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LA MUJER DE TUS SUEÑOS INSTRUCCIONES PARA ENAMORARLA

fergasus23 de Octubre de 2011

12.827 Palabras (52 Páginas)787 Visitas

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FABIO FUSARO

BOBBY VENTURA

LA MUJER DE

TUS SUEÑOS

INSTRUCCIONES

PARA ENAMORARLA

Los más reveladores secretos sobre

las mujeres.

Cuáles son las cosas que más les atraen de los

hombres.

Qué hacer y qué no hacer para impactar

a tu amor imposible.

Los más sencillos y efectivos

trucos de seducción. INDICE

01. ¿Quiénes somos? 05

02. El día D 07

03. El miedo 11

04. Nada puede empeorar 13

05. No sos el único 15

06. Mi amigo Eduardo 19

07. Huevos, Roberto, huevos 23

08. El envase 25

09. El ganador tecnológico 29

10. El boliche 33

11. Ser distinto 37

12. Y vos sin darte cuenta 41

13. El humor de Don Vito 45

14. ¿Casualidad? 49

15. Estrategia cero 53

16. Las que deciden son ellas 57

17. Ellas dicen que buscan una

cosa… 61

18. El dinero, …siempre el dinero

67

19. La mona, aunque se vista de

seda, mona queda 71

20. La espía que me amó 75

21. La técnica del bacrecito 81

22. Factor sorpresa 85

23. Magia 89

24. El príncipe azul 93

25. Timming 97

26. El hombre trapo 101

27. Nunca dar lástima

28. No te desesperes loco, todo

va a andar bien 105

29. La técnica del amor imposible

109

30. El misterioso 113

31. Ella es el jefe. 117

32. Dejala garpando. 121

33. Gastala 123

34. El teléfono 127

35. El fin de semana 131

36. La primera salida 133

37. La falsa novia 137

38. Los regalos 141

39. Todo es cuestión de actitud

145

40. La puntada final 149

41. ¡Adelante! 153

42. Diccionario 155 ¿Quiénes somos?

Los autores de este libro, sin duda deben ser unos ganadores

totales. Tipos que la tienen clarísima y que fueron por la vida

ganando minas a rolete por todas partes.

Las pelotas.

Esa es la clase de hombre que no necesita este libro y que aunque

te parezca mentira, tampoco podría escribirlo.

Nosotros somos tipos como vos. Tipos que en muchas

oportunidades ganaron, pero en otras se cagaron en las patas ante la

mujer de sus sueños.

Tipos que algunas veces no se animaron y vieron como otro, en

sus narices y sin hacer demasiados méritos, les soplaba la dama.

Tipos que teniendo a la mina evidentemente entregada, arrugaron

emitiendo una frase tipo: “¿Viste que Boca compró un delantero

japonés?”

¿Qué nos diferencia, entonces, del resto?

Que fuimos más allá. Que analizamos los resultados de nuestras

propias experiencias y las de otras personas, sacando conclusiones

válidas.

Que no nos resignamos a asumir que para levantarnos a esa mujer

que nos provocaba taquicardia teníamos que ser Brad Pitt o

Rockefeller (o una mezcla de ambos) y nos preocupamos en

transformar cada vivencia propia y ajena, positiva o negativa, en

material de aprendizaje.

Y lo que fuimos aprendiendo, lo fuimos poniendo en práctica.

Y realmente funciona.

Existen otros libros que te enseñan a levantar mujeres.

Los hay mejores y peores. Pero lo que esos libros te enseñan es a

levantar minas por doquier. En la facultad, el laburo, la parada del

bondi, el supermercado, el sanatorio, la tintorería, el gimnasio, el

tren, la discoteca, el restaurante, la iglesia, etc. Esos libros te instruyen para atacar a la flaca, la gorda, la rubia, la

morocha, la pelirroja, la linda, la fea, la seis puntos, la vecina, la

madre de tu amigo, la amiga de tu vieja.

Lo que te enseñan es a dejar el temor de lado y flirtear con cuanta

mujer se te cruce.

Siguiendo esas instrucciones, vas a encararte doscientas mujeres

por semana, de las cuales no te van a dar vuelta la cara cincuenta, te

van a dar bola realmente quince, vas a llegar a salir con cinco, vas a

besar a dos y te vas a llevar a la cama a una.

A fin de mes, luego de haber salido con veinte minas, haber

besado a ocho y haber tenido sexo con cuatro, vas a sentir que sos

un verdadero “tigre”. Claro que cada vez que te terminaste de cojer a

cada una de esas mujeres, deseaste que se transformaran en una

grande de muzzarella.

¿Por qué? Porque realmente no te gustaban.

Y lo que esos libros suelen no tener en cuenta, es que más de

seiscientos rechazos por mes, no hay autoestima que los resista.

El libro que tenés en tus manos no apunta a enseñarte a ser una

máquina de encarar mujeres y llevarte a la cama a cuanto ser sin

pene camine sobre la tierra. Lo que queremos es ayudarte a que

tengas éxito con esa mujer que realmente te importa. Esa que

cuando la conocés, te impacta y no podés dejar de mirarla. Esa a la

que tal vez antes de leer este libro, ni siquiera te hubieras atrevido a

sonreírle.

O a esa otra que abrazás y besás en tu imaginación cada noche

antes de quedarte dormido y al otro día sólo la mirás de lejos. El día D

-vas a ir a un colegio nuevo –me dijo mi mamá cuando yo tenía

once años de edad.

Al mes siguiente nos mudaríamos del departamento de tres

ambientes del barrio de Villa del Parque a una casa en Flores.

Hasta ese momento, yo había concurrido al “Santa Rita”, un

colegio de curas sólo para varones.

Y estaba bien que fuera solo para varones. Por qué andar

mezclando, si puede haber colegios para varones por un lado y

colegios para mujeres por otro, pensaba en aquel momento.

El cambio fue radical. No sólo pasé del pantalón de franela, camisa

celeste, corbata azul y saco gris, a un simple guardapolvo, sino que

además, la escuela 22 “Provincia del Chaco” era mixta.

-¿Mujeres en mi misma escuela? –pensé- Mmmmm… qué raro.

Comencé sexto grado en el nuevo colegio con bastante

tranquilidad a pesar del cambio. Nunca había tenido problemas con el

estudio. Hasta podría decir que el día más esperado era aquel en el

que me entregaban el boletín de calificaciones. Ese día mi mamá se

ponía muy contenta y esperábamos ansiosos la llegada de mi padre

para que también él se alegrara con mis notas. En esta nueva etapa

escolar, no había motivo para que esto cambiara. Yo era un buen

alumno y lo sabía. También era una persona bastante sociable, por lo

que no tuve problemas en relacionarme desde el primer día con los

varones de mi grado.

El segundo día de clase, ya pasada la expectativa del primer día,

mientras formaba fila en el patio para entrar a clases, presté atención

a la fila de al lado. Era la de séptimo grado. Nada menos que los más

grandes del colegio. Los que estaban a un paso de la escuela

secundaria. Los miré con cierto respeto, como si existiera un abismo

entre las edades de ellos y la mía. El séptimo grado estaba formado por tres varones y como veinte

mujeres.

Mi mirada se detuvo en el final de esa fila. Una chica alta, de

cabello castaño claro, ojos verdes y una carita preciosa, que luego

supe que se llamaba Karina, me distrajo la atención. La de al lado

también era hermosa: igualmente alta, pero morocha y de ojos

negros.

Me sentí raro. Eran las primeras veces en mi vida que compartía

tanto tiempo y un espacio en común con esos seres tan distintos

llamados “mujeres”.

Las dos chicas de séptimo grado, como era lógico, estaban

totalmente en otra. Para mí, esas no eran nenas. Eran mujeres que

estaban a punto de terminar la escuela y al lado de ellas me sentía

más insignificante que un mosquito.

Con disimulo, las observé caminar hasta su aula sin que,

obviamente, se percataran de mi existencia.

Ese episodio se repitió durante tres días.

Al otro lunes, mientras formábamos la fila, dirigí nuevamente mi

mirada hacia la rubiecita de ojos claros y me pegué uno de los

primeros grandes sustos de mi vida: me estaba mirando. Desvié

inmediatamente mi vista hacia el frente y me quedé inmóvil durante

unos segundos. Luego, lentamente comencé a torcer el cuello como

para comprobar si lo que había visto era verdad.

Y sí… Era verdad. La rubiecita seguía mirándome, a la vez que

comentaba algo con la morocha, que más tarde me enteré que se

llamaba Roxana, y que también me

...

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