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No Se Pero Lo Ocupo


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2013  •  581 Palabras (3 Páginas)  •  207 Visitas

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firmar los tratados de Córdoba por los cuales reconocía la independencia. Fungió además como intermediario para entregar la capital sin derramamiento de sangre, entablando negociaciones con el general Novella quien reconoció la autoridad de O´Donojú y le entregó el mando de la guarnición el 13 de septiembre. Fue así como, tras la firma de los tratados, el ejército español que permanecía defendiendo la capital, emprendió su retirada hacia Veracruz. Entonces el ejército Trigarante, al mando de Iturbide, hizo su entrada triunfal con un numeroso contingente en la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, consumando la Independencia.

El desfile fue espectacular. Así, al menos, lo han descrito los pinceles y las crónicas: los colores verde, blanco y rojo de la bandera Trigarante (simbolizaban la pureza de la religión católica, la independencia y la unión entre mexicanos y españoles, y las franjas estaban entonces dispuestas en forma diagonal) prevalecieron en las compañías mezcladas de insurgentes y ex realistas. Todo el camino estaba adornado con banderas, oriflamas y arcos triunfales en esos colores y figurando el águila como blasón. Se firmaría al día siguiente, 28 de septiembre, el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, que estipulaba: “La nación mexicana que por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido.”

Por primera vez, una conciencia de patria, de unidad, de pertenencia y autodeterminación, alumbraba el sentimiento de los mexicanos. La capital recibió alborozada a los triunfadores, entre el repicar de campanas, el sonar de tambores y clarines, restallar de cohetes y los gritos entusiastas de la multitud.

Pobres y ricos, blancos, indios, mestizos, todos salieron a las calles a festejar el nacimiento de una patria. El recorrido de las tropas trigarantes se había planeado desde la Tlaxpana por San Cosme, para llegar frente al palacio Virreinal. Sin embargo, Iturbide desvió su paso para que una persona muy especial presenciara el desfile desde su balcón: se trataba de María Ignacia Rodríguez de Velasco, la mítica Güera Rodríguez, ante cuya belleza y encantos se cuenta que caían rendidos por igual realistas e insurgentes. Se dice que tuvo en sus manos la carta firmada por Fernando VII, de la que se desprenderían los principios del Plan de Iguala, así como que fue ella quien entregó a Iturbide este documento.

Cuenta Artemio del Valle Arizpe que, en esa ocasión, Agustín de Iturbide se desprendió de una de las plumas tricolores que adornaban su sombrero, para enviárselo a la Güera, quien “…la tomó con delicada finura entre el índice y el pulgar y con magnífico descaro se la pasó por el rostro varias veces, lenta y suavemente acariciándolo con voluptuosa delectación”.

Iturbide presidió la Junta Provisional Gubernativa

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