“La ignorancia es la noche de la mente: una noche sin luna y sin estrellas”
julsansarApuntes28 de Mayo de 2016
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Creatividad e innovación: juntas pero no revueltas
Eduardo Martínez Jáuregui
“La ignorancia es la noche de la mente: una noche sin luna y
sin estrellas”
Confucio
reatividad empresarial o innovación empresarial? ¿Gerencia creativa o gerencia de la innovación? ¿Productos innovadores o productos creativos? ¿Pensamiento creativo o pensamiento innovador?
¿C
¿Creatividad e innovación ó innovación y creatividad? ¿Qué es qué?
¿Los dos conceptos son la misma cosa? ¿Se pueden clasificar como
arte, ciencia, proceso o resultado? … creatividad e innovación son dos palabras que están de “moda” y probablemente se desconoce su significado o se usan con propiedad y se desconocen sus alcances.
Es común ver como se mezclan y se utilizan indiscriminadamente ambos términos para significar algo diferente, raro, disímil, novedoso o fuera de lo común. En algunos casos, ambas palabras se utilizan como un verbo cuando se contextualizan en el marco de un proceso o, como adjetivo calificativo cuando se entiende como atributo del resultado del proceso, de modo que se habla de “objeto innovador o de objeto creativo”. Dentro del argot popular, frecuentemente ambos términos parecieran ser sinónimos cuando son utilizados de manera articulada en una frase el uno junto al otro “creatividad e innovación”.
A menudo, se asocia la innovación con una actividad relacionada con la creatividad, el azar o la inspiración de un momento. Pero estos elementos, que son esenciales, son sólo algunos de los componentes de un proceso más amplio (Terré I Ohme, 2002).
Como el ying al yang para el feng shui o como el hombre a la mujer en un matrimonio, la creatividad y la innovación comulgan en armonía, pertenecen a la misma familia, se nutren mutuamente. Cuando se articulan correctamente, su poder es infinito, pero tanto la una como la otra, tienen cada una su propia personalidad, su propio carácter y, aunque comparten algunas cosas, también expresan diferencias entre sí, que pueden ser sorprendentes.
Lo cierto es que desde hace algunos años, la innovación y la creatividad se han
puesto de “moda” en Latinoamérica, y en Colombia sus organizaciones se ha
visto en la necesidad de enfilar baterías en procura de mejorar sus prácticas competitivas, de optimizar su calidad y de renovar su productividad. Tanto la creatividad como la innovación se constituyen en la respuesta estratégica más conveniente del momento para estos tiempos de hipervelocidad mutante, pues son la mejor solución de los industriales, los gerentes y los gobernantes para aumentar ingresos, fortalecer sus economías y generar desarrollo.
Ha sido tan abrupta, desesperada y sorpresiva la necesidad de incorporar la innovación y la creatividad a las empresas, que no ha permitido a los CEO’s reflexionar sobre el tema lo suficiente como para evaluar su idoneidad antes de permitir su entrada a las empresas. En los centros educativos, los responsables de la educación, se sientan deslumbrados y procuran instaurar afanosamente la enseñanza de la creatividad a través de cátedras por presiones de los nuevos tiempos y el entorno cambiante. Preocupados por entender esta nueva ola, se suele apresurar el desarrollo de currículos diseñados para formar y potenciar mentes verdaderamente creativas. No obstante, ha faltado exploración y se ignora tanto de ambos temas que se cree que para competir en estos tiempos, sólo se requiere hacer cosas diferentes y se piensa que por hacerlas diferentes, ya se puede considerar que se está articulado en procesos de innovación o en procesos creativos que conducen indefectiblemente al éxito, sin comprender en lo más mínimo su naturaleza y su considerable complejidad.
Son muchos los textos de autores y estudiosos que hablan de estos dos temas sin el cuidado suficiente de dejar claras sus diferencias como para no confundir a sus lectores. En otros casos, el significado que les da a estos términos varía tanto de autor a autor que pareciera no existir un acuerdo claro que permita la comprensión correcta o, como lo expresa Erika Landau en su libro El vivir creativo, en referencia a al término creatividad, “Son justamente los distintos puntos de partida, supuestos y métodos de trabajo los que hacen difícil hallar un común denominador y combinar la pluralidad de los enfoques” (Landau, 1987).
No se pretende aquí zanjar dogmáticamente el problema del significado de estos términos. Se trata mas bien, de observar cuánto ignoramos sobre el sentido y alcance correcto de estas dos palabras y cómo se utilizan cotidianamente de manera irreflexiva sin trazar una línea divisoria lo suficientemente perceptible entre ambos conceptos, dejando entrever nuestro desconocimiento en torno a la necesidad e importancia que tiene el entender su significado, sus diferencias y semejanzas y los puntos de convergencia. Con ello, se pretende dejar algunas bases que permiten abordar con mayor claridad la comprensión los temas que subyacen en estos conceptos, sobre todo para quienes están inmersos en los mundos de la creatividad y la innovación o, de alguna manera, se relacionan con este universo.
La creatividad
Según la 22ª edición del DRAE, la palabra creatividad significa “f. facultad de crear, f. facultad de creación”, lo que deja un sin sabor porque el enigma sigue
abierto. Sin embargo, indagando en las raíces del término podemos descubrir que la palabra creatividad viene de la vos latina creare, que significa generar, producir, dar a luz, parir, engendrar.
Así pues, si se toma la palabra creatividad desde el punto de vista de la ortodoxia católica, el único creador es Dios, que es origen, alfa y omega, principio y fin de todas las cosas. Pero en esta misma tradición, el hombre es creado a imagen y semejanza del creador, es decir, el hombre es creado como creador. Por lo general, en los grandes mitos de origen, los hombres son creados por el gran dios de los cielos o de las aguas o de los abismos o por algún demiurgo, como hacedor, como dominador o como transformador del mundo. En mitos muy antiguos, se reconoce en las comunidades el hacedor de la lluvia, el tallador de la madera, el tejedor de canastos, el curandero, el adivino, el cazador, el constructor de casas, entre infinidad de oficios que se creen de origen divino.
Los griegos atribuyen a los dioses el origen del fuego, y es Prometeo, el hijo de Hefestos, quien roba el fuego del carro de Helios para entregarlo a los hombres. Hefestos es el horroroso dios del artificio, es herrero, forjador, artesano y escultor y es ese poder el que Prometeo entrega a los hombres, que son su creación. Hefestos crea con fuego y por eso el fuego es el elemento prohibido, es el símbolo del gran tabú del creador. Por haber robado el fuego del Olimpo, por haberle entregado el elemento de la creación a los hombres y porque se libra de Pandora, sospechando su nefasto poder, Prometeo es encadenado para que un águila coma todas las noches sus entrañas. El reconocimiento del hombre creador es, desde tiempos muy remotos, atribuido a un acto transgresor de la divinidad. Es decir, la capacidad creativa del hombre se reconoce como una cualidad divina, pero es una cualidad que ahora está en manos de los hombres y de las mujeres.
Esa capacidad humana de crear ha sido reconocida por muchos autores que se han esforzado igualmente por elaborar múltiples definiciones de la creatividad, presentes en la extensa literatura sobre el tema. En esta forma, el asunto es abordado directamente por Sikora (1979), Landau (1987), Marín (1984), García (2002), Prada (2002), Rodríguez (2007) entre mucho otros.
Varios de los autores citados clasifican las definiciones de acuerdo con enfoques diferentes. Es el caso de Erika Landau (1987) que divide en tres enfoques el término a saber: La creatividad vista como personalidad, como proceso o como producto. Prada (2002) sostiene que la creatividad se puede enfocar desde el Asociacionismo y el Conductismo, El Humanismo. Para él, la creatividad puede ser vista también como una función combinatoria. Para García (2002) el significado de la creatividad podría verse desde lo personal, lo familiar, lo organizacional y se vincula a la tradición de un país. Por la mima línea, Rodríguez (2007) piensa que la creatividad se puede manifestar en tres niveles: el nivel elemental o de interés personal y familiar, el nivel medio o de resonancia laboral y profesional, y el nivel superior o de creación trascendente y universal.
Para lograr una definición aceptable, se puede intentar la aplicación de una técnica o un proceso creativo que ahondar en los precursores de un concepto tan difuso (Prada, 2002). Se podría citar un sinnúmero de definiciones y llenar páginas completas citando autores y enfoques en torno a la creatividad, pero, por razones prácticas, es preferible centrarse en los elementos más comunes que se pueden encontrar independientemente del enfoque, matices, alcances, niveles o, en general, los diversos sesgos que se le ha querido adjudicar al término.
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