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MEDELLIN: HISTORIA Y REPRESENTACIONES IMAGINADAS


Enviado por   •  11 de Mayo de 2012  •  4.841 Palabras (20 Páginas)  •  412 Visitas

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MEDELLIN: HISTORIA Y REPRESENTACIONES IMAGINADAS

Agradezco a los organizadores de este evento su irresponsable generosidad al insistir en que hablara en el comienzo del ciclo, a pesar de mi renuencia a hacerlo. En efecto, sin posibilidades de actualizar las lecturas sobre la historia de Medellín, y ni siquiera para volver a los trabajos antiguos más clásicos, me veré obligado a hacer una exposición improvisada, que no puede partir de un análisis erudito de la documentación o la literatura secundaria. No he podido revisar muchos de los trabajos sobre historia de Medellín publicados en los últimos cinco años, y por ello debo pedir excusas a sus autores, pues no podré utilizar sus aportes y es posible que algunas de mis anotaciones y sugerencias no hagan otra cosa que llover sobre mojado.

Trataré entonces de hacer más bien una reflexión, aventurera sin remedio, sobre algunos aspectos más o menos generales de la evolución de Medellín y de la imagen que nos hacemos de su devenir, a partir de la memoria personal de la ciudad y de unas lecturas ya en buena parte olvidadas.

1. HISTORIA Y NOSTALGIA

Lo primero que debe mencionarse es la forma como las gentes de Medellín viven y perciben su relación con la historia de la ciudad. Desde el siglo pasado, sus grupos dirigentes, probablemente acompañados por el grueso de la población, han compartido una inequívoca fascinación por el progreso. Entre otras expresiones, esto se ha manifestado por una relativa indiferencia por las marcas de su pasado y los elementos físicos, arquitectónicos y del paisaje que en algún momento hicieron parte de la identidad de la ciudad. Esto ha llevado por lo común a una fácil destrucción de los hitos históricos de la ciudad, o a ignorar los daños causados por algunas obras de desarrollo en edificios y paisajes tradicionales. En una ciudad en la cual el 90% del espacio actual, o aún más, no estaba construido en 1900, se consideró necesario alterar ese pequeño resto de ciudad republicana, talvez ni siquiera un centenar de hectáreas, para no hablar de los débiles y pobres signos de la experiencia colonial, para encontrar sitio para nuevas construcciones. Incluso muchas obras recientes, de comienzos de siglo, que habían llegado a hacer parte integral del espacio urbano, como el teatro Junín y el Teatro Municipal, fueron destruidas sin demasiada preocupación, por alcaldes progresistas e identificados, como don Jorge Restrepo Uribe, con una actitud cívica y de amor a la ciudad. Y esto, para no hablar de la forma como se decidió cubrir las principales quebradas, sobre todo la Santa Elena, y la canalización del río y su tratamiento como una inmensa alcantarilla, que alteraron drásticamente la relación de los habitantes de Medellín con sus corrientes acuáticas. Aun más recientemente, la forma como el diseño del Metro reordenó espacio que rodea y hace parte integral de la gobernación o La Candelaria es otra indicación de esta actitud, común a buena parte de las ciudades del Colombia y del tercer mundo.

Esta actitud tiene sin duda que ver con la velocidad de los cambios urbanos en nuestro medio. Medellín cambia y crece a un ritmo que no da tiempo para crear tradiciones, para convertir gradualmente partes substanciales de su estructura urbana en elementos de definición de la ciudad. No olvidemos que casi todo lo que hoy está cubierto por casas y cemento era hace 90 años tierra de fincas y mangas, y que casi cualquier barrio nuevo ha pasado por un proceso de transformación que cambia del todo su apariencia en dos o tres décadas. Otro ha sido el proceso de la gran mayoría de las ciudades del mundo desarrollado, que aunque sufrieron entre 1700 y 1900 procesos de urbanización rápidos, lo hicieron a un ritmo muy inferior al de Medellín y sobre una estructura cultural consolidada. En todo el siglo XIX una ciudad como Paris cuadruplicó su publicación, mientras Medellín multiplicó su población en los últimos cien años por 50, y en el breve lapso de 23 años, entre 1938 y 1951, prácticamente la quintuplicó.

Este crecimiento ha sido, sobre todo en este siglo, el resultado de una rápida migración. Por ello, en cualquier momento, buena parte de los habitantes de la ciudad habían pasado sus años de infancia y a veces la temprana vida adulta no en Medellín, sino en un remoto pueblo antioqueño, en el cual se habían constituido sus valores y formado sus costumbres. Hasta los años treintas esta migración provino ante todo de sectores medios de los pueblos antioqueños, con valores, costumbres y recursos muy afines a los de similares capas urbanas de Medellín, que venían atraídos por las oportunidades educativas y de otra índole de la capital. Pero la migración posterior a 1940 es diferente. Es de un origen mucho más rural, y aunque sigue siendo fuerte la presencia de gentes de los pueblos más tradicionales de la zona antioqueña, incluye ahora contingentes notables de migrantes de las tierras bajas. Además, está compuesta por gentes de los grupos sociales más débiles, por campesinos expulsados por la miseria o la violencia, que vienen a buscar en la ciudad un respiro a las dificultades de la vida rural. Para 1951, mas de la mitad de la población de Medellín debía ser de migrantes, la mayoría de ellos con una cultura campesina y sin mucha experiencia en el manejo de las formas de existencia urbanas. Sin embargo, no parece que el choque entre recién llegados y el medio que los recibía haya sido especialmente brusco: la literatura apenas da un testimonio diluido de las tristezas y nostalgias de la bohemia de Guayaquil, y de las formas tempranas de marginalidad y desorden social asociados con los más pobres de los montañeros. El rápido crecimiento de la industria absorbe hasta mediados de esa década buena parte de los recién llegados, mientras los barrios especulativos de los urbanizadores, como Manrique, Aranjuez y Berlín, mantienen un cierto grado de orden, y la ciudad de las capas medias encuentra en Otrabanda un nuevo horizonte. Aún más, parecería que la homogeneidad cultural de migrantes y habitantes antiguos de Medellín, los parentescos reiterados entre familiares lejanos, favorecían aún, hacia 1950 o 1960m una integración rápida al nuevo ambiente, una menor fragmentación social, una identificación más fuerte con la ciudad, al menos si se compara con la de otros centros urbanos del tercer mundo.

Con esto quiero señalar que la construcción de ese complejo de representaciones propias de los habitantes de Medellín va dándose sobre la base de una población siempre nueva, lo que hace que muchos de los elementos de identificación del habitante de Medellín sean más bien los del antioqueño,

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