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NUTRICION ADOLESCENTE

xezar7 de Mayo de 2013

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¿Estás comiendo BIEN?

Para hablar de la alimentación y nutrición

de los jóvenes es necesario empezar

por diferenciar la adolescencia de la pubertad.

La pubertad es un proceso fisiológico

que se inicia con el llamado segundo brote

de crecimiento y corresponde al periodo

de máxima diferenciación sexual. En este

periodo se producen cambios en los órganos

reproductivos, aparecen las características

sexuales secundarias y se modifican el

tamaño y la composición corporales (las

proporciones de músculo, grasa y esqueleto

cambian). En términos generales, se

considera que la pubertad termina cuando el

individuo deja de crecer y está apto para la

reproducción. Por su parte, la adolescencia

es un proceso psicosocial propio del ser

humano, que comprende todos aquellos

cambios que constituyen la transición de

niño a adulto, y que se acompaña de una

serie de ajustes que finalmente le permiten

aceptar los cambios corporales, buscar un

nuevo concepto de identidad y realizar un

plan de vida.

La energía es importante

Después de que el individuo abandona el

seno materno, en ningún otro momento de

la vida éste crece en forma tan acelerada

como en la pubertad. Esta condición supone

un aumento en las necesidades de energía,

lo que se caracteriza por un mayor apetito.

Cuando esta avidez de alimento se satisface

en forma excesiva o no se realiza suficiente

actividad física, puede aparecer sobrepeso

e incluso obesidad. Se ha demostrado que

las dietas basadas en alimentos que aportan

gran cantidad de energía en poco volumen

(alta densidad energética), como los pastelillos,

los helados, las bebidas azucaradas

y las frituras suelen ser deficientes en vitaminas

y nutrimentos inorgánicos.

En países como Estados Unidos, Inglaterra,

Bélgica o Brasil alrededor de un

tercio de la población infantil y juvenil

tiene obesidad o sobrepeso, especialmente

las niñas. México no es la excepción, la

Encuesta Nacional de Nutrición y Salud

realizada en el año 2006, señala que 22%

de los adolescentes tienen sobrepeso y el

10% obesidad. Estas cifras se incrementan

notablemente entre los 20 y 30 años, en

los que la actividad física se reduce, provocando

que el exceso de peso se presente

en más de la mitad de la población. Estos

datos resultan un tanto paradójicos, pues

se considera con frecuencia que las principales

enfermedades relacionadas con la

alimentación de este grupo de edad son la

anorexia y la bulimia.

El problema de la obesidad va más

allá de la estética, ya que a diferencia de

lo que se pensaba, suele ir acompañado de

otras enfermedades crónicas. Por ejemplo,

se puede mencionar un estudio realizado

por la Universidad Autónoma del Estado

de México que incluyó a 1 366 niños y

adolescentes originarios de la ciudad de

Toluca. Se encontró que el 20% presentaba

simultáneamente hipertensión, obesidad y

concentraciones de glucosa, colesterol y

triglicéridos por encima de lo recomendable

y sólo el 10% no tuvo ninguna de estas patologías.

Lo alarmante es que este estudio

bien podría ser un reflejo de

lo que está pasando con los 35

millones de mexicanos que tienen

entre 10 y 30 años de edad.

Afortunadamente, la desnutrición

por deficiencia de energía y proteína ha

disminuido y sólo en algunas regiones

constituye un problema de salud pública.

Es más, como un indicador de la mejora del

estado nutricio, el promedio de estatura se

ha incrementado cuatro centímetros en los

últimos 25 años.

Clavos y gises

Si bien se reconoce que todos los nutrimentos

son importantes —pues la carencia

de cualquiera de ellos puede conducir a

cuadros de deficiencia y, si la situación se

prolonga, a la muerte—, durante la pubertad

es necesario poner particular atención en el

hierro, el calcio y el cinc.

El hierro se requiere para asegurar la

adecuada oxigenación de la sangre y la

eficiente generación de energía a lo largo

de toda la vida, pero en la adolescencia su

demanda aumenta debido al crecimiento

de los tejidos corporales (en los varones

este crecimiento corresponde sobre todo al

tejido muscular) y el aumento en el volumen

sanguíneo. En las mujeres el hierro es necesario

para reponer las pérdidas debidas a

la menstruación. Cuando la dieta no aporta

la cantidad requerida de hierro, se produce

una disminución de la reserva

corporal (deficiencia) y, si no se

corrige, anemia. La deficiencia

de hierro puede afectar

la respuesta inmune, lo

que disminuye la

resistencia a infecciones

y

deteriora

la capacidad

de

aprendizaje,

pues se ha demostrado

que la anemia afecta la memoria

de corto plazo.

En un estudio realizado en

diversos países se encontró que la anemia

es el problema nutricio más frecuente

entre los adolescentes, su prevalencia es

de 22 a 55%, sin diferencias significativas

entre sexos.

La necesidad de hierro asociada con

el crecimiento está en función de la masa

muscular o magra. Se requieren aproximadamente

476 miligramos de hierro por kilogramo

de masa magra. Esto significa que

durante la pubertad los varones necesitan 42

miligramos de hierro por cada kilogramo de

peso que aumentan, mientras que las mujeres,

debido a su mayor proporción de grasa,

requieren 31 miligramos de hierro por cada

nuevo kilogramo de peso. Se ha demostrado

que si bien es cierto que las adolescentes

pierden más hierro que los hombres debido

a la menstruación, los hombres pueden

llegar a tener requerimientos más elevados

por kilogramo de peso ganado, así como

un mayor crecimiento y desarrollo de masa

muscular que las mujeres. Recientemente

se elaboraron las recomendaciones de ingestión

de nutrimentos para la población

mexicana, donde la ingestión diaria sugerida

(IDS) para el hierro es de 22 mg/día.

El hierro se puede obtener de las carnes

rojas; las leguminosas como los frijoles y

las hojas verdes (como las espinacas) si se

acompañan de alimentos ácidos (como

las salsas o el agua de limón); los

alimentos adicionados, como los

cereales para desayuno, también

son una buena opción.

En la pubertad también se

requiere calcio debido al acelerado

desarrollo muscular,

óseo y endocrino; en este

periodo es cuando se retiene

la mayor cantidad de calcio

en el organismo Se calcula

que alrededor de cuatro años

después de que aparecen los

primeros signos de desarrollo

puberal, la mujer adquiere

cerca de 50% de la masa mineral

ósea. Dos años

después de la menarquía

(primera

menstruación)

la mujer tiene

cerca de 85% de su masa mineral ósea, mientras que en los

siete años posteriores a la menarca ya no se

observan variaciones significativas.

De acuerdo con diversos estudios, los

adolescentes mexicanos tienen un consumo

insuficiente de calcio. Se ha postulado que

el alto consumo de refrescos en este grupo

de edad contribuye a un aporte deficiente

de calcio, con la

desventaja

adicional

d e q u e

este tipo

de bebidas

disminuyen

la

absorción

de calcio, por

ser alimentos

muy ricos en fosfatos. En condiciones

normales, para absorber el calcio requerimos

que esté en una relación de 2:1 con el

fósforo (como en las tortillas); en los refrescos

(sobre todo en los de cola) hay más

fosfato que calcio y por eso lo absorbemos

menos. Este panorama se oscurece aún más

si se considera que un exceso de fósforo en

la dieta promueve la excreción urinaria de

calcio. Así, al tomar refrescos no sólo no

absorbemos calcio, también aumentamos

su excreción urinaria.

Se calcula que en los adolescentes

alrededor de 15% de la ingestión energética

proviene del consumo de refrescos; la

Encuesta Nacional de las Adicciones del

Mexicano de 2004 reveló que alrededor de

60% de los jóvenes se consideran adictos

al refresco de cola. En algunos países se ha

logrado un consumo adecuado de calcio,

promoviendo que los jóvenes tomen leche

en abundancia. En México la Encuesta

Urbana de Alimentación y Nutrición en

la Zona Metropolitana de la Ciudad de

México reveló que el consumo per capita

de leche en los adolescentes de las familias

de escasos recursos es aproximadamente de

un vaso al día. Esta cantidad cubre casi una

sexta parte de lo que requieren los adolescentes

y es a todas luces insuficiente, aun

considerando el consumo de otras fuentes

de calcio como las tortillas

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