Malatesta Amor Y Anarquía
rachmaminoff8 de Mayo de 2013
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Errico Malatesta (1853-1932)
La palabra anarquía proviene del griego y significa sin gobierno; es decir la vida de un pueblo que
se rige sin autoridad constituida, sin gobierno.
Antes que toda una verdadera categoría de pensadores haya llegado a considerar tal organización
como posible y como deseable, antes de que fuese adoptada como objetivo por un movimiento
que en la actualidad constituye uno de los más importantes factores en las modernas luchas
sociales, la palabra anarquía era considerada, por lo general, como sinónima de desorden, de
confusión, y aún hoy mismo se toma en este sentido por las masas ignorantes y por los
adversarios interesados en ocultar o desfigurar la verdad.
No hemos de detenemos a profundizar en estas digresiones filológicas, por cuanto entendemos
que la cuestión, más bien que de filología, reviste un marcado carácter histórico. El sentido vulgar
de la palabra no desconoce su significado verdadero, desde el punto de vista etimológico, sino que
es un derivado o consecuencia del prejuicio consistente en considerar al gobierno como un órgano
indispensable para la vida social, y que, por tanto, una sociedad sin gobierno debe ser presa y
víctima del desorden, oscilante entre la omnipotencia de unos y la ciega venganza de otros.
La existencia y persistencia de este prejuicio, así como la influencia ejercida por el mismo en la
significación dada por el común sentir a la palabra anarquía, explícanse fácilmente.
De igual modo que todos los animales, el hombre se adapta, se habitúa a la condiciones del medio
en que vive, y por herencia transmite los hábitos y costumbres adquiridos. Nacido y criado en la
esclavitud, heredero de una larga progenie de esclavos, el hombre, cuando ha comenzado a
pensar, ha creído que la servidumbre era condición esencial de vida: la libertad le ha parecido un
imposible. Así es como el trabajador, constreñido durante siglos a esperar y obtener el trabajo s
decir, el pan- de la voluntad, y a veces del humor de un amo, y acostumbrado a ver continuamente
su vida a merced de quien posee tierra y capital, ha concluido por creer que era el dueño, el señor
o patrono quien le daba de comer. Ingenuo y sencillo, ha llegado a hacerse la pregunta siguiente:
"¿Como me arreglaría yo para poder comer si los señores no existieran?".
Tal sería la situación de un hombre que hubiese tenido las extremidades inferiores trabadas desde
el día de su nacimiento, si bien de manera que le consintiesen moverse y andar dificultosamente;
en estas condiciones podría llegar a atribuir la facultad de trasladarse de un punto a otro a sus
mismas ligaduras, siendo así que estas no habrían de producir otro resultado que el de disminuir y
paralizar la energía muscular de sus piernas.
Y si a los efectos naturales de la costumbre se agrega la educación recibida del mismo patrón, del
sacerdote, del maestro, etc. - interesados todos en predicar que el gobierno y los amos son
necesarios, y hasta indispensables-; si se añaden el juez y el agente de policía, esforzándose en
reducir al silencio a todo aquél que de otro modo discurra y trate de difundir y propagar su
pensamiento, se comprenderá cómo el cerebro poco cultivado de la masa ha logrado arraigar el
prejuicio de la utilidad y de la necesidad del amo y del gobierno.
Figuraos, pues, que el hombre de las piernas trabadas, de quien antes hemos hablado, le expone
el médico toda una teoría y le presenta miles de ejemplos hábilmente inventados, a fin de
persuadirle de que, si tuviera las piernas libres, le sería imposible caminar y vivir; en este supuesto,
el individuo en cuestión se esforzaría en conservar sus grillos o ligaduras, y no vacilaría en
considerar como enemigos a quienes desearen desembarazarse de ellos.
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Ahora bien, puesto que se ha creído que el gobierno es necesario, puesto que se ha admitido que
sin gobierno no puede haber otra cosa sino confusión y desorden, es natural y hasta lógico que el
término anarquía, que significa la ausencia o carencia de gobierno, venga a significar igualmente la
ausencia de orden.
Y cuenta que el hecho no carece de precedentes en la historia de las palabras. En las épocas y
países donde el pueblo ha creído necesario el gobierno de uno solo (monarquía), la palabra
república, que significa el gobierno de la mayoría, se ha tomado siempre como sinónima de
confusión y de desorden, según puede comprobarse en el lenguaje popular de casi todos los
países.
Cambiad la opinión, persuadid al público de que no sólo el gobierno dista de ser necesario, sino
que es en extremo peligroso y perjudicial... y entonces la palabra anarquía, justamente por eso,
porque significa ausencia de gobierno, significará para todos orden natural, armonía de
necesidades e intereses de todos, libertad completa en el sentido de una solidaridad asimismo
completa.
Resulta impropio decir que los anarquistas han estado poco acertados al elegir su denominación,
ya que este nombre es mal comprendido por la generalidad de las gentes y se presta a falsas
interpretaciones. El error no depende de¡ nombre sino de la cosa; y la dificultad que los
anarquistas encuentran en su propaganda, no depende del nombre o denominación que se han
adjudicado, sino del hecho de que su concepto choca con todos los prejuicios inveterados que
conserva el pueblo acerca de la función del gobierno o, como se dice de ordinario, acerca del
Estado.Antes de proseguir será conveniente hacer algunas ligeras indicaciones respecto a esta
última palabra, causa, a nuestro entender, de numerosas interpretaciones erróneas.
Los anarquistas se sirven ordinariamente de la palabra Estado para expresar todo el conjunto de
instituciones políticas, legislativas, judiciales, militares, financieras, etc., por medio de las cuales se
sustrae al pueblo la gestión de sus propios asuntos, la dirección de su propia seguridad, para
confiarlos a unos cuantos que -usurpación o delegación se encuentran investidos de la facultad de
hacer leyes sobre todo y para todos y de compeler al pueblo a ajustar a ellas su conducta,
valiéndose, al efecto, de la fuerza de todos.
En este supuesto la palabra Estado significa por tanto como gobierno, o se quiere, la expresión
impersonal, abstracta de este estado de cosas cuya personificación está representada por el
gobierno: las expresiones abolir el Estado, sociedad sin estado, etc., responden, pues,
perfectamente a la idea que los anarquistas quieren expresar cuando hablan de la abolición de
toda organización política fundada en la autoridad y de la constitución de una sociedad de hombres
libres e iguales fundada en la armonía de los intereses y sobre el concurso voluntario de todos, a
fin de satisfacer las necesidades sociales.
La palabra Estado tiene, empero, otras muchas significaciones, algunas de ellas susceptibles de
inducir a error, sobre todo cuando se trata o discute con hombres que, a causa de su triste
posición social, no han tenido ocasión de habituarse a las delicadas distinciones del lenguaje
científico 0 cuando -y entonces peor- se trata con adversarios de mala fe, interesados en confundir
los términos y en no querer comprender las cosas.
Se toma, por ejemplo, la palabra Estado para indicar una sociedad determinada, tal o cual
colectividad humana reunida en cierto y limitado territorio, constituyendo lo que se llama una
persona moral, independientemente de la forma de agrupación de los miembros y de las relaciones
que entre ellos puedan existir; algunas veces se emplea simplemente como sinónima de sociedad,
y a causa de estos y otros diversos significados de la citada palabra, los adversarios creen, o
fingen creer, que los anarquistas pretenden la abolición de todo vínculo de conexión social, de todo
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trabajo colectivo y tratan de reducir el hombre al aislamiento, o sea a una condición peor que la de
los salvajes.
Por Estado compréndese también la administración superior de un país, el poder central, distinto
del poder provincial y del poder municipal, por lo cual otros estiman que los anarquistas desean
una simple descentralización territorial, dejando intacto el principio gubernamental, lo cual equivale
a confundir la anarquía con el cantonalismo y el comunalismo.
Por ultimo, Estado significa condición, modo de ser, régimen social, etc. Así, por ejemplo, decimos:
«Es menester cambiar el «estado económico de la clase obrera», y otras frases semejantes que
pudieran parecer, a primera vista, contradictorias.
Por estas razones creemos que sería más conveniente a nuestros propósitos abstenerse, en
cuanto sea posible, de emplear la frase abolición del Estado, y sustituirla por esta otra expresión
clara y más concreta: abolición del gobierno. Así nos proponemos obrar por lo que concierne a la
redacción de las páginas siguientes de este estudio.
Hemos dicho anteriormente, que la «Anarquía es la sociedad sin gobierno».
Ahora bien: ¿es factible la supresión de los gobiernos?, ¿es deseable?,
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