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Literatura

FERMEL7 de Octubre de 2012

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BIBLIA

La Biblia se divide en dos partes principales: El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento relata la historia antes de Jesús, y el Nuevo Testamento incluye la vida de Jesús y el primer siglo siguiente. La denominación Nuevo Testamento, designa la nueva alianza celebrada entre la divinidad única y creadora, y el hombre. Esta nueva alianza reviste un sentido universal, se establece el pacto entre la divinidad y toda la humanidad. Aparte de tener un carácter universal tiene un propósito salvador, pues la figura a través de la cual se verifica es el Mesías o redentor y el destinatario de la redención es la humanidad entera. Aquí radica una de las mayores diferencias con los pactos anteriores, ya que éstos fueron realizados entre la divinidad y el pueblo hebreo

El Antiguo Testamento consta de 39 libros, y el Nuevo Testamento tiene 27 libros, sumando 66 libros en total. Aunque estos libros fueron escritos por distintos autores a través de más de 1.500 años, la Biblia demuestra una unidad increíble.

Parábolas:

Existe una diferenciación pertinente a realizar que es la diferenciación entre Parábola y Parabel, la parábola transmite una enseñanza y especifica la misma, ya la Parabel es una categoría empleada en la crítica alemana, un tipo de parábola solo que la misma es más rebuscada no da especificaciones y encontrar el sentido de la misma exige un proceso más delicado del lector, debemos recordar que ambas narran sucesos cotidianos.

PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA

TEMA Y ESTRUCTURA:

El tema del capítulo tiene que ver con la redención y la alegría que eso provoca en el cielo. Por el pecado cometido en el paraíso por Adán, el hombre nace perdido, ya que por él, se ha apartado el deseo de estar con Dios, se ha rebelado contra Él. Al darle la espalda a Dios, todos los hombres que vinieron de su simiente también lo hacen. Aquel fruto que como Adán pertenecía al árbol del bien y del mal, su pecado original es la desobediencia, que incita al hombre a creer que puede juzgar las cosas por sí mismo sin equivocarse. La promesa del fruto era el conocimiento “Sereís como dioses” les promete la serpiente que los engaña. El hombre así se aparta del consejo de Dios, y como hijo rebelde, decide no obedecerlo, aún cuando Dios como padre amoroso quiere lo mejor para el hombre. Aunque él se haya apartado, Dios no los abandona nunca y por eso elige mensajeros para que hablen por él.

Este capítulo habla a todos los hombres, publicanos, pecadores, fariseos y escribas, es decir, aquellos que conocían la palabra y aquellos que tal vez no. En su mensaje trata de trasmitir cuán feliz se ponen en el cielo cuando un alma se salva, llega al arrepentimiento y reconoce su falta. Esto sucede porque el hombre reconoce así la grandeza de Dios. Los ángeles se alegran porque ellos no saben lo que significa ignorar a Dios. Los únicos que lo han hecho han sido los que se rebelaron, y su falta es mayor porque sabían de su existencia, y aún así han elegido desobedecerlo, entre ellos está Satanás.

La salvación, el arrepentimiento, la redención es lo más importante de este capítulo y es la enseñanza que Jesús deja en este episodio. Lo hace a través de tres parábolas: la de la oveja, la del dracma y la del hijo pródigo.

Una parábola es un cuento que tiene por principio dejar una enseñanza. Esto cuentos eran sencillos y familiares a quienes lo escuchaban, pero su mensaje es trascendente y lleva a la reflexión de quién escucha, porque no se escucha con el entendimiento sino con el corazón. Los discípulos le preguntaban a Cristo: “ ¿Por qué les hablas por parábolas? Y él respondiendo, les dijo: Por que á vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; mas á ellos no es concedido… Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.”(Mt.13:10-11,13). El mensaje es oculto pero no para quién tiene el corazón dispuesto a oír.

EL PÚBLICO (LC.15:1-2)

Decíamos anteriormente que quienes se llegaban a escuchar a Jesús eran publicanos, pecadores, Fariseos y escribas. Hagamos una distinción en este público que rodea a Jesús.

Los publicanos, como ya dijimos eran los que recaudaban impuestos para el imperio romano que ocupaba el territorio por estas épocas. Estos eran empleados que obtenían el favor del gobierno, y que por lo general cobraban cuatro veces más de lo que le mandaba el gobierno. Por lo tanto se quedaban con el resto para su propio beneficio. En la época se los consideraban ladrones, porque si bien pertenecían al pueblo judío, explotaban al sus “hermanos”, también los estafaban “legalmente”. Esto era de público conocimiento. Jesús había dicho, de forma muy controvertida para los religiosos, que “los publicanos y las rameras os van delante en el reino de Dios” (Mt.21:31). Esto resulta subversivo si pensamos en la mentalidad de hombres como los Fariseos, pero lo que Cristo quería decir que estos tenían más facilidad para arrepentirse porque sabían que estaban haciendo algo mal.

Así también sucede con los pecadores. Estos son los que más se acercan a Cristo porque su mensaje les resulta esperanzador y amoroso. En su mensaje se presenta a un Dios que ama y perdona, no juzga, si el hombre es capaz de arrepentirse, por lo tanto existe para ellos una posibilidad de redención que los escribas y los fariseos parecían negarles. Cristo se rodea de estos hombres, porque son los que más necesitan escuchar esta “buena nueva”.

Los otros dos grupos que se acercan, no parecen hacerlo realmente por el mensaje amoroso y esperanzador, sino con una mirada crítica. Intentan buscar con qué juzgar a Jesús. No buscan su salvación propia porque ya se creen salvos, sino que critican que quien se dice Hijo de Dios, y Mesías, sea capaz de acercarse y hablarle a estas personas que ellos consideran despreciables.

Estos dos versículos del principio son muy importantes para explicar el tema del capítulo. A todos les habla Jesús, a los publicanos y pecadores, para que sepan que pueden arrepentirse y que eso traerá inmensa felicidad al cielo; y a los fariseos y escribas para que se den cuenta que lo más importante es lo de adentro y no el exterior. Que la verdadera felicidad está en salvar a un alma perdida y no en parecer perfectos.

Los Fariseos eran una secta que cumplía estrictamente todos los mandamientos de la ley de Moisés. Se jactaban de hacerlo a la perfección, y consideraban que ya por eso eran salvos. Pero no se preocupaban por saber realmente cuál era el fondo de esa ley, es decir, qué quería decir realmente. Cristo los llama “sepulcros blanqueados”, porque tienen apariencia de santos por fuera pero por dentro están muertos. Sus ritos no tienen ningún contenido, ya que no han entendido lo principal: Dios es amor, como lo dirá en su epístola Juan, y su interés no es condenar al hombre, sino salvarlo.

Los escribas son aquellos que tenían el propósito de conservar la Biblia, la conocían y la predicaban. Por lo general pertenecían a los Fariseos. La conocían muy bien, lo que no quiere decir que meditaran en ella, sino que más bien exigían que se cumpliera al pie de la letra. Es por esto que estos dos grupos criticaban la forma en que Cristo se comportaba: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. No entendía que era lo que realmente estaba haciendo, porque les daba tanta importancia, si al fin y al cabo, ellos eran quienes creían estar más cerca de Dios, por su comportamiento intachable a los ojos de la ley mosaica. Esta pequeña introducción explica claramente la razón de una parábola como la del hijo pródigo.

PRIMERA PARÁBOL: LA OVEJA (LC.15:3-7)

Estas parábolas parecen ser una explicación para los Fariseos y los escribas de lo que deberían hacer, y no tanto de lo que hacen. Ellos que creyéndose tan perfectos, no han entendido cuál es el verdadero propósito de su función en el mundo.

Aquí Jesús habla de cien ovejas, por ser estos animales comunes en el entorno en de campesinos. Las ovejas son animales inofensivos, que necesitan de quién las guíe. Muchas veces se ha asociado al cristiano con las ovejas, cuando el mismo Cristo dice: “Yo soy el buen Pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas” (Jn.10:11). Las ovejas tiene la particular de no poder ver claramente a causa de la lana que tapa sus ojos, por lo tanto se guían por la voz de quien pastorea, de allí la similitud con el cristiano.

Estas son muchas ovejas, pero eso no tiene importancia, basta con que una sola se haya perdido para que el Pastor sienta que debe recuperarla, porque esta puede encontrarse en peligro, por las amenazas de los depredadores. La similitud es clara, la oveja se fue porque escuchó otra voz, o porque no escuchó la del pastor. Recordemos que así se perdió el hombre en el Edén, por no querer escuchar la voz de Dios. A su vez en la epístola de Pedro, al diablo se lo relaciona con un “león rugiente” que “anda alrededor buscando a quien devore” (1P.5:8).

La parábola está planteada en forma de pregunta para que la reflexión los lleve al interior de sus corazones, y los invite a ponerse en su lugar.

Una vez hallada la oveja la felicidad es inmensa para el pastor quien la carga e invita a sus amigos a celebrar con él haberla hallado. Lo que movió al pastor fue la misericordia, que significa “amor a la miseria”. El pastor comprendió el peligro en que la oveja se encontraba y no estaba dispuesto a dejarla así, sin darle socorro. De la misma manera Dios busca a los hombres que se pierden,

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