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La poética de la teoría

dratenaEnsayo7 de Diciembre de 2014

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Paul Goodman: La poética de la teoría

Por Michael Vincent Miller

Paul Goodman fue incuestionablemente brillante, proféticamente adelantado a su tiempo, combinaba un inmenso saber con un sentido común expresado de forma llana, raro entre los intelectuales. Fue un crítico social, poeta, novelista y dramaturgo, urbanista utópico, educador, psicoterapeuta y psicólogo teórico, y publicó libros en todas estas áreas. Pero pasó la mayor parte de sus días --en todo caso hasta los 48 años (murió a los 60)-- viviendo la vida como un empobrecido artista erudito. Continuamente fue minusvalorado y malinterpretado a lo largo de su carrera de treinta y tantos años como escritor.Hubo una notable excepción: por algún encantamiento, durante la década de los 60 Goodman conectó con una generación de universitarios que compartía su alienación de la sociedad establecida y sus esperanzas de un cambio social. Paul sólo tuvo que publicarGrowing Up Absurd [Ndtt: Edición en español, Problemas de la Juventud en la Sociedad Organizada. Ediciones Península], el libro que le trajo algo de fama, y muchos de esta generación encontraron en este texto un convincente análisis de sus experiencias. Hacia el final de la década, no obstante, tanto los estudiantes radicales, frustrados y muy divididos entre sí, como la contracultura, cada vez más envuelta en una nube de drogas y misticismo, perdieron en su mayoría el interés por Goodman. Así, su influencia fue disminuyendo una vez más.

¿Por qué pasó por momentos tan difíciles? ¿Fue su carrera otro ejemplo de la difícil situación del artista moderno -- un dato en la sociología de la cultura? ¿O existía algo en la naturaleza de Goodman que era marcadamente demasiado individual y por tanto conseguía alejar a la gente? ¿Era demasiado declamatorio, demasiado insistente en público sobre su anarquismo y homosexualidad, sobre su decidida falta de reverencia hacia la autoridad y las celebridades, incluso sobre su ternura y su inquietante sentido del fracaso? Ciertamente su estilo de escritura es cualquier cosa menos distante. El hacía más enérgica la lectura que las abstracciones laboriosas de Herbert Marcuse o la mitificacion misteriosa de Norman O. Brown, contemporáneos con los cuales compartió cierto énfasis intelectual. La escritura de Goodman, por el contrario, es sumamentete auto-reveladora, lo cual puede ser más de lo que los lectores esperan o toleran de sus profetas y teóricos radicales, a pesar de que vivimos en una era de poesía confesional, historias de casos de los propios pacientes, novelas que apenas son disfrazados diarios de los problemas conyugales de sus autores. Existe drama personal en la escritura de Goodman, así como drama intelectual. Uno siente siempre que él se descubría a sí mismo con cada nuevo modo de caracterizar la neurosis u otra faceta de la opresión social.

Muchas personas pueden haber sido disuadidas por la chispeante presencia personal de Goodman, aunque yo, por mi parte, no puedo ver porqué. En dos ocasiones pasé algún tiempo con Goodman -- una en 1964, cuando ambos éramos los encargados de escribir artículos pasa Dissent sobre The Berkeley Free Speech Movement [Ndtt: El movimiento para la libertad de expresión]; y de nuevo en 1970, cuando él vino al MIT [Ndtt: Massachusetts Institute of Technology], donde yo estaba enseñando en esa época, para dar un recital de poesía y un discurso a los estudiantes radicales. Lo encontré suave y receptivo, nada pretencioso, intelectualmente entusiasta y abierto. Es cierto que algunos tonos de amargura entraban en su voz de vez en cuando en aquellas fechas. La muerte de su hijo Mathew a los 20 años por un accidente en una excursión 3 años atrás lo había dejado profundamente conmocionado. Además, el distanciamiento entre Goodman y los estudiantes fue ampliándose, especialmente desde que Goodman deploró la reciente tendencia hacia la violencia de algunas facciones del movimiento estudiantil. En una charla que le escuché dar, los estudiantes activistas militantes le interrumpieron todo el tiempo. Recuerdo con qué paciencia y minuciosidad lidió con sus desafíos. De cualquier modo, sentí un afecto inmediato por aquel hombre.

Es más, pienso que Goodman se consideraba a sí mismo una especie de exiliado de todo grupo, incluso en lo más alto de su fama en los años 60. Existe un pasaje muy conmovedor en un ensayo tardío que escribió en Life, llamado "The Politics of Being Queer" [Ndtt: "Los Cánones de Ser Extraño"] (incluido en esta colección de sus escritos psicológicos), que muestra de qué manera tan penetrante sentía Goodman su aislamiento: "Fracamente, mi experiencia de comunidad radical es que ésta no tolera mi libertad. No obstante, soy todo para la comunidad porque es algo humano, solamente parezco condenado a ser excluido." ¡Esto por parte de un pensador social que se entregó a una visión utópica de los seres humanos libres, viviendo y trabajando juntos de manera satisfactoria!

Encaja perfectamente en este patrón el que Goodman sea un padre fundador de la Terapia Gestalt no reconocido, aunque él es aún tal vez la más elocuente e importante voz teórica. Por supuesto, todos los que estuvieron sobre el mapa del terreno original de la Terapia Gestalt -- Laura Perls, Isadore From, y otros, incluyendo a Goodman -- tendieron a desvanecerse de la vista pública tras la sombra de Fritz Perls, quien además de ser un clínico habilidoso e inventivo fue un astuto publicista para su nueva terapia. La influencia de Goodman no hizo un gran camino lejos de New York entre los terapeutas gestalt en ciernes (excepto en Cleveland -- los fundadores del Instituto Gestalt fueron entrenados por el grupo original de New York). Estaban demasiado impresionados por el genio carismático de Perls; además, muchos fueron arrastrados sobre las mareas de la religiosidad del movimiento del "potencial humano". El humanismo anticuado de Goodman -- sus escritos psicológicos están llenos de referencias a Aristóteles y Kant, así como a Freud y Reich -- y su insistencia sobre las implicaciones políticas de la Terapia Gestalt no interesaron mucho a la espiritualista visión interior de Esalen, por ejemplo.

El tipo de mentalidad del propio Goodman es probablemente responsable en parte de la falta de reconocimiento que tuvo como un teórico innovador de la psicología. Nada de lo que escribió se encaja claramente dentro de las categorías convencionales. Abarca las humanidades y las ciencias sociales en su propia manera idiosincrásica y las trae a colación para referirse a cualquier tema que trata. Hay algo un poco irritante e intransigente sobre el hecho de citar a todos, desde Yeats hasta Federn y hasta Gandhi, en su tratado sobre la Terapia Gestalt, como también lo había en su hábito de invocar a Sócrates o a Milton delante de una audiencia de estudiantes activistas a punto de ir a recibir gases lacrimógenos en las barricadas (aunque Goodman tambien pagó su cuota de barricadas). Goodman hace un comentario encantador sobre esta propensión en un ensayo concerniente a su propio método literario. "He encontrado delicioso", anuncia, "cuando estaba siendo más extravagante, citando a Aristóteles o a Spinoza, sentir que yo era el más ortodoxamente inocente." Como de costumbre, un principio serio se esconde detrás del tono casual. Fue así como trató de trasmitir a las personas su conexión con las tradiciones humanistas, las cuales siempre sintió como soporte a su radicalismo.

Así, pues, sospecho que muchos psicoterapeutas no saben qué hacer con la forma en que se presenta Goodman cuando escribe sobre terapia. Por un lado, puedo imaginar que los profesionales burocráticos de la salud mental podrían considerar sus escritos psicológicos más "literarios" que "científicos", y de este modo podrían tener problemas para tomarlos en serio. Es extraño que una profesión tan emotivamente atractiva deba formularse, con pocas excepciones (siendo Freud una de ellas --basta leer sus historias de casos), en una terminología tan fría y engorrosa. Por otra parte, la energía de alto voltaje liberada por los terapeutas a menudo parece más interesada en las nuevas técnicas para animar a sus pacientes hacia la victoria, que en enriquecer su conocimiento teórico. Goodman no encaja muy bien en ningún molde. Más de su rechazo al compromiso.

La poesía es un modo de hablar que fusiona las ideas con la revelación personal del sentimiento, y la escritura de Goodman nunca estaba lejos del acto de hacer poemas, incluso cuando estaba lidiando con algún tema abstruso o sutil sobre la formación del carácter infantil. Durante su temprana fase freudiana, escribió sobre el complejo de Edipo de un modo más relacionado con las parábolas de Kafka que con la usual exégesis de los psicoanalistas profesionales. (Mirar "The Golden Age" y "Eros", o "Drawing of the Bow" enNature Heals.) En cambio, Goodman publicó un libro en 1947 llamado Kafka's Prayer, una meditación psicoanalítica exploratoria de los trabajos de Kafka.

De hecho, para mi gusto, la crítica social de Goodman y los escritos psicológicos son más satisfactorios poéticamente que su poesía. Sus saltos son más inspirados; le surgen metáforas de mayor alcance. Como crítico social, Goodman tuvo pocos colegas en EE.UU. Divulgó obstinadamente una visión de la auto-realización individual a través del amor y el trabajo contra las presiones deshumanizadoras que producían la burocracia y la tecnología. Ésta no era una visión darwiniana de la independencia ni del fuerte individualismo americano; sí lo era, no obstante, de comunidad

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