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Mis Abuelos

rudery9411 de Noviembre de 2013

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¡Ay mis abuelos!

Hablar de mis abuelos es hablar de muchas grandes cosas, es hablar de fotos, recuerdos, canciones, que ellos aún conservan en su memoria; pero sobre todo es hablar del gran amor que ellos tienen por la vida.

Desde niño me ha gustado platicar con mis abuelos, escuchar las leyendas de aparecidos y personajes que se esconden en los rincones de nuestro pueblo. Siempre me recuerdo sentado bajo el roble del patio escuchando atentamente algún relato de cómo era nuestro pueblo, de las aventuras de mi abuela cuando niña viajando en tren con su mamá, o a mi abuelo y sus historias en la montaña como chiclero.

Sin darme cuenta aprendí a tener respeto por nuestra cultura, nuestras tradiciones y todo nuestro entorno, siempre sentando las bases para hacer de mi lo que he podido llegar a ser y a hacer. Siempre me han inculcado el respeto por nuestras fiestas, nuestros difuntos, y es por eso que los acompaño al cementerio a limpiar los huesos cada año, y luego a su casa poner su altar y a escuchar el rosario que mi abuela ofrece para nuestros difuntos.

¡Ay mis abuelos! Aún recuerdo sus historias de aluxes y espíritus en nuestros montes. Hoy el tiempo me ha alejado mucho de ellos. Siempre hay un pretexto para aplazar mi visita a su casa, encontrando mil quehaceres en la rutina.

Aunque ellos no lo sepan yo los llevo muy presentes y me siento orgulloso de ser maya y que por mi venas corra la misma sangre de mi abuelo, ese hombre, mestizo en el alma, de poca altura pero de gran corazón, que me veces lo he visto fuerte y altivo, pero también lo he visto llorar evocando sus recuerdos de antaño, sus días en el campo, su vieja carreta, sus pasados sueños y sus pesares, recordando a sus hermanos y a sus padres.

Mi abuela, por su parte, siempre de huipil y con rebozo, con su escoba de guano aún barre su casa con piso de tierra, y que siempre anda por la casa silbando una canción de la revolución o alguna melodía de la que ya no recuerda ni el nombre. Pero siempre hablándome con mucho amor de como era su vida antes vendiendo panetelas y recorriendo mil lugares.

Ambos me han contado de sus noches de bailes en la feria del pueblo, y las vaquerías de aquel entonces, de sus noches oscuras sin alumbrado ni calles por donde andar. Siempre hablándome de ser bueno y respetar a todos los demás, de vivir con mucho amor y ser siempre amable con todos nuestros paisanos. Y en las noches los he oído hablar de las grandes batallas que ellos libraron para hacer de la nuestra, una familia unida y excepcional.

Hoy los he visitado y los veo ya cansados, caminan con pasos muy serenos, mi abuela torteaba para la hora de comer, mientras mi abuelo, bajo ese gran álamo arrancaba algunas hierbas que salieron con las lluvias. Ahora me doy cuenta de que el tiempo ha pasado sin darme cuenta y que a ellos, más que la edad, les pesan los recuerdos.

Sé que algún día no estarán pero me quedará un buen recuerdo, y ellos me dicen que cuando tengan que partir yo pondré la mesa cada año para recibirlos en Noviembre, y que aunque no tengan algo material para heredar solo esperan de mí el poner en alto el nombre de nuestro pueblo y nuestra cultura maya. Me han enseñado a hablar su lengua y mientras los demás muchachos en la escuela tienen un mundo, yo tengo dos, el mundo que me han compartido mis abuelos, ese mundo que a cada día descubro siguiendo sus consejos, para sobrevivir en este otro mundo tan global y acelerado. Mientras mis amigos tienen grandes ídolos y muchos prototipos de personajes para seguir, yo tengo a mis abuelos y me siento muy contento por ello y orgulloso de decir, hoy iré a visitar a mis abuelos, llevar mi guitarra y cantarles una canción de Agustín Lara, o llevar en mi teléfono el danzón Champotón que tanto les agrada. De ellos aprendí a amar y a vivir en paz en esta nuestra tierra.

Mis abuelos jamás se

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