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La Historia


Enviado por   •  7 de Abril de 2013  •  2.353 Palabras (10 Páginas)  •  218 Visitas

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Schahrazada dijo:

“Una noche entre las noches, el califa Harun Al-Rachid dijo a Giafar Al-Barmaki: “Quiero que recorramos

la ciudad, para enterarnos de lo que hacen los gobernadores y walíes. Estay resuelto a destituir a

aquellos de quienes me den quejas,” Y Giafar respondió: “Escucho y obedezco.”

Y el califa, y Giafar, y Massrur el porta-alfanje salieron disfrazados por las calles de Bagdad; y he aquí

que en una calleja vieron a un anciano decrépito que a la cabeza llevaba una canasta y una red de pescar, y

en la mano un palo y andaba pausadamente, canturreando estas estrofas:

Me dijeron: “¡por tu ciencia, ¡oh sabio! eres entre los humanos como la luna en la noche!”

Yo les contesté: “¡Os ruego, que no habléis de ese modo! ¡No hay más ciencia que la del Destino!”

¡Porque, yo, con toda mi ciencia, mis manuscritos, mis libros y mi tintero, no puedo desviar la fuerza del

Destino ni un solo día! ¡Y los que apostasen por mí, perderían su apuesta!

¡Nada, en efecto, hay más desolador que el pobre, el estado del pobre y el pan y la vida del pobre!

¡En verano, se te agotan las fuerzas! ¡En invierno, no dispone de abrigo!

¡Si se para, le acosarán los perros para que se aleje! ¡Cuán mísero es! ¡Ved cómo para él son todas las

ofensas y todas las burlas!. ¿Quién es más desdichado?

Y si no clama ante los hombres, si no a su miseria, ¿quién le compadecerá?

¡Oh! Si tal es la vida del pobre, ¿no ha de preferir la tumba?

Al oír estos versos tan tristes, el califa dijo a Giafar: “Los versos y el aspecto de este pobre hombre indican

una gran miseria.” Después se aproximó al viejo, y le dijo: “¡Oh jeique! ¿cuál es tu oficio?” Y él respondió:

“¡Oh señor mío! Soy pescador. ¡Y muy pobre! ¡Y con familia! Y desde el mediodía estoy fuera de

casa trabajando, y ¡Alah no me concedió aún el pan que ha de alimentar a mis hijos! Estoy, pues, cansado

de mi persona y de la vida, y no anhelo más que morir.” Entonces el califa le dijo: “¿Quieres venir con nosotros

hasta el río, y echar la red en mi nombre, para ver qué tal suerte tengo? Lo que saques del agua te lo

compraré y te daré por ello cien dinares.” Y el viejo se regocijó al oirle, y contestó; “¡Acepto cuanto acabas

de ofrecerme y lo pongo sobre mi cabeza!”

Y el pescador volvió con ellos hacia el Tigris, y arrojando la red, quedó en acecho; después tiró de la

cuerda de la red, y la red salió. Y el viejo pescador encontró en la red un cajón que estaba cerrado y que pesaba

mucho. Intentó levantarlo el califa y lo encontró también muy pesado. Pero se apresuró a entregar los

cien dinares al pescador, que se alejó muy contento.

Entonces Giafar y Massrur cargaron con el cajón y lo llevaron al palacio. Y el califa dispuso que se encendiesen

las antorchas, y Giafar y Massrur se abalanzaron sobre el cajón y lo rompieron. Y dentro de él

hallaron una enorme banasta de hojas de palmera cosidas con lana roja. Cortaron el cosido, y en la banasta

había un tapiz; apartaron el tapiz y encontraron debajo un gran velo blanco de mujer; levantaron el velo y

apareció, blanca como la plata virgen, una joven muerta y despedazada.

Ante aquel espectáculo, las lágrimas corrieron por las mejillas del califa, y después, muy enfurecido, encarándose

con Giafar, exclamó: ¡Oh perro visir! ¡Ya ves cómo, durante mi reinado, se asesina a las gentes y

se arroja a las víctimas al agua! ¡Y su sangre caerá sobre mí el día del juicio, y pesará eternamente en mi

conciencia! Pero ¡por Alah! que he de usar de represalias con el asesino, y no descansaré hasta que lo mate.

En cuanto a ti, ¡juro por la verdad de mi descendencia directa de los califas Bani-Abbas, que si no me presentas

al matador de esta mujer, a la que quiero vengar mandaré que te crucifiquen a la puerta de mi palacio,

en compañía de cuarenta de tus primos los Baramka!” Y el califa estaba lleno de cólera, y Giafar dijo:

“Concédeme para ello no más que un plazo de tres días.” Y el califa respondió: “Te lo otorgo.”

Entonces Giafar salió del palacio, muy afligido, y anduvo por la ciudad, pensando: “¿Cómo voy a saber

quién. ha matado a esa joven, ni dónde he de buscarlo para presentárselo al califa? Si le llevase a otro para

que pereciese en vez del asesino, esta mala acción pesaría sobre mi conciencia. Por lo tanto, no sé qué hacer.”

Y Giafar llegó a su casa, y allí estuvo desesperado los tres días del plazo. Y al cuarto día el califa le

mandó llamar. Y cuando se presentó entre sus manos, el califa le dijo: “¿Dónde está el asesino de la joven?”

Giafar respondió: “No poseo la ciencia de adivinar lo invisible y lo oculto, para que pueda conocer

en medio de una gran ciudad al asesino.” Entonces el califa se enfureció mucho, y ordenó que crucificasen

a Giafar a la puerta de palacio, encargando a los pregoneros quedo anunciasen por la ciudad y sus alrededores

de esta manera:

“Quien desee asistir a la crucifixión de Giafar Al-Barmaki, visir del califato, y a la de cuarenta

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