Misterio De La Vida
alfosorl26 de Julio de 2011
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Según el bioquímico de la Universidad de California Stanley L. Miller, la vida puede definirse como una reacción química. "It's simply chemistry" son sus palabras textuales, citadas en una recopilación de conceptos sobre la definición de vida realizada en la revista virtual HMS Beagle (1). Hacia 1953, Miller desarrolló revolucionarios experimentos con la llamada "sopa prebiótica", una mezcla de diversos elementos químicos (metano, amoníaco, agua e hidrógeno) sazonada con descargas eléctricas, con el objeto de simular en el laboratorio las condiciones primitivas de la atmósfera terrestre hace más de 3.5 billones de años. En esas circunstancias podían producirse espontáneamente aminoácidos, los cuales pueden considerarse como los ladrillos a partir de los cuales se construyen las proteínas. Según el investigador, si esta serie de elementos y las condiciones ambientales se daban, era muy probable obtener la vida, fuera en la tierra, en otro planeta o en un tubo de ensayo. La capacidad de los aminoácidos de formar proteínas haría que éstas se organizaran y fueran capaces de reproducirse. Los cambios posteriores que se produjeran en estas proteínas al reproducirse -las mutaciones- constituirían el proceso evolutivo, que a la postre sería capaz de producir organismos complejos, eventualmente los animales superiores y el hombre. Lo que no se aclara en estos conceptos es qué ocurre en el momento en que estas moléculas pasan de ser simples aminoácidos o proteínas -"simply chemistry"- a convertirse en materia viva. En otras palabras, cuáles serían los elementos, su disposición, los pasos, los catalizadores, etcétera, en esa hipotética ecuación química de la vida.
Palabras más o menos, muchos biólogos evolucionistas comparten esta definición de vida: "...una entidad capaz de hacer una copia de sí misma a partir de elementos que son más simples que ella, participando así de un proceso evolutivo". Salta a la vista que la mula, un animal incapaz de cumplir con estos postulados por su incapacidad para reproducirse, no podría entonces considerarse como un ser vivo, así como tampoco lo serían los hombres y las mujeres infértiles, célibes o que hubieran decidido no reproducirse. Tampoco estaría viva, según esa definición, una célula que fuera capaz de reproducirse sin cometer errores al copiar sus genes, de tal manera de cada individuo fuera idéntico al anterior; pues sin errores, vale decir, sin mutaciones, no se estaría dando el proceso evolutivo, según anota el Dr. Antonio Lazcano, biólogo de la Universidad Autónoma de México y vicepresidente de La Sociedad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida.
Otra definición interesante es la de Mark Bedau, PhD en filosofía de la Universidad de Berkeley en California, quien propone que se abandone el concepto de vida aplicado tan sólo a unidades como células, árboles, animales o personas. Define la vida como "un sistema en el cual se desarrolla una adaptación flexible, o una evolución abierta continua", y proclama que lo que está primariamente vivo es la biosfera terrestre y no sólo los organismos como nosotros. Este concepto ecologista no nos explica entonces las diferencias entre los minerales y los otros reinos de la naturaleza, aunque tiene el atractivo del mensaje que encierra: la tierra como un gran macroorganismo viviente, y quizás la humanidad (y otras formas de vida) como parásitos de esa célula gigante, que así como podrían eventualmente enfermarla y destruirla, también podrían estar contribuyendo con su normal desarrollo. A pesar de su aparente excentricidad, esta es una hipótesis que no debería ser menospreciada en manera alguna.
También se ha propuesto el concepto de vida digital o cibernética. El doctor Thomas Ray, biólogo de la Universidad de Harvard y actualmente radicado en Costa Rica, ha creado un sistema de vida artificial llamado Tierra. Los "organismos vivos" de este sistema son paquetes de códigos binarios diseñados para hacer copias de sí mismos, con cambios aleatorios ocasionales que se comportan exactamente como si fueran mutaciones genéticas. Una vez que estos códigos se liberan dentro de un computador, compiten por espacio dentro de la memoria del sistema, se reproducen y por último "mueren". Con el tiempo, los códigos con "mutaciones" beneficiosas hacen más copias de sí mismos que otros, en una especie de selección y adaptación darwiniana, cumpliendo así con los postulados de la definición evolucionista de vida. Según la descripción de Ray, estos organismos digitales pueden llegar de las redes exteriores al servidor Tierra, el cual puede hospedarlos en la memoria RAM donde ellos pueden "vivir" alimentándose de la energía proveniente de la CPU. El Dr. Ray se considera asimismo como un "refugiado" del problema de definir la vida, pues cree que esta palabra está muy "cargada emocionalmente" y por esta razón resulta difícil realizar un análisis objetivo de su significado.
La genetista Claire Fraser es bióloga y PhD en farmacología de la Universidad de Buffalo en New York y directora del Instituto de Investigación Genómica en EUA desde 1992. A pesar de haber identificado los 470 genes que posee el más simple de todos los organismos de vida libre, una bacteria parásita de diversos sitios del cuerpo humano, el Mycoplasma genitalium, su equipo no ha sido capaz de definir la función de un 30% de esos genes, ni cuáles de ellos son indispensables para determinar que dicha bacteria esté viva o muerta. Aún dañando de 100 a 200 genes del microorganismo éste continúa sobreviviendo en el cultivo. La doctora, que fue señalada por algunas organizaciones de control bioético con la acusación de estar intentando "crear vida en un tubo de ensayo" a raiz de sus experimentos orientados hacia la fabricación de un cromosoma artificial, define la vida simplemente como la capacidad de replicar ácido desoxirribonucleico (ADN). Sin embargo, en sus propias palabras, la doctora Fraser reconoce que el ADN desnudo es simplemente un compuesto químico, y no vida. Acepta que los últimos avances la han ayudado a comprender lo poco que entendemos sobre el significado de la vida y se reconoce incapaz de dar una respuesta definitiva a la pregunta sobre cuál es su definición.
Por último, Arnold De Loof, PhD en biología de la Universidad de Ghent en Bélgica, plantea la interesante hipótesis de que la esencia de la vida reside en la capacidad de comunicarse y la define simplemente como "la actividad para comunicarse que realiza un compartimiento (o sistema)". Así, las señales que emite una célula comunican sus diversos compartimentos entre sí, por ejemplo, el núcleo con el citoplasma; o envían un mensaje a otra célula (otro sistema o compartimiento). En los seres complejos pluricelulares, se considera que el organismo vive como un todo y no simplemente como la suma de sus partes, si es capaz de comunicarse en el nivel más complejo de su organización como compartimiento o sistema. Al cumplirse esta condición se cumpliría asimismo el postulado del Dr. Fred Plum (neurólogo norteamericano experto en trastornos del estado de conciencia) que mencionamos en el epígrafe como una propuesta implícita de definición de vida para el individuo humano, ya que como el nivel más complejo de comunicación del hombre se realiza a nivel cerebral, sin el funcionamiento de este órgano no existe la vida humana. Con el cerebro muerto, los otros órganos humanos vivos y sanos, pero incapaces de comunicarse "en su nivel más complejo", sólo servirían para un eventual transplante. De todos los conceptos anotados el único que comparto en su totalidad es el expresado en esta memorable frase del Dr. Plum. Ahora, si continuamos analizando las propuestas del Dr. De Loof encontraremos que define la muerte como ausencia de comunicación: "los sistemas vivientes se comunican; los no vivientes no. La reproducción y la evolución no son esenciales para la vida a corto plazo; tan sólo lo son a largo plazo." Esta hipótesis introduce un elemento inmaterial a la definición de vida, pues la información en sí es inmaterial, así necesite de algo material para ser transmitida, como lo anota el mismo investigador.
Aquí surge, sin embargo, una pregunta: si el Dr. De Loof muriera mañana, si su cerebro desapareciera, pulverizado en un tremendo accidente -algo que de ninguna manera le deseo, pero tan sólo por hacer el ejercicio-, ¿no estaría aún comunicándose conmigo a través de su artículo Life as communication (2)? ¿Esta comunicación no la estaría realizando el Dr. De Loof "en su nivel más complejo"? Aún después de muerto, cada vez que alguien tuviera noticia de su hipótesis estaría estableciendo una comunicación e interactuando con él. Si la vida es comunicación, será imposible aceptar la muerte de Mozart, Bach, Beethoven, Cervantes, Quevedo, Velásquez, Leonardo, Newton, Pasteur, Eistein, o del anónimo y remoto autor de las pinturas de las cuevas de Altamira... ¡Cualquiera de estos individuos estaría mucho más vivo que el Dr. De Loof y que quien escribe este artículo! Pero a pesar de esta crítica, la realidad es que no sólo simpatizo con esta idea, sino que, como comprobará el lector más adelante, en el fondo la comparto.
Todas estas suposiciones, teorías, hipótesis, invenciones e intentos de definición de la vida resultan de mucha importancia no sólo para los científicos que trabajan en biología, genética y otras áreas afines, sino también para el hombre común, que de alguna manera está siendo afectado por los avances científicos en estas disciplinas, que están encaminados a descifrar el significado genético de la vida
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