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La Corte Interamericana


Enviado por   •  17 de Octubre de 2013  •  3.495 Palabras (14 Páginas)  •  215 Visitas

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MESTIZAJE

Sonia Montecino

Chile

Palabras Clave

FILOSOFÍA LATINOAMERICANA - ANTROPOLOGÍA - PSICOLOGÍA

HISTORIA - SUJETO - INDIGENISMO - FEMINISMO - CULTURA CULTURA POPULAR - IDENTIDAD - SIMBOLISMO - NÜCLEO ÉTICO/

MÍTICO - UTOPÍA

INTRODUCCIÓN

El término mestizaje ha sido utilizado de preferencia para referirse al suceso biológico del cruce de razas. Es así como en el Dicciónario de la Lengua Española se lo define como; ''Cruzamiento de raías diferentes. Conjunto de individuos que resultan de este cruzamiento". También mes¬tizar es entendido como "Mezclar las castas por el ayuntamiento o cópula de individuos que no pertencen a una misma"; ambas palabras provienen del latin mlxtus'. mixto.

Sin duda este sentido bioló¬gico del concepto ha sido el que se ha empleado con mayor extensión. No obstante, se ha complejizado al comenzar a agregársele una serie de acepciones que, como veremos, harán de él un concepto con una multipli-cidad de matices y un tema de debate aún no resuelto.

Abordar el mestizaje como un término que excede lo puramen¬te biológico, se liga a su uso en la comprensión de la historia particular

de América Latina. Así, su sentido como un proceso que se instala, por así decirlo, en nuestro continente comienza a tener vigencia: "Ninguna parte del mundo ha presenciado un cruzamiento de razas tan gigantesco como el que ha estado ocurriendo en América Latina y el Caribe desde 1492...desde cierto punto de vista, el desarrollo de las relaciones raciales y el mestizaje constituyen el tema prin-cipal de toda la historia de América latina...", nos dirá Magnus MornerJ, Pero, el mismo autor entregará una primera clave al preguntarse: "¿Cuál es la importancia biológica de! mes¬tizaje? Probablemente insignificante, Entre las razas contemporáneas no se ha encontrado ninguna diferencia bio-lógica fundamental; ellas representan evoluciones paralelas a partir de los humildes principios del hombre"2.

De este modo, el tema de las razas, de lo puramente biológico ce-derá un lugar a otro tipo de procesos ligados a la historia de nuestros terri-torios: el acoplamiento de las personas es un acoplamiento de las culturas. El autor ya mencionado expresará que la

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relevancia del mestizaje residirá en su "...íntima relación con dos procesos sociales: la aculturación -esto es la mezcla de elementos culturales-, y la asimilación -o sea la absorción de un individuo o un pueblo por otra cultu¬ra"3-. Môrner dibuja, a nuestro juicio, los ejes en que se debatirán las discu¬siones, reflexiones y elaboraciones en torno al concepto: las interconexiones del mestizaje como una dinámica que involucra simultáneamente múltiples e intrincados elementos biológicos (miscegenación), culturales(valóricos y simbólicos) y socio-económicos (jerarquías, dominaciones).

Algunas ópticas acentuarán los significados "raciales" del mestizaje, y aunque atribuyan determinadas características culturales a los pueblos que se ayuntan, harán primar las valo¬raciones biológicas, como se aprecia, por ejemplo, en los planteamientos de Encina y Palacios en Chile4. En otros casos se subrayarán los contenidos sociales y económicos del mestizaje, como para Max Salinas quien sostie-ne que "Mestizos, mulatos y zambos pasaron a ser cada vez más una in¬quietante población inadaptada, des¬arraigada con respecto a sus matrices originarias, y sobre todo, con respecto al orden que pretendían consolidar los blancos. Muchos de estos mestizos fueron fruto de la violencia sexual de los soldados de la temprana Conquista o de la clase dominante blanca que tempranamente se imponía en el con-tinente"5. Este mismo autor sostiene que la estructura de dominación ha impedido que se haya formado un "pueblo nuevo" a partir del mestizaje y cita a Eduardo Galeano para explicar el por qué de ello: "Tenemos una his¬toria oficial que ha sido contada como

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si hubiera ocurrido solamente entre blancos, ricos y machos. Y esa historia oficial es el resultado de una cultura hecha para que los blancos, los ricos y los machos sigan siendo los dueños de nuestros países"6. Otras miradas se detendrán en los aspectos simbólicos del mestizaje, en las diversas expre¬siones materiales, artísticas y valóricas de la amalgama cultural como es el caso, entre otros, de Gisbert, Castedo, García y Merewether7.

Pero, han surgido otras visio-nes sobre el mestizaje que aportan mayor complejidad a las anterior¬mente reseñadas. Es el caso de Pedro Morandé quien postula que este pro¬ceso, que conlleva simultáneamente la mezcla biológica y cultural, tendrá como corolario la producción de una síntesis social que dará nacimiento al particular ethos latinoamericano barroco y mestizo. Expresión prístina de éste será la religiosidad popular que "...se ha revelado como un depósito particularmente vigente de la síntesis cultural fundante de América Latina, producida en los siglos XVI y XVII, que guarda celosamente la variedad e interconexión de los sustratos indios, negros y europeos"8.

En un plano similar -aunque más integrador de elementos simbó-licos, sociales, económicos y biológi¬cos- encontramos la postura de Jorge Guzmán para quien la categoría del mestizaje es en primer lugar "...una característica del sistema semiótico latinoamericano y sólo secundaria¬mente un tema relacionado con la genética, es decir como algo que tiene que ver con la forma y color del cuerpo nuestro. Pero tampoco puede dudarse de que los dos componentes,

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el semiótico y el somático, son inse-parables y en cierto modo, indistin-guibles. Todo hombre y mujer vive en relación significativa con su cuerpo, pero ese cuerpo pertenece a una cul¬tura determinada, y la cultura nuestra es, en este aspecto, más compleja que las culturas no mestizas"9.

Para este autor nuestra base popular es producto de la cohabi-tación de españoles e indias que, a partir de la Conquista, gestará un complicado sistema social que nos es difícil asir en toda su realidad pues "...en ella vivimos...y porque ha ori-ginado sociedades que precisamente por ser mestiza su cultura, tienen una intensa resistencia a reconocerla. La más señalada característica de esta cultura es que consiste, de hecho, en la interacción dialéctica de dos cultu¬ras opuestas, interacción que existe en cada individuo de la región"10. De este modo, Guzmán enfatizará en la vigencia simultánea con que operan las diversas matrices cultura¬les en cada sujeto latinoamericano, agregando que todos los sujetos que pertenecen a una comunidad mestiza son mestizos "...independientemente de su particular origen étnico. Incluye también, que una de las dos culturas sea dominante y prestigiada, mientras la otra es dominada y despreciada"11.

Así, el sujeto mestizo portará en sí mismo las vertientes culturales que lo constituyen, circulando "... interminablemente entre las dos culturas y no puede suscitar una sin que, de alguna manera, la otra, la que desde siempre ha estructurado como opuesta, sea suscitada juntamente"12. Por último, Guzmán planteará que el término mestizaje es ambiguo y que

sus denotaciones son problemáticas en nuestra existencia: "...nadie duda de la presencia de la mesticidad en nuestras sociedades, pero al mismo tiempo, na¬die sabe qué hacer concretamente con ella. Pueden señalarse muchas razones diversas de este desconcierto. Pero la mayor es la confusión entre lo étnico y lo cultural, mejor dicho entre lo me-tafísico y lo histórico...(por ello el uso de la palabra mestizaje) en contextos culturales se siente especialmente peligroso"13. El autor propondrá en¬tonces utilizar la categoría blanco/no blanco como sinónimo de mestizaje y como eje articulador de la cultura latinoamericana.

Recientemente, en Perú, algu-nos autores han intentado una relectu¬ra del mestizaje como un modo de "... indagar en la crisis de los paradigmas economicistas y la reemergencia de la cultura como factor explicativo, como espacio desde el cual pensar el destino del Perú"14. Esta relectura toma como punto de partida las reflexiones de José María Arguedas, e intenta conjugar los términos de mestizaje, igualdad y vio¬lencia como "...problemas que remiten a conflictos individuales pero que tie-nen un origen social. Los tres, además, muy relacionados tanto en el mundo interior como con la propia sociedad peruana. El problema del mestizaje se refiere a las enormes dificultades para integrar ideas y sentimientos de matrices culturales muy distintas"15, a raíz de la desigualdad de poder y prestigio de los mundos que se aco¬plan. Pero, para Arguedas el mestizaje "...es otra cosa. Implica integración y orgullo, libertad y gratitud, apertura y tolerancia". La interrogante que emerge es si es posible pensar en esa "utopía" del mestizaje en el mundo

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andino en donde "Desde los blancos es vivido como un peligro que debe ser evitado. Una vergonzosa contamina¬ción. El ideal es ser puro. Toda mezcla es inferior e ilegítima. Mestizaje es sinónimo de bastardía. Desde la otra orilla, la dominación étnica no implica un tabú al intercambio cultural, la permeabilidad es mayor"16. La pro-puesta de Arguedas, no obstante, se instala como "...el anuncio de un país en que por sucesivas aproximaciones se irían fusionando el mundo andino, el mundo occidental". Por último se destaca que "...el repensar el mestiza¬je, produciendo un nuevo concepto, sacando a luz y reinterpretando viejos hechos, es la manera en que Arguedas trata de construirse una identidad para sí y para el mestizo"17.

Desde un plano similar, el psi-coanalista peruano Max Hernández18 abordará el tema del mestizaje en su análisis del Inca Garcilaso de la Vega sosteniendo que la "identidad quebrada y ambivalente, el disimulo y la desconfianza, la angustia, las os¬cilaciones sísmicas entre la arrogancia y la humildad, la vergüenza frente a la mixtura original sentida como hi-bridismo, la obsesión por los orígenes y el evitamiento del saber histórico son frecuentes entre nosotros. Tales problemas hacen que sintamos el mestizaje como un desgarro y que reconozcamos como lo más nuestro el desarraigo".

Para muchos pensadores el mestizaje -en tanto proceso so¬cial- supone una identidad particular a los sujetos que son producto de él. Desde una óptica que indaga en la producción cultural de las diferencias sexuales el mestizaje es percibido

como un hecho que especificará las condiciones del género femenino y masculino y que otorgará definicio-nes de identidad a cada uno de ellos. En ese sentido, la historia misma del mestizaje en nuestros territorios mar¬cará la constitución de los géneros en donde..."la ilegitimidad y la presencia de lo maternal femenino componen una trama de hondas huellas en el imaginario social. Los perfiles de la mujer sola; del hijo procreado en la fugacidad de las relaciones entre indígenas o mestizas con hombres europeos; del niño huacho arrojado a una estructura que privilegia la filiación legítima de la descendencia; de la madre como fuente del origen social"19. Desde este argumento, el mestizaje produciría una categoría cultural de lo femenino como madre y de lo masculino como hijo de una madre, aunque lo masculino en tanto padre es ausencia.

Como podemos apreciar, por el breve recorrido realizado, el concepto de mestizaje entraña dificultades toda vez que alude a una realidad en donde se interconectan factores biológicos, históricos, sociales, económicos y culturales. Los modos en que esos factores se relacionarán dependerán de los enfoques y de sus acentos en la dominancia de uno u otro. Lo que queda de manifiesto es que la propia ambigüedad del término hace mimesis con los fenómenos a los que alude. Para algunos será sinónimo de mezcla y de síntesis de pueblos y culturas, para otros de lucha y antagonismo en¬tre culturas, también aparecerá como superposición, como una estratigrafía de capas que conformando un todo no se alian unas con otras. Pensamos que esa diversidad de maneras de

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comprender el mestizaje está en con-sonancia con la idea de que el proceso de fusión (amoroso o violento) en América Latina aún no termina (y tal vez eso sea una de las características más prístinas de nuestro continente) y que por ello, asir en un sólo concepto el laberíntico movimiento que supone, no es fácil, sobre todo para quienes estamos involucrados en alguno de sus polos.

Para finalizar, ilustraremos algunos de los tópicos rozados antes para proponer una virtual mirada desde Chile. En nuestro territorio también el mestizaje ha sido un pro¬ceso que ha gravitado fuertemente en la constitución de nuestra identidad. Sin duda nuestro país -como el resto de América Latina- es fruto de esa experiencia histórica que unió sangres y representaciones. En sus inicios la relación entre mujeres mapuche y españoles hizo posible el nacimiento del "mestizo al derecho", un sujeto por lo general ilegítimo (huacho), que fue socializado por su madre in¬dígena dentro del espacio dominado por los peninsulares. Más tarde, con la aparición de las mujeres españolas, emerge el "mestizo al revés", fruto de las relaciones entre éstas y los ma-puches del "interior de la tierra" (la Araucanía).

El destino de los mestizos procreados por las cautivas -ya sea mapuches o españolas- fue distinto si eran al "revés" o al "derecho". Para los primeros (la mayoría), descender de una madre mapuche, no ser reconoci¬dos por su padre, posicionarse en los estratos sociales más bajos, significó un estigma y una marca que, hipote-tizamos, ha dejado sus huellas hasta

hoy. Ser huacho, ilegítimo, vástago de un padre ausente, y de una madre indígena presente, traza la alegoría de una experiencia que, dibujada desde antaño en las representaciones del imaginario social, irá transmitiendo sus signos de generación en genera¬ción. Por el contrario, ser el producto de una madre española (una shiñurra) y de un padre indio, generalmente un lonko (cacique), significó presti¬gio y valoración dentro del universo mapuche. Los mestizos al revés, a diferencia de los al derecho, tuvieron su lugar dentro de una familia y un patronímico que los identificó como descendientes de un linaje.

Pensamos que la vivencia del mestizaje en la zona central chilena y la valoración negativa que de éste había, hizo surgir un rasgo que caracteriza a nuestra cultura y que todavía se reproduce: la negación del origen y el consecuente "blanqueo". Todo lo blanco es superior a lo no blanco, por ello la madre india (real o simbólica) debe ser obliterada. Las consecuencias de la "escena original" que funda a los mestizos y a su particular cultura, es decir la ilegitimidad, hace que el dolor social de ser "mirado en menos", sea mi¬tigado por el olvido. Un olvido que conducirá a ponerse las máscaras del otro, del Padre fantasmático y poderoso, del blanco, y cubrirse de sus ropas, de su lenguaje, asimilar su Ley. Sin embargo, a pesar nuestro y sin quererlo, el lado no blanco, ese lado que percibimos como nocturno, ilumina y conduce nuestras acciones como una gramática que no está en nuestra conciencia, pero sí en nues¬tra habla, en nuestros ademanes y en nuestros sueños.

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Esa presencia constante del lado no blanco debe ser leída en términos de que en cuestión de gestación y crecimiento del sujeto no hay opcio¬nes20, puesto que la experiencia de su constitución está determinada por la existencia de ambos polos: el blanco y el no blanco, por tanto el mestizo encarna esa cópula, y su devenir las consecuencias culturales de la misma. El problema es la devaluación del sitio no blanco en que su ser anidó, ese espa¬cio femenino indígena que cautivo en los avatares de la violencia fue cuerpo tomado y cuerpo abandonado; pero que en su desamparo abrigó, alimentó y nutrió de códigos al hijo mestizo. Doble sentimiento: rechazo y culpa, negación y valoración de esa silueta que envuelta en paños oscuros propició el crecimiento de sus huachos.

Quizás esa ambigüedad que tiñió a la madre mapuche, y simbó-licamente el doble juego de negación y absorción de todo lo que ella repre-sentaba como discurso cultural, trajo como corolario la necesidad de inven¬tarse un origen menos problemático. Así, hasta hoy podemos rastrear el orgullo de sentirse descendientes de "no chilenos". En el imaginario colec¬tivo es como si todos procediéramos de inmigrantes21. Esa "extranjería" espejea en otra migración, la que hace¬mos de lo materno mapuche y arcaico a una zona en donde lo indígena ha sido reducido a "lo otro" (de lo Uno blanco). Una vez relegada esa madre a la tierra exótica de las "sociedades pri¬mitivas"22, se establecen las fronteras de nuestro propio extrañamiento.

Así, lo que se oblitera simbóli¬camente en la constitución de nuestra identidad es la madre india, sacrificio

necesario para que nuestro mestizaje se vista de blanco; muerte que permite un renacimiento y la sutura parcial de las heridas. Pero la Madre, en tanto arquetipo fundante, vivirá en el culto mariano, cuyos símbolos y rituales sincréticos verifican nuestro origen en un vientre común23; ella, alegorizada en La Tirana, la Candelaria, la Virgen del Carmen, entre otras advocaciones, amortiguará el conflicto del origen al erigirse como fuerza genésica, manto protector, cobijo de todos, de blancos y no blancos, de mestizos, de indios. De este modo, la Madre en el cielo nubló con su fulgor la imagen fundacional de la madre mapuche; pero no oscureció su rostro de dadora de la vida, de madre sola, de madre poderosa.

El recorrido que hemos pro-puesto desea trazar la correspondencia de una historia en donde lo femenino y lo indígena son representados como valor y como antivalor. Por una parte, se esconde lo mapuche al negar el nacimiento de nuestra sociedad a tra¬vés del mestizaje y lo que allí resulta des-amable es la madre india; pero al mismo tiempo se sacraliza lo materno como fuente de todos los mestizos: la Virgen Madre como símbolo del origen colectivo de la comunidad. Entonces, nuestra cultura construirá a la mapuche como la "otra mujer" dejándola en la ribera de todo lo que es Uno, en la reducción donde pervive "la mapuchidad" como diferencia; y también en los profundos recuerdos de nuestra psiquis será transformada en "la otra madre" -en tanto nana, empleada- diciendo con ello que la aceptamos como la co-madre de nuestros hijos, porque ella alguna vez fue la madre de un hijo que se parece mucho a nosotros.

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Sonia Montecino

NOTAS

1 Mórner, 1969, pp. 15-16

2 Ibid., p. 18

3 Ibid., pp. 19

4 Francisco Encina, Historia de Chile y Nicolás Palacios La raza chilena.

5 En Breve diccionario teológico latinoamericano, Ediciones Santiago, Re-

hue, s/f, p. 177

6 Ibid., pp. 182

7 Teresa Gisbert, Iconografía y Mitos Indígenas en el Arte; Leopoldo Castedo,

Historia del Arte Iberoamericano; María Concepción García,"The Cons-

tribution of Colonial Painting to the Spread of the Image of America"

y Charles Merewether, "The Migration of Images: Inscriptions of Land

and Body in Latin American", ambos en America, Bride oj the Sun, 500

Years Latin America and the Low Countries.

8 Morandé, 1984, p. 129.

9 Guzmán, 1991, p. 21.

10 Ibid., p. 22.

11 Ibid., p. 26.

12 Ibid., p. 27

13 Ibid., p. 29

14 Gonzalo Portocarrero, 1993.

15 Ibid., p. 260.

16 Ibid., p. 261.

17 Ibid., p. 262.

18 Max Hernández, 1993.

19 Sonia Montecino, 1993, p. 59.

20 Como lo ha venido transmitiendo la historiografía chilena: en nuestro

país el mestizo de la zona central habría optado por el padre español y

por eso nuestra sociedad sería "homogénea".

21 Ideas que el psicoanalista Michel Thibout ha sostenido en algunas

conferencias.

22 Podríamos también leer simbólicamente la política de reducciones

(establecidas en 1880 después de la "Pacificación de la Araucanía")

como el deseo de confirmar todo lo indígena a un cerco controlable, de

reducirlo; pero sin que desaparezca completamente para poder exhibir

su "ser otro" frente al "blanco".

23 Cf. Pedro Morandé, 1981 y Octavio Paz, 1959.

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