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NECESI DADES, DERECHOS Y POLÍTI CAS PÚBLICAS: UNA MIRADA DESDE LA TEORÍA ECONÓMICA

sussybarajas31 de Agosto de 2014

5.876 Palabras (24 Páginas)348 Visitas

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a conjunción de los conceptos de necesidades, derechos y políticas

públicas suscita varios interrogantes. Uno de ellos teórico e

histórico: ¿por qué la teoría económica, que sustenta buena parte del

análisis de las políticas públicas, tiende a desestimar las necesidades

en favor de las preferencias? Esta pregunta no es de índole terminológica,

pues las necesidades humanas tienen una relación estrecha con

los derechos. Otro es: ¿cómo conciliar el elemento más fundamental

de la teoría económica, la restricción presupuestal, con la idea de los

derechos, en especial cuando se refieren al acceso a bienes escasos?

Consideraré los orígenes de la tesis de la realización progresiva como

fórmula que permite superar, al menos en parte, esta contradicción

aparente. Por último, examinaré la utilidad del concepto económico

de bienes meritorios para entender la aplicación práctica del principio

de realización progresiva en el ámbito de las políticas públicas.

PREFERENCIAS PRIVADAS, NECESIDADES PÚBLICAS Y

DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

La teoría microeconómica concibe a los seres humanos como un haz

de preferencias. Salvo algunos enunciados de consistencia lógica,

calla en cuanto al contenido de esas preferencias. Expresado de otra

forma es la premisa de la soberanía del consumidor. Diferencia los

bienes de primera necesidad y los bienes suntuarios, pero el análisis

* Decano de la Facultad de Economía y profesor de las facultades de Derecho

y de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado

de Colombia, Bogotá, Colombia, [mauricio.perez@uexternado.edu.co]. Fecha de

recepción: 3 de marzo de 2009, fecha de modificación: 12 de mayo de 2009,

fecha de aceptación: 2 de julio de 2009.

se limita a las características de la elasticidad ingreso de la demanda

de unos y otros1.

Esto obedece en parte a la construcción matemática de la teoría.

Hace mucho se eligió el marco de las preferencias, y rehacer su núcleo

duro utilizando como referencia las necesidades implicaría desandar

lo andado, para usar una frase coloquial. Esa elección tuvo mucho

que ver con la situación de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX,

período en que se originó el análisis económico moderno.

En ese entonces, el estado natural de la mayoría de la humanidad

era la pobreza, entendida en un sentido particular, pues se vivía cerca

de la carencia absoluta, carencia que no sólo reflejaba unos niveles

de vida muy precarios en épocas normales sino la posibilidad de que

una pequeña alteración de esa normalidad llevara a la hambruna y a

la peste. Toda la población, aun la más próspera, estaba a un paso de

verse privada del sustento necesario para no perecer. Esa larga noche

de precariedad casi universal se ilustra en un fragmento del poeta

normando Wace, escrito en el siglo XII, titulado “La carestía”2:

En su tiempo faltó el trigo,

Y la falta trajo carestía,

Y la carestía trajo hambre.

Caro el trigo en el burgo, caro en la aldea.

Bien podrías tres días errar

Sin qué encontrar para comprar,

Ni pan, ni trigo, ni vitualla alguna.

Tan grande era por doquier la escasez [...]

Con esta desventura

Llegó otra a la par de dura:

Grande fue la mortandad de gentes

Por la corrupción del aire y el viento;

En casas, campos y calles

En los mercados y en los arados,

Comiendo, andando, hablando caían,

De súbito, sin languor, morían.

Mueren padres, mueren hijos,

Muere el señor, muere el sirviente;

Muere el varón, muere la mujer,

Mueren el villano y el caballero;

No vive el hijo para llorar al padre [...]

No alcanzaban los vivos

Para enterrar los muertos;

El que el muerto enterrar debía

Junto al muerto enterrado yacía.

La Revolución Industrial inició un cambio cualitativo radical en las

condiciones materiales de vida de la especie humana. Las gráficas 1

1 Ver, por ejemplo, Kreps (1995, cap. 2). El diccionario enciclopédico de economía

más importante en lengua inglesa, el Palgrave (1987), ni siquiera tiene

un artículo sobre la palabra “needs”.

2 Traducido al español en Revista de Economía Institucional 16, pp. 311-312.

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Mauricio Pérez Salazar

y 2 muestran la magnitud de la transformación. Las series de producción

bruta mundial, población y producto per cápita muestran

un comportamiento similar. Entre el año 0 y finales del siglo XVIII

se mantuvieron casi constantes, y hubo un punto de inflexión hacia

1820, cuando comenzaron a manifestarse las consecuencias de la

Revolución Industrial.

La gráfica 1 permite apreciar cuán equivocado estaba Malthus,

que en su Ensayo sobre el principio de la población, publicado en 1798,

previó que la población crecería en forma geométrica mientras que

la producción sólo crecería en forma aritmética. Ambas han crecido

geométricamente desde entonces, y la producción con más rapidez;

la brecha entre ambas equivale al crecimiento de la producción bruta

per cápita, que se presenta en la gráfica 2.

Gráfica 1

Producto bruto y población mundial desde el año 0 hasta 1998

Índice base año 0 = 100. El PIB se expresa en dólares internacionales de 1990.

Fuente: Maddison (2001) y elaboración propia.

Vale la pena examinar con más detalle la serie de este indicador, a

pesar de que por ser un promedio oculta la inequidad distributiva

que aqueja a los regímenes basados en la esclavitud, la servidumbre

y el capitalismo. Durante el primer milenio de nuestra era, el ingreso

per cápita mundial registró una caída acumulada del 2%. Entre el

año 1000 y 1820 (el punto de quiebre mencionado), la tasa de crecimiento

promedio fue inferior al 1‰ anual. Para efectos prácticos, las

condiciones de vida se estancaron. En el período que arranca con el

fin de las guerras napoleónicas y termina con el inicio de la Primera

Guerra Mundial (1820-1913), el producto bruto per cápita creció

al 1% anual. Durante el resto del siglo XX, su incremento promedio

35.000

30.000

25.000

20.000

15.000

10.000

5.000

0

0 1500 1700 1870 1950 1998

Productos brutos

Población

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Necesidades, derechos y políticas públicas

anual fue del 1,6%. El cambio puede parecer modesto (con una tasa

anual del 1,6%, el ingreso per cápita se duplica cada 44 años) pero

hubo una aceleración sin precedentes en la historia: en los primeros

diecinueve siglos de nuestra era se logró un crecimiento acumulado

del 239%; en menos de un siglo, entre 1913 y 1998, el crecimiento

de la producción bruta por persona fue del 288%.

Gráfica 2

Producto bruto per cápita mundial desde el año 0 hasta 1998

Índice base año 0 = 100. El PIB se expresa en dólares internacionales de 1990.

Fuente: Maddison (2001) y elaboración propia.

Esa diferencia marcó un progresivo alejamiento del piso de subsistencia,

de los peligros que describió Wace, y representa un colchón

de seguridad del que carecíamos hace dos siglos, que nos hace muy

distintos de nuestros antecesores. Cabe recordar el reconocimiento

de Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista, a la clase

que protagonizó la Revolución Industrial:

En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha

creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las

pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas

naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la

química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles,

en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros,

en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de

la tierra como por ensalmo (Marx y Engels, 1848).

Ya no corremos el riesgo de perecer de hambre por lo que a disponibilidad

física de alimentos y otros recursos se refiere. No es que

no haya hambrunas: miles de seres humanos padecen de hambre en

Darfur y Zimbabwe (para no hablar de los desplazados colombianos).

Pero las hambrunas modernas, como señala Amartya Sen, no son

1.400

1.200

1.000

800

600

400

200

0

0 1500 1700 1870 1950 1998

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producto de desastres naturales, como en la época de Wace; son fruto

de acciones u omisiones de seres humanos, de faltas morales graves

o fallas trágicas de coordinación social3.

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