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La figura del emigrante en el cine

Rubita336 de Abril de 2012

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LA ESTÉTICA DE LA EMIGRACIÓN:

LA FIGURA DEL EMIGRANTE EN EL CINE

ESPAÑOL Y PORTUGUÉS

Verena Berger y Miya Komori

Universidad de Viena

LA EMIGRACIÓN PENINSULAR Y EL CINE

La emigración masiva desde Portugal y España empezó a mediados del siglo XIX y marca

la historia del siglo XX. Sobre todo a partir de los años sesenta, la situación política y económica

forzaba a portugueses y españoles a buscar trabajo en las antiguas colonias o en países

europeos, básicamente en Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, los Países Bajos e Inglaterra. En

1977, el número de trabajadores españoles en Francia se elevaba a 204.000, seguido por

Alemania Occidental y Suiza con 100.300 y 62.700 respectivamente (Vilar/Vilar, 1999: 25).

Junto con Alemania, Luxemburgo y Suiza, ciertamente por la cercanía geográfica y lingüística,

Francia también era el país preferido de los emigrantes portugueses cuyo número se elevaba

a 27.234 en 1969 (Carvalho Arroteia, 2001). En los países receptores de Europa Central,

necesitados de mano de obra por el auge económico registrado a partir de los años sesenta,

los inmigrantes llegados de la península ibérica encontraban empleo básicamente en la industria,

la hostelería y los servicios. Este proceso migratorio finalizó con la primera crisis del

petróleo en 1973, que frenó las economías de Europa Occidental y las oportunidades de

empleo para trabajadores extranjeros. A la vez, el final de las dictaduras de Franco en España

(1939-1975) y de Salazar y Caetano en Portugal (1932-1968), así como la Revolución de los

Claveles (1974), terminaron con el aislamiento político y económico de ambos países. Estos

factores condujeron al paulatino descenso de los movimientos migratorios, con la excepción

de Suiza y Francia, que continuaron siendo países de fuerte inmigración peninsular (Serrão,

1977: 66-71; Vilar/Vilar, 1999: 67; 72; Malheiros, 2002)1.

A Hamid Naficy le debemos el término “cine acentuado”, refiriéndose a la adopción del

cine como medio por diversas comunidades en el exilio o en la diáspora y residentes en el así

llamado Primer Mundo, principalmente en Estados Unidos, Canadá y Europa. Dentro de su

clasificación, Naficy incluye sobre todo películas creadas por directores de cine que han emigrado

o se han exiliado y usan los medios de reproducción como una respuesta estética a la

1 Agradecemos la revisión de este ensayo a Alfonsina Janés.

20 Verena Berger y Miya Komori

Quaderns, 6 (2011), pp. 19-32

experiencia del exilio, la emigración y la diáspora (2001: 11). Un denominador común de este

“cine acentuado” es la doble identidad que estas películas reflejan a través de la estética,

la mezcla de tradiciones cinematográficas diferentes, así como el uso del plurilingüismo. No

obstante, también aquellos directores de cine que no son emigrantes, pero que se centran en

el tema de la emigración, el exilio y las diásporas crean a su vez una vertiente de este “cine

acentuado”.

En España, la emigración y el exilio durante mucho tiempo han sido temas más bien

ausentes en el cine por razones fácilmente comprensibles. Según Marsha Kinder, el exilio

como motivo fue censurado por el franquismo y no aparece hasta Volver a empezar (1982)

de José Luis Garci (1993: 283). La emigración española bajo el régimen aparece en pantalla

a partir de los años sesenta con Nunca pasa nada (1963), de Juan Antonio Bardem, Llegar a

más (1963), de Jesús Fernández Santos, o Los amores difíciles (1966), de Raúl Peña2. Habrá

que esperar hasta los años setenta para que aparezcan películas como Españolas en París

(1970), de Roberto Bodegas, o ¡Vente a Alemania, Pepe! (1971), de Pedro Lazaga, que retratan

la figura del emigrante español en el contexto de una cultura extranjera (Martín Sánchez,

2009: 89-90). A partir de Las cartas de Alou (1990), de Montxo Armendáriz, surge una

vertiente de cine español enfocando el tema de la inmigración3, pero hasta la actualidad

han sido pocos los directores que se han dedicado al periplo olvidado de la emigración.

Han abordado, en diversos estilos, épocas y movimientos migratorios, pero la cinematografía

española cuenta con pocas películas de ficción dedicadas a la figura del emigrante.

Entre ellas, El techo del mundo (1996), de Felipe Vega, o Un franco, 14 pesetas (2005), de

Carlos Iglesias, y también documentales como Sabes que tengo mi alma en La Habana

(2001), de Julio Fernández, El tren de la memoria (2005), de Marta Arribas y Ana Pérez, A

las puertas de París (2008), de Joxean Fernández y Marta Horno, o la serie televisiva Camino

a casa (2007), de Adolfo Dufour4.

El caso del cine portugués se presenta similar: Con O salto (1967), es un director francés,

Christian de Chalonge5, quien retrata el itinerario de varias familias portuguesas llegadas clandestinamente

a Francia para trabajar. Este docudrama representa una de las primeras películas

que visualiza el apuro de los inmigrantes de Portugal en su lucha por sobrevivir en un país

extranjero (Silva Ribeiro 2009: 135). Sorprendente resulta, sin embargo, la gran cantidad de

documentales dedicados a la emigración portuguesa, entre ellos Esta é a minha casa (1997),

de João Pedro Rodrigues, sobre el viaje de vacaciones a Portugal de una familia residente en

París; Viagem à Expo (1999), del mismo director, que muestra la primera visita de la misma

familia a Lisboa; Crónica de Emigrados (1979), de Manuel Madeira, y Uma Vida Nova. O país

aonde nunca se regressa (2006), de Nuno Pires, ambos sobre la comunidad portuguesa en

Francia; Carta de Chamada (2004), de Cristina Ferreira Gomes, sobre la emigración portu-

2 No obstante, en 1946 Ramón Torrado ya había estrenado El emigrado, una película que trata de la

emigración española a América, y Sebastián Almeida tematizó la emigración a Cuba y el regreso desde allí en El

emigrante (1959).

3 Kinder explica el cada vez mayor interés por la representación de la emigración con el fenómeno de la

llegada masiva de inmigrantes de África, América Latina, Asia y recientemente también de Europa del Este que se

está produciendo en la España post-franquista desde la integración a la U.E. (Kinder, 1993: 286).

4 No obstante, el creciente interés por parte de la crítica y de investigadores por el motivo de la emigración

española en el cine queda plasmado en una publicación reciente de Chema Castiello (2010).

5 Los guiones de O salto y de Españolas en París fueron escritos por Christian de Chalonge y Roberto Bodegas,

entre otros.

La estética de la emigración: La figura del emigrante en el cine español y portugués 21

Quaderns, 6 (2011), pp. 19-32

guesa en Brasil; A Fotografia Rasgada (2002), de José Vieira, sobre la emigración clandestina;

Devolvidos (2000), de Jorge Paixão da Costa, que trata de emigrantes repatriados desde

Canadá y los EE.UU. intentando sobrevivir en las islas Azores; A casa que eu quero (2009),

de Joana Frazão y Raquel Marques, sobre los emigrantes regresando a Portugal durante el

mes de agosto, o la serie documental Au Revoir Portugal! (2009), de Carlos Domingomes,

que consta de cinco capítulos denominados “O Passador de Homens”, “O Salto”, “Ganhar a

Vida”, “Regressar” y “Au Revoir!”. Menos copiosa es la producción de cine de ficción dedicado

al tema, con cintas como Mudar de vida (1966), de Paulo Rocha, o Ganhar a vida (2000),

de João Canijo6.

A continuación, este ensayo analizará cómo cuatro películas de ficción, ¡Vente a Alemania,

Pepe!, Un franco, 14 pesetas, Españolas en París y Ganhar a vida, revisan la mutua dinámica

entre la cultura de la migración y la cultura de los países receptores. Las tres películas

españolas pertenecen a estéticas fílmicas diferentes: Desde los tardíos años sesenta hasta el

final del franquismo, el cine español estaba dominado por tres tendencias fundamentales: 1)

un cine con ambiciones intelectuales y políticas (p.ej. Carlos Saura), 2) un cine comercial con

subgéneros como la “españolada” y el “landismo”, nombrado según su actor más popular

–Alfredo Landa– como representantes significativos, y 3) el cine de la “Tercera vía” (Caparrós

Lera, 1983: 57-58; Gubern et al. 1995: 359-362).7 Promovida por el productor José Luis Dibilidos,

la meta de esta “Tercera vía” fue, por un lado, entrar en contacto con el mercado de

cine fuera de España, y, por el otro, crear un cine intermedio entre exigencias comerciales

e intelectuales (Caparrós Lera, 1983: 58). Si Españolas en París, de Roberto Bodegas, tiene

que ser calificada como melodrama de la “Tercera vía”, ¡Vente a Alemania, Pepe!, de Pedro

Lazaga es un ejemplo del “landismo”, con Alfredo Landa en el papel de Pepe, el protagonista

de esta “subcomedia” (Monterde, 2008: 31). Esta figura representa el arquetipo del español

medio, más astuto que inteligente, obsesionado con su apetito sexual y su complejo de inferioridad,

que, no obstante, supera con audacia

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