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La Oratoria


Enviado por   •  10 de Octubre de 2013  •  4.235 Palabras (17 Páginas)  •  295 Visitas

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LA ORATORIA

La definición de la oratoria sería a que recibe el nombre al arte de hablar en público de manera persuasiva.

La oratoria es un género literario que presenta unas características singulares. En primer lugar necesita de un ambiente político de libertad para poder desarrollarse (sin libertad de expresión se ahoga). Además y al igual que el teatro, la oratoria está orientada a la audición, incluso a la representación, no a la lectura, como la historiografía, la novela, etc. Solamente cuando los oradores griegos, y después los romanos, tomaron conciencia de la importancia de sus discursos y de la limitación que suponía su oralidad, se preocuparon de ponerlos por escrito y editarlos (Cicerón tenía un esclavo llamado Tirón que tomaba notas taquigráficas de todo lo que su amo decía). Gracias a este prurito han llegado hasta nosotros algunos de los discursos más importantes del mundo clásico, sobre de Demóstenes y Cicerón.

En la actualidad ocupa un lugar especial, en la vida misma. En la educación de hoy se presentan numerosas técnicas que influyen sobre el aprendizaje de los alumnos, estas técnicas o mejor conocidas como dinámicas de grupo permiten que las personas que las practiquen logren experimentar nuevos métodos que le permitan obtener mejores resultados en sus estudios.

En esta monografía trataremos una breve historia acerca de la Oratoria y sus inicios en la época del Imperio Romano que fue donde tuvo su mayor apogeo con su máximo representante como es Cicerón. Después abarcaremos algunas cualidades que debe de poseer un orador así como también algunos consejos para que el orador se pueda desenvolver sin ningún contratiempo.

HISTORIA DE LA ORATORIA

La oratoria nació en Sicilia y se desarrolló fundamentalmente en Grecia, donde fue considerada un instrumento para alcanzar prestigio y poder político. Había unos profesionales llamados logógrafos que se encargaban de redactar discursos para los tribunales.

El más famoso de estos logógrafos fue Lisias. Sin embargo, Sócrates creó una famosa escuela de oratoria en Atenas que tenía un concepto más amplio y patriótico de la misión del orador, que debía ser un hombre instruido y movido por altos ideales éticos a fin de garantizar el progreso del estado. En este tipo de oratoria llegó a considerarse el mejor en su arte a Demóstenes.

De Grecia la oratoria pasó a la República Romana, donde Marco Tulio Cicerón lo perfeccionó. Sus discursos y tratado de oratoria nos han llegado casi completos. Durante el imperio, sin embargo, la oratoria entró en crisis habida cuenta de su poca utilidad política en un entorno dominado por el emperador, aunque todavía se encontraron grandes expertos en ese arte como Marco Fabio Quintiliano, los doce libros de su Instituto Oratoria se consideran la cumbre en cuanto a la teoría del género. Sin embargo, como ha demostrado Ernest Robert Curtius en su Literatura europea y Edad Media Latina, la Oratoria influyó poderosamente en el campo de la poesía y la literatura en general pasándole parte de sus recursos expresivos y retorizándola en exceso.

A partir del siglo II a.C. comienzan a aparecer en Roma escuelas de retórica, disciplina que pretende enseñar el arte de la oratoria. Estas escuelas, que constituirán la última etapa en la formación de cualquier romano de clase media-alta, determinarán el estilo oratorio de los personajes más importantes de la vida pública romana.

Dentro de las escuelas de retórica se distinguen tres tendencias:

• La neoática, que tiene como modelo el estilo de ciertos escritores y oradores atenienses de la época clásica (Lisias). Esta escuela propugna un tipo de elocuencia sin artificios, en la que se dé mayor importancia al contenido que a forma. Pertenecen a ella M. Junio Bruto y Julio César.

• La asiánica o asiática, que sigue el estilo de la oratoria griega desarrollada en la ciudades de Asia Menor. Esta tendencia defiende un tipo de elocuencia radicalmente opuesta a la neoática y, en consecuencia, insiste en la exuberancia en la dicción. El máximo representante de esta tendencia fue Hortensio (114-50 a.C).

• La rodia, así llamada porque su promotor fue el rétor griego Molón de Rodas. Esta escuela propugna un estilo oratorio a medio camino entre las dos tendencias anteriores. El principal discípulo de Molón fue Cicerón.

DEMÓSTENES EL PADRE DE LA ORATORIA

Demóstenes fue posiblemente el más grande orador que el mundo haya conocido. Lo cierto es que Demóstenes a fuerza de voluntad logró superar los defectos físicos que lo afligían, como la tartamudez, el encorvamiento de espalda y fisionomía poca atractiva. Cuando alcanzó la mayoría de edad sus tutores tuvieron que declarar una suma hereditaria muy inferior a la reclamada por Demóstenes. El justo derecho de Demóstenes fue allí reconocido, pero la herencia había quedado reducida a muy poca cosa. Estos dolorosos conflictos habían empujado a Demóstenes a luchar vigorosamente por sus derechos, contribuyendo al mismo tiempo a la formación de su carácter. En consecuencia, Demóstenes había completado en ese período su formación y eligió su vocación: Ser orador y político. Demóstenes que había alcanzado una situación económica sumamente acomodada gracias a sus talentos de orador. Demóstenes fue el jefe y animador del partido nacionalista que trató de impedir la sumisión de Grecia a Filipo.

La guerra se prolongó a través de períodos de calma relativa, pero Demóstenes de dio cuenta de los peligros que representaba la continuación de la política expectante adoptada por Atenas. Cuando Filipo en el año 351 trató de apoderarse de la parte sur de Grecia, Demóstenes pronunció un discurso, la primera de sus feroces requisitorias contra el rey de Macedonia, que tomaron el nombre de Filípicas, término que se convirtió, en el lenguaje común, en sinónimo de toda invectiva enérgica y ardiente. En tres oportunidades y a través de resonantes discursos Demóstenes trató de hacer comprender a los atenienses la necesidad de una intervención.

Demóstenes formó parte de la embajada enviada ante Filipo para entablar negociaciones. Después de la muerte de Alejandro regresó a Atenas, donde volvió a hacer arengas contra los macedonios. Su rey Antípatro exigió de los atenienses que le fuesen entregados los oradores que clamaban contra él, lo que, sabido por Demóstenes, huyó; pero perseguido por los soldados macedonios, y a tiempo de caer en sus manos, tomó un sutil veneno que llevaba en el cañón de una pluma. Los atenienses le

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