LOS VALORES MORALES EN FUNCION DE LA VIDA

LOS VALORES MORALES EN FUNCION DE LA VIDA

Todos vivimos conflictos, entre los valores, en diferentes situaciones de la vida: entre justicia social y utilidad individual, entre libertad y compromisos, entre trabajo y descanso, entre placer y perfección, entre derechos y deberes. Además, las preguntas más difíciles sobre la moralidad de determinadas conductas esconden siempre un conflicto axiológico: ¿son lícitos, por ejemplo, el aborto, la eutanasia, la esterilización, la pena de muerte, la guerra, la experimentación con seres humanos? ¿Cómo definir la moralidad del divorcio, del armamentismo, de las huelgas, de la violencia subversiva o de la represiva, del control de la natalidad, etc.?

Es fácil comprender que la vida es el supremo valor para el hombre. El dolor que sentimos ante la muerte de un ser querido es buena prueba de ello. Cada ser vivo, como individuo, participa de la vida durante un determinado periodo de tiempo. La vida es, por lo tanto, una realidad superior a la vida de cada individuo. Los individuos van desapareciendo, generación tras generación, mientras que la vida permanece en los individuos de las nuevas generaciones. Cada ser vivo cumple una función en el reino de la vida. No existe ninguna injusticia en que el tigre devore a la gacela o la boa al ratón, ni tampoco en que solo sobrevivan los más fuertes de cada especie; al contrario, en eso consiste la “justicia de la naturaleza, su equilibrio para que la vida permanezca y se reproduzca. La vida sobrenatural, trascendente, espiritual. Esa vida es eterna: quien participa de ella no muere definitivamente. La patria, la libertad, el honor, la justicia y todos los demás valores son expresiones de la vida misma, valor supremo, que confiere valor a todas las demás realidades, que denominamos valores. La fe religiosa ha sido uno de los valores más frecuentemente absolutizados: ha justificado numerosas guerras religiosas, innumerables persecuciones, torturas, condenas a muerte, destierros, genocidios, etc. Otro valor frecuentemente divinizado y absolutizado, ha sido la patria o el estado. Y del mismo modo se han absolutizado los valores de la raza, el progreso técnico, el capital, el sistema (capitalista o comunista), la razón, la libertad. Todos estos valores son valores relativos. Nada justifica quitar la vida a un ser humano para asegurar el poder o la riqueza. Ni siquiera es posible aceptar que la vida de uno o varios individuos se tenga que sacrificar en beneficio de la vida de toda la colectividad.

La máxima expresión de la vida es la vida personal. El ser humano es fruto de la evolución de la naturaleza. Pero es un fruto especial, por el cual la naturaleza se vuelve consciente de sí misma y genera movimientos de libertad, que distorsionan la rigidez y exactitud de sus propias leyes evolutivas. El hombre no puede ser reducido a su vida orgánico-vegetativa, ni a su vida animal. Como persona el hombre es un ser singular, un individuo irrepetible. Por eso su vida es inviolable. En caso de los animales, la naturaleza permite que un individuo sea sacrificado para provecho de otro. En el caso del hombre, no.

Emmanuel Mounier, uno de los principales constructores de la filosofía personalista, presenta así las dimensiones de lo que él denomina el “universo personal”:

La existencia incorporada: El ser humano tiene una existencia corpórea. Es un animal y por lo tanto está sometido a una serie de necesidades biológicas:

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