La cholificación es el proceso por el cual el migrante

“Más allá de la cholificación”

No es posible entender al Perú actual sin mencionar al proceso migratorio interno acontecido hace ya más de cincuenta años, este fenómeno social y cultural ha producido cambios en la ciudad, determinando en muchos casos el grado de movilidad social y el papel de la socialización de actores involucrados en este marco real y cotidiano; lo cierto es que debido a la dualidad ancestral del Perú y el difícil aperturamiento cultural, social y económico, heredado de un proteccionismo conservador, originaron transgresiones en diversos espacios relacionados a la subsistencia de los nuevos limeños, lo cual origina fenómenos más particulares, cabe señalar tres: la cholificación, la cultura chicha y el achoramiento.

La cholificación es el proceso por el cual el migrante, andino en su mayoría, se inserta en la ciudad, lo cual origina un cambio psicológico en sus relaciones en un espacio que no siente como suyo, la contradicción,  modernidad – tradición, crean un angustia existencial en relación a sus necesidades, la cual se plasma en su conducta y en la forma de encarar la adversidad, como en la reconversión de sus códigos culturales, se hablado de este fenómenos desde los 60 hasta la fecha, algunos de los que han estudiado este fenómenos son: Francis Borricaurd, Aníbal Quijano, José Matos Mar, Guillermo Nugent, Jorge Bruce y otros, sin embargo su contenido y perspectiva va variando, para proponer y promover un reconocimiento del mestizaje y la diversidad cultural con derechos que conduzcan a relaciones sociales más homogéneas.

Se puede decir que la cultura chicha es la continuación de la cholificación, pero esta marca un proceso de acentuación de la mixtura cultural, matizando comportamientos de identidad, expresando la manera de vivir y estar vivo, en un contexto que el cholificado ya siente como propio y así es percibido como algo casi necesario para la funcionalidad de una ciudad que alberga millones de habitantes.

El achoramiento, es el heredero del arribismo, referido a la actitud impositiva relacionada con la prepotencia, la astucia, la violencia, es la expresión de insatisfacción marcada por la tensión de sobrevivir y de acceder a vías rápidas de ascenso social en perjuicio de los demás, directa o indirectamente, y además reforzada por una tolerancia sociocultural a “la viveza”.

El migrante andino fue construyendo una economía de supervivencia en la ciudad, sustentada en lazos de parentesco regionales y una ética del trabajo de raíz rural, actualmente podemos decir que la economía se mueve por ellos ya que donde hay más movimientos es en las zonas empresariales de migrantes como: Gamarra, Caquetá, Polvos Azules, etc.

Debemos tener en claro que Lima no es el Perú, muchos asocian que la clase alta peruana,  blanca y criolla, son solo los peruanos, se ve lo urbano como visión moderna y lo rural contenido de significados agricultores del desarrollo.

En conclusión, podemos definir a la cholificación como proceso, la cultura chicha como producto y respuesta más agresiva de un nosotros, y el achoramiento, efecto histórico violento y su ley del más fuerte, estos tres fenómenos no se suplantan uno al otro, al contrario estos interactúan en espacios de mayor extensión buscando alguna unicidad imaginaria, logrando mayor énfasis en otros géneros como el musical, la producción cinematográfica y televisiva, la gastronomía, la moda, entre otros.

No debemos de referirnos a los migrantes como “otros”, ya que tenemos que reducir las distancias socioculturales y construir una identidad colectiva, logrando una unidad como peruanos.

Todavía subsiste la diferenciación por el aspecto físico y el menosprecio por lo andino, no hay por qué sentirse más que otros ni de otra clase social ya que no hay un índice cierto que mida la posición social simbólica de una persona o grupo.

Más allá de la cholificación, el éxito económico puede estimular en ciertos grupos de migrantes otras formas de pensar al Perú, sustentadas en sus nuevas formas de vivir y experiencias al interactuar con las capas dominantes de la sociedad.

Es por ello, que el campo de lo simbólico y no tanto en lo económico, donde finalmente se tendrá que definir nuestro rumbo como sociedad en los próximos años

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