenimiento, productos artesanales, etc. Por tanto, si bien es cierto que hay ramas de la economía para las cuales el turismo es irrelevante, hay otras como la agricultura, puertos, aeropuertos, transporte interno, abastecimiento de combustibles, artesanías, espectáculos, comunicaciones, construcción, y algunas ramas industriales, como las de alimentos y bebidas, muebles, equipamiento de habitación, etc., para las cuales el comportamiento de este sector puede ser crucial. Igualmente importante puede ser la demanda para varias otras ramas productoras de bienes de consumo, como productos de limpieza y tocador, productos de papel, etc. Sin lugar a dudas este es un nicho de mercado significativo para muchos productores nacionales, si bien todavía no es suficiente para definir la dinámica del conjunto de las ramas productivas.

Vale la pena indicar también que una reorientación de las inversiones que está teniendo lugar en los momentos actuales es la de grandes operaciones inmobiliarias ligadas al turismo. Gran parte de las nuevas construcciones se canalizan a villas y apartamentos lujosos destinados a ser comercializados para el mercado internacional, por lo que sería de esperar que en el futuro sea creciente la participación del turismo de elevados ingresos, aunque con menor impacto en la ocupación hotelera.

Es por todas las razones expuestas que resulta insuficiente pretender medir el aporte del sector limitándolo al valor agregado generado en los hoteles, bares y restaurantes. En 2005, el World Travel and Tourism Council, publicó un trabajo titulado “Dominican Republic: Travel and Tourism, Sowing The Seeds Of Growth”, en el que se hacen estimaciones sobre el alcance económico de las actividades directas e indirectas del sector, a través de la elaboración de una cuenta satélite de turismo.

De acuerdo al estudio señalado, en 2005 la economía relacionada con el turismo, que incluye a la producción directa así como la indirecta, elevó su monto a US$7,026 millones, mientras el PIB total del país alcanzó los US$29,333 millones. Lo anterior significa que el turismo en sentido amplio abarca o mueve el 23.9% de la generación de valor agregado nacional, lo que le otorga enorme relevancia e influencia.

Factores que favorecieron el desarrollo del sector en la República Dominicana

Cuando a inicios del decenio de 1980 el país recibió las señales de alarma sobre el futuro de la industria azucarera, y se comenzó a plantear la conveniencia de que la economía se fuera preparando para ver la sustitución gradual de su “espina dorsal” que ya no podría seguirlo siendo por mucho tiempo, pocos se atrevieron a pronosticar que esa sustitución tuviera lugar de manera tan rápida y exitosa.

Aunque casi todas las economías de América Latina se proponían diversificar sus fuentes de generación de divisas, en pocos países se planteaba esto como una necesidad muy apremiante como para la República Dominicana, dado el hecho de que su producto principal, el azúcar, entraba en decadencia.

Pero, igualmente, ninguno fue tan exitoso en diversificar su sector exportador en tan corto tiempo. Hoy el país cuenta con varias fuentes importantes de generación de divisas, incluyendo las remesas familiares, la propia industria azucarera, algunos otros productos agrícolas, la minería, las zonas francas y las telecomunicaciones. Pero no escapa al conocimiento de nadie que el más importante de todos es el turismo.

Este sector, por sí sólo, aportó a la economía nacional en 2006 unos US$3,792 millones, un 36% de los ingresos de la cuenta corriente de la balanza de pagos y más que ninguna otra rama individual de la economía. Su crecimiento ha sido persistente por casi tres décadas, salvo algunos años por circunstancias especiales, muchas veces por factores que escapan completamente al entorno nacional.

En una primera etapa, el crecimiento del sector estuvo ligado a varios factores, entre ellos la existencia de un régimen de incentivos fiscales a la inversión en el sector. Con esta política de incentivos ocurrió algo parecido a lo que es muy común, en cada época histórica, al conjunto de ideas prevalecientes entre los académicos y los gestores prácticos de la economía: por un tiempo se les considera positivos, se aplican, se ponen de moda y rinden algunos frutos; pero después engendran resistencias y críticas, surge un nuevo paradigma que los cuestiona, hasta que desaparecen.

Cuando, entre finales del decenio de los ochenta y principios de los noventa, se hacía evidente que los incentivos fiscales basados en exenciones o exoneraciones impositivas tendían a desaparecer, la corriente que impulsaba tal tendencia planteaba persistentemente que el esfuerzo promotor del Estado debía canalizarse por vía del gasto público y por el conjunto de políticas macroeconómicas.

En el caso del turismo, se esperaba que la nueva política de fomento estatal se reflejara en buena infraestructura y servicios de apoyo al sector. Por otro lado, se esperaba que las demás políticas macroeconómicas, como tipo de cambio, crédito y tasas de interés, precios y salarios, etc. ayudarían a crear un ambiente atractivo para la inversión turística y para hacer el país cada vez más competitivo a los visitantes del exterior.

Muchas de las expectativas expuestas han ocurrido, pero muy precariamente. Al menos, no en una magnitud congruente con la importancia que tiene el turismo para la sociedad dominicana: si el país quiere que su principal negocio sea recibir visitas, habría que concentrar el interés en mantener costos competitivos, tener la casa en orden y estar preparados para brindar confort, seguridad, buena acogida y generar una buena impresión.

Recientemente, si bien el país ha tenido éxitos considerables al restablecer un clima de estabilidad macroeconómica, el conjunto de políticas dista mucho de haber focalizado la atención en elevar la competitividad de los sectores productivos. Por un lado, la política monetaria ha centrado la atención en mantener un tipo de cambio nominal bajo y estable con lo que se ha dado un proceso de apreciación de la moneda nacional, el cual se traduce en un encarecimiento relativo del producto dominicano con relación al de otros destinos con los cuales competimos.

Por otro lado, el hecho de que se asimilara la desaparición de los incentivos tributarios, y se planteara suplantarlos por incentivos presupuestarios, tampoco justificaba que en la práctica se le confiriera al sector un tratamiento tributario que resulta discriminatorio frente a cualquier otro sector productivo y, mucho más cuando se trata de una actividad de generación de divisas. Esto es, ya no se trata de que no se le exime el pago de impuestos, sino de que el sector carga con impuestos que fueron concebidos en virtud de otra filosofía.

La carga tributaria que afecta al turismo

Como es ampliamente reconocido, el turismo es fundamentalmente una actividad de exportación, y es universalmente aceptado que los países no exportan impuestos. Por tal razón, es normal que en el diseño de los sistemas impositivos, se cuide de mantener exentos los bienes y servicios cuyo destino es la exportación. Pero no

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