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MAR DE HISTORIAS


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2012  •  1.196 Palabras (5 Páginas)  •  483 Visitas

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Mar de Historias

A estas horas

Cristina Pacheco

Ustedes comprenderán que tenga miedo. No es fácil cambiarlo todo de un momento a otro. Uno se encariña con los lugares y con las personas. A lo mejor les parezco muy limitada, pero no entiendo el mundo fuera de la tienda. Allí pasé más tiempo que en mi casa y con muchas de ustedes conviví más que con mis hermanos. Les juro que no puedo ni imaginar qué haré el lunes cuando oiga el despertador y me dé cuenta de que ya no necesito levantarme para ir a mi trabajo. Tal vez piense: A estas horas estaría corriendo al Metro, a estas horas estaría llegado a la tienda, a estas horas estaría mostrando mi gafete en la entrada de personal.

Laura recuerda que sus palabras le provocaron un acceso de llanto que la avergonzó y la hizo disculparse por haber interrumpido la cena. Con los platos rebosantes de canelones sus amigas la rodearon, le dijeron que su reacción era natural. Y hablaban con conocimiento de causa: todas habían vivido ya la experiencia de verse jubiladas.

Sí, pero su caso es distinto. Ustedes tienen esposos, hijos. Yo no. Me divorcié a los cinco años de matrimonio y juré que nunca volvería a casarme. Ahora dudo de haber actuado bien; aunque, claro, ya es tarde para pensar en eso.

Antonia la animó diciéndole que ahora, con más tiempo libre, a lo mejor encontraba un hombre interesante que le propusiera, si no matrimonio, al menos vivir juntos. Eso era posible. Después de todo ella, Laura, a pesar de su edad –no entró en detalles– se conservaba atractiva. Aunque se vería mejor si aceptara darse un jaloncito en las bolsas de los ojos.

Laura olvidó por unos minutos sus inquietudes y se dejó arrastrar por el giro de la conversación:

No nos hagamos tontas: el tiempo no perdona a nadie. Hubo opiniones encontradas. Antonia dijo que Laura tenía razón. Sandra consideraba, por el contrario, legítimo, hasta necesario, darle una ayudadita a la naturaleza, y acabó por confesarles que estaba llevando una dieta rejuvenecedora. Érika la puso en guardia contra los productos milagro que garantizan años y kilos de menos en breve tiempo. Minerva aseguró que la edad es sobre todo una cuestión de actitud. Antonia estuvo de acuerdo, lástima que no pensaran de ese modo los jefes de personal que un día te llaman a su oficina para que comiences los trámites de la jubilación.

II

Hace tres semanas que Laura cruzó por ese infierno. Al recordarlo ahora revive su extrañeza cuando el señor Dorantes la citó a media mañana en su oficina, le pidió que tomara asiento y le indicó a su secretaria no pasarle llamadas mientras estuviera allí Laurita. Su jefe nunca la había llamado así y la insólita familiaridad la hizo temer algo desagradable. Sólo se equivocó en los términos que usó el señor Dorantes para decirle que había llegado para ella el momento de jubilarse y de entregar su gafete.

Automáticamente Laura protegió con su mano la cartulina enmicada que había llevado prendida al pecho desde que entró a trabajar en Almacenes Anderson. Dorantes sonrió. Ella se puso roja y, tropezando con las palabras, urdió argumentos válidos para impedir lo que consideraba un despojo:

Si me permite, señor Dorantes: siempre estuve consciente de que este momento iba a llegar; pero más tarde, cuando mi trabajo ya no le fuera útil a la empresa, y creo que aún lo es.

A usted le consta que el año pasado fui en dos ocasiones megavendedora y estoy entre las nominadas de mayo.

El señor Dorantes

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