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MITO DE TEJÚ JAGUA


Enviado por   •  9 de Agosto de 2018  •  Ensayos  •  975 Palabras (4 Páginas)  •  680 Visitas

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MITO DE TEJÚ JAGUA

Teju Jagua, uno de los hijos sietemesinos de Tau, (espíritu del mal) que fue muerto incinerado por Avare Turne (gran sacerdote guaraní) en Moñai Kuare, jurisdicción de Yaguar (Yaguarón), juntamente con los seis hermanos monstruosos y con ellos Porãsy. ‘(Madre de la belleza). hija de Ru Pave (padre común), que se sacrificó para redimir a su raza de los dominios de los siete fenómenos maléficos; según Rosicrán, el nuevo Homero guaran!.

Tejú Jaguá, gigantesco dragón mitológico, mitad enorme jaguar de siete cabezas pintadas con los siete colores del arco iris, y mitad corpulento lagarto de escamas relampagueantes que parecían de oro con incrustaciones de preciosísimas piedras multicolores engarzadas con trémulas hebras de plata cuyo súbito fulgor dejaba ciega y atónito a cualquier mortal que llegara a mirarlo.

Los ojos arrojaba chispas fosforescentes que semejaban cráteres encendidos de una hoguera infernal.

Hermano de Moñai, sierpe crinada, que vivió en una caverna la cual estaba considerada como insondable, no lejos del legendario cerro de Ñaguarú, en una cañada cenagosa conocida con el nombre de Moñai Kuare.

Un aullido aterrador que rompía el silencio de la noche, de vez en cuando, anunciaba la existencia del extraordinario Canisauro radiante (lagarto-jaguar o - Teju Jagua) escondido en la abismal entraña del citado cerro misterioso.

El grito bronco y aterrorizador del animal quimérico en las profundidades de su secreta caverna, vaticinaba como el de su pariente Moñai, el desencadenamiento próximo de una gran precipitación pluvial acompañada de violentas tempestades.

Teju Jagua, a modo de Moñai, era el plutoniano profeta del tiempo para la raza autóctona de la tierra de Jaguasu, fantástico felino que dio nombre a la primitiva Tava (capilla o pueblo) nominada Jaguaru, hoy Yaguarón, Yaguaru. originario de Jaguazú, héroe epónimo.

Un Edén Resplandeciente oculto en el profundo seno del tradicional cerro de Ñaguarú, era la maravillosa morada del fenomenal reptil sietemesino.

Este Paraíso fulgurante estaba poblado de árboles admirables que lucían hojas de diamante, flores de luz y frutos de oro.

¿No era acaso este Reino brillante « El Dorado • de los conquistadores españoles o el ‘Mba’e Verá Guazú de los guaraníes?

Un árbol prodigioso erguido en el centro del Pensil Reluciente y en la vera de un arroyo cristalino que arrastraba en suspensión las doradas frutas del singular vergel, poseía un pico mágico por donde manaba una miel dulcísima de Sabor del Cielo la cual estaba considerada como la ambrosía divina que constituía el alimento favorito de que se nutría el famoso dragón del Subterráneo de Oro.

Un pequeño hierofante de tez de azabache y de fuerza hercúlea gobernaba al fabuloso animal franjeado de una cadena de oro asida a los siete cuellos de las siete cabezas. Esta formidable hidra se refugiaba en una colosal gruta monolítica perdida en un rincón secreto del Jardín luminoso.

Este raro Edén Resplandeciente se comunicaba por medio de ignorados y anchurosos túneles con el arroyo de Ñaguarú por el norte y por el sur con el terreno cenagoso de Tacuaty, parte de Cerro Guy, nominativo de un agreste paraje situado al pie del monte o cerro de Yaguarón.

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