La nostalgia de haber sido y el dolor de ya no ser
LouryEnsayo5 de Diciembre de 2022
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¿La nostalgia de haber sido y el dolor de ya no ser?
Lourdes Arias1
Poner en juego algunas pequeñas tensiones del ¿papel/ rol/ mandato/ oficio? del docente hoy, en este mar de rupturas sociales y culturales en donde se inscribe su accionar. ¿Qué se espera de él, social y culturalmente? ¿Qué espera él de sí mismo/a? ¿A caso se espera algo? Mar de interrogantes que ponen en crisis y exigen desde afuera respuestas inmediatas e individuales. Es momento de parar los discursos, hacer un stop, y repensarnos colectivamente.
Palabras claves: Oficio-discurso-colectivo-paradigma-
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Pensar en el maestro de antes para la escuela de hoy, es fracasar. Por muchos motivos.
En primer lugar, y haciendo historia, el oficio docente en el inicio de nuestro país se caracterizó por una fuerte regulación estatal, siendo portador de un mandato fundacional: contribuir con la construcción de la Nación y así la docencia se constituyó en la articulación entre la vocación, la moral y el papel de funcionario y al mismo tiempo era el carácter incuestionable de los valores puestos en juego a la hora de enseñar lo que garantizaba la autoridad al maestro. Hoy, esta concepción es obsoleta, porque la sociedad aquella no es la misma, hoy nuestra realidad es diferente, sin embargo muchos de los discursos, tanto de docentes (“Quienes enseñan o intentan hacerlo, fueron social o históricamente producidas e individualmente entretejidas, recreadas por quienes pasaron por la escuela y retornan a ella como docentes.” (Alliaud Antelo, 2011)), como de los medios y alguna minoría social conservadora, pretenden que este modelo aún sea “el modelo”. Así, en esta soledad, el docente se refugia en la búsqueda de recetas mágicas y soluciones cerradas, para dar respuestas rápidas a las urgencias que la “sociedad” le demanda. Pero, ¿acaso se debe dar respuesta? O ¿es la idealización romántica de la vieja escuela una estrategia inconsciente y limitada para no afrontar los profundos cambios que debemos afrontar colectivamente?
Entonces pensemos en descifrar las reglas que regulan nuestra actual sociedad y de este modo crear condiciones de posibilidad para construir otros escenarios, pero de manera colectiva, y para ello hace falta salirnos de esa mirada “idealizada” para formularnos otras preguntas, porque allí radica la diferencia entre someterse al destino de ya no ser o de haber sido para construir uno nuevo, donde seamos los artífices de nuevas miradas que nos hagan protagonistas de esta nueva escuela.
Por último, ¿por qué “queremos” seguir homogeneizando cuando decimos que la escuela hoy no funciona?, ¿será a caso que el devenir nos paraliza?
Volvamos a pensarnos como artistas, como creadores y pongamos en funcionamiento nuestro proceso creador, generando espacios de reflexión con el otro, donde la práctica sea la metaficción de nuestro relato, de nuestros discursos, hagamos nosotros los discursos, no cerremos las respuestas, el mundo cambia vertiginosamente, y con él, docentes, estudiantes, el todo.
Las incertidumbres son muchas, pero sí existe una certeza: la escuela de hoy nos convoca a imaginar, ensayar otras formas, siempre que aceptemos la convivencia con lo crítico, lo mutable, lo cambiante, lo distinto de lo que fue. Así lo que nos inquieta, lo problemático, lo no definido, es constitutivo de una realidad escolar cuya identidad también se define por lo que tiene de indefinido. (Alliaud y Antelo, 2011)
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