La nueva Era
solymar28Ensayo16 de Junio de 2013
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La nueva Era
A mucha gente le gusta pensar que la naturaleza humana está en los albores de una nueva era, la edad del auge de la comunicación. Abundan profecías acerca de cómo el advenimiento de la tecnología digital cambiará la forma en que vivimos, trabajamos, comerciamos e interactuamos[1]. Es creencia común que la así llamada era de la información traerá aparejados cambios y mejorías, y los países de todo el mundo están ocupados construyendo la infraestructura necesaria, las "superautopistas de la información", para enfrentar los desafíos de la sociedad de la información del siglo XXI.
A pesar de que los adelantos de la tecnología digital son impresionantes, no debemos olvidar que la tecnología en sí misma no es un determinante de cambio, es sólo un facilitador. Como con cualquier otra tecnología, es el contexto social en el cual estas tecnologías son introducidas y, sobre todo implementadas lo que determina su uso y su impacto. De acuerdo con esto, no estamos envueltos fatalmente en una ola de cambio histórico, somos los que estamos protagonizándolo. La revolución de la información tiene menos que ver con los bits y los bytes, que con las realidades y las aspiraciones de la gente común.
Dadas las herramientas disponibles, está en nosotros determinar qué tipo de cambio tendrá lugar, y a quienes afectará[2].
¿Estamos actualmente construyendo una "Sociedad de la Información Global" no excluyente, o un mundo estratificado de "ricos en información" y "pobres en información"? ¿Quiénes tendrán acceso a la sociedad de la información y quiénes quedarán atrás? ¿Serán sólo los jóvenes, ricos, educados y expertos en computación que sepan inglés, los que calificarán como miembros de esta nueva sociedad?, y si fuera así, ¿en qué situación queda el remanente constituido por la mayoría de la población mundial? ¿Cómo puede la tecnología de la información atender los muchos problemas que el mundo enfrenta hoy, un mundo caracterizado por crecientes brechas entre ricos y pobres, inequidad, guerra y disrupción social?[3] ¿Estamos actualmente encaminándonos hacia un nuevo Renacimiento, una era de la Ilustración, o es probable que continuemos en el sendero actual de la marginalidad y la desintegración social?[4]. ¿Están las desigualdades existentes siendo rediseñadas, o se están reforzando, esta vez con el agregado del acceso y el no acceso a la información?.
La Internet está jugando un rol muy importante en la evolución de la tecnología digital, pero a pesar de que ha sufrido un crecimiento notable en los últimos años, su distribución permanece altamente asimétrica. Es imposible medir el número exacto de usuarios, pero las estimaciones actuales arrojan un rango de entre 40 y 60 millones, en un total de 130 países a lo ancho del mundo[5].
Se espera un crecimiento mayor, y en el reciente Foro Económico Mundial de Davos, en Febrero de 1997, Bill Gates vaticinó que Internet tendrá 500 millones de usuarios en los próximos 10 años. El crecimiento exponencial de Internet puede sonar impresionante, pero estas cifras son menos impactantes cuando se ponen en perspectiva de un mundo cuya población es superior a los 5 mil millones de habitantes.
Más aún, más de tres cuartos de las computadoras conectadas a Internet están situadas en los Estados Unidos, seguido por Europa y las economías emergentes. Los usuarios de Internet en los países en desarrollo sólo constituyen un pequeño porcentaje del total de usuarios. Así, mientras que un estimado 3,1% de la población de los países de altos ingresos usa la Internet, sólo el 0.0002% de la población de los países pobres está conectado, una relación de aproximadamente 1 a 15.000 (ITU, 1995). A pesar de que más y más países en desarrollo se están conectando con redes electrónicas, muchos de ellos no cuentan aún con total acceso a Internet, y como era esperado, Africa, el continente más pobre, es el menos conectado[6].
Hay también diferencias en el acceso dentro de los países, ya que la mayoría de los usuarios de Internet pertenecen a sectores sociales muy restringidos, sugiriendo que la Internet de hoy es principalmente la herramienta de la "elite virtual" transnacional.
Entonces está claro que la actual distribución del acceso a Internet necesita ser rediseñada, especialmente en atención al mundo en desarrollo. Inclusive, herramientas y aplicaciones apropiadas necesitan ser desarrolladas para que todos los miembros de todas las sociedades puedan beneficiarse de la revolución digital. Como señalara Nelson Mandela, presidente de Sud Africa en Telecom 95 en Ginebra: "Si no podemos asegurar que esta revolución global crea una sociedad de la información mundial, en la cual cada uno tiene un tajada y puede jugar un papel, entonces no ha ocurrido una revolución en absoluto"[7].
Para ello una cantidad de cuestiones críticas deben ser atendidas.
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Conectando al Tercer Mundo
Mucha gente sostiene que la revolución digital incluye muchas promesas para los países en desarrollo, permitiéndoles saltear etapas de desarrollo y alcanzar a los países más desarrollados. La idea de unirse a la sociedad de la información global es impulsada vigorosamente en todo el mundo, en gran parte por intereses comerciales.
Las medidas apropiadas a ser tomadas en este sentido están cada vez más en las agendas políticas nacionales, regionales e internacionales y la mayoría de los esfuerzos internacionales para el desarrollo apuntan a introducir las nuevas tecnologías de la información en los lugares menos desarrollados del mundo[8]
El determinismo tecnológico subyacente asumido en estos señalamientos es, sin embargo, altamente cuestionable, y requiere de una observación y un análisis más preciso. Cuando estas tecnologías son colocadas en el contexto social actual, inmediatamente el cuadro se vuelve más complejo y "los parches tecnológicos de cualquier naturaleza no son más que una gota de agua en el mar de la realidad"[9]
Después de todo, no ha pasado tanto tiempo desde que la Revolución Verde fuera proclamada como la solución del hambre en el mundo, y que la implementación de aquellas nuevas tecnologías exacerbaran la crisis de muchos de los pobres rurales del mundo, a causa de la falta de voluntad política y a los intereses contradictorios de las fuerzas económicas[10]. En la aplicación de las actuales Nuevas tecnologías las tajadas son todavía mayores, y debemos permanecer en guardia en todo momento si queremos evitar caer en la misma trampa.
Cuando se observa más de cerca la realidad actual del Tercer Mundo uno se ve impelido a ser prudente acerca de las posibilidades de una mejoría radical ofrecida por las nuevas tecnologías de la información. Los numerosos obstáculos enfrentados indican que las inversiones necesarias para estar a tono con las aceleradas innovaciones tecnológicas son enormes. Considerando la vasta gama de problemas con los que ya luchan los países en desarrollo, esto requeriría recomenzar a definir prioridades y nuevas estrategias de desarrollo. Si las metas de ellas son servir a la población en su conjunto, es necesario que estén basadas en evaluaciones realistas y meditadas consideraciones de las necesidades y recursos existentes.
En la mayoría de los países en desarrollo, la infraestructura de las telecomunicaciones ha estado largamente postergada y otras metas del desarrollo han ocupado una prioridad más alta. Como resultado, esta infraestructura es a menudo seriamente subdesarrollada y el costo de su uso es más caro en los países en desarrollo que en los desarrollados. La correlación entre riqueza y líneas telefónicas se ejemplifica con el número promedio de líneas telefónicas cada 100 habitantes, siendo de sólo 1,5 en los países más pobres del mundo, contra 52 en los más ricos (ITU, 1995). Agregado a la carencia de líneas telefónicas, muchos países en desarrollo sufren la falta de suministro eléctrico, especialmente en las áreas rurales alejadas. A menos que estos problemas de infraestructura básica pueda ser resueltos imaginativamente, y de una manera sostenible, tiene poco sentido mantener alguna ilusión acerca del uso generalizado de la Internet en los países en desarrollo.
Existe una enorme presión internacional sobre los países en desarrollo para que liberalicen su sector de telecomunicaciones. El argumento es que la privatización y la competencia resultarán en mejores y más baratos servicios a la población. Esta presión para las privatizaciones, inclusive, es a veces una condición para la provisión de asistencia para el desarrollo, por ejemplo del Banco Mundial o USAID. Sin embargo, uno no debería perder de vista el hecho de que las telecomunicaciones han sido por mucho tiempo industrias nacionales en la mayoría de los países en desarrollo, y han sido consideradas un servicio público, más que empresas con fines de lucro. Considerando que las empresas privadas de telecomunicaciones son movidas por un interés de lucro, hay que preguntarse cuán interesadas estarán en proveer acceso a áreas donde hay pocos clientes, por ejemplo, las áreas remotas y poco densamente pobladas. Inclusive, el monopolio estatal del sector comunicaciones significa una muy necesaria fuente de ingresos para los gobiernos de los países en desarrollo. Y debe tenerse en cuenta que el mercado de las telecomunicaciones globales tiene más características de un oligopolio, dominado por un puñado de compañías, que de una competencia abierta.[11]
Para conectar democráticamente al total de la población, pueden seguirse alternativas más vigorosas, quizás, que
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