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Ofrendas de muertos aztecas


Enviado por   •  17 de Febrero de 2013  •  Monografías  •  2.699 Palabras (11 Páginas)  •  1.627 Visitas

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Antecedentes

OFRENDAS DE MUERTOS AZTECAS

El día de muertos es una tradición que nos han heredado los antiguos mexicanos, y es eminentemente mexicana.

Es extraña y muy característica, la idea, todavía arraigada entre una gran mayoría de mexicanos, de que en el más allá se la licencia a los difuntos para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra, un huésped ilustre, a quien se ha de festejar y agasajar en la forma más atenta.

Dentro de las costumbres Aztecas, al fallecer una persona, le doblaban las piernas en actitud de sentado, afirmaban brazos y piernas atándolos firmemente, en un lienzo acabado de tejer ponían el cuerpo al cual le ponían en la boca una bella pieza de jade que era el símbolo de su corazón, y tendría que darlo a los dioses en su camino a Mictlán, la residencia de los muertos, enseguida cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban encima un petate.

En una gran plaza alejada de propósito, preparaban una pira funeraria y situaban encima el cadáver rodeado de las cosas que poseyera en vida: su escudo, espada, etc.

La viuda, la hermana o la madre preparaban tortillas, frijoles y bebidas.

Un sacerdote debía comprobar que no le faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones.

Las cenizas eran puestas en una urna junto con el jade.

Los aztecas creían ser inmortales y la muerte no era más que una forma nueva de vida.

En el mundo Azteca del más allá había 13 cielos y 9 infiernos.

Cada uno de los que morían iban a dar según la ocupación que hubiera tenido en vida, todos tenían un más allá de acuerdo con lo que hicieron.

Los no clasificados o que morían de muerte natural, iban a Mictlán y sus almas erraban por altas montañas, sufriendo frío y calor hasta alcanzar la mansión del señor de la muerte.

En el Mictlán había dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacihuatl.

Cuando las almas llegaban al séptimo infierno, como prenda de buena conducta debía dejar la pieza de jade que los vivos habían puesto en su boca.

Al terminar el viaje, quedaban situados en el noveno infierno.

Ofrendas en el México Colonial

La tradición religiosa mesoamericana sufrió transformaciones culturales con la conquista y evangelización, “naciendo religiones indígenas coloniales” – en la opinión de Alfredo López Austín –, ya que los naturales mezclaron sus costumbres y creencias con las cristianas implantadas en el Nuevo Mundo por los conquistadores.

Con la llegada de los españoles, cuya conquista se fundamentó en la evangelización; los religiosos buscaron de inmediato la destrucción de las antiguas creencias y sus prácticas, consideradas “idolátricas”. Así, las deidades de la muerte fueron destruidas, no así el culto a los muertos que conjuntó los conceptos y prácticas que ambas culturas tenían. Costumbres y ritos católicos funerarios en el momento de la muerte y horas anuales a los difuntos fueron fácilmente aceptados por los pueblos precolombinos ya que, en cierta manera, coincidían con los antiguos hábitos. Según se sabe, la iglesia estableció la conmemoración de difuntos para el día 2 de noviembre. Se dice que fue el benedictino San Odilón, Abad de Cluny, quien hacia 1049, a través de su revelación, fija esta fecha para dedicarla a las “ánimas del purgatorio”, lo cual fue apoyado por los pontífices, generalizándose la fecha para tal fin.

El ritual católico para celebrar a los muertos, desde San Odilón, consistía en la celebración de misas, sufragios, oraciones de diversos tipos, responsos, limosnas y oblaciones, por ser las plegarias las formas activas que tenían los vivos para ayudar a los muertos.

Por otra parte, las ideas cristianas del cielo y el infierno, la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma, penetraron en el mundo indígena más que con las prédicas, a través del arte. El teatro, la escultura, la pintura y la música fueron los medios más eficaces de que se valieron los evangelizadores para cumplir su misión. Así encontraremos en la decoración de capillas y templos de las comunidades indígenas muestras iconográficas que aluden a estos temas, uno muy representado en los primeros tiempos de la Colonia fue el Infierno y sus abrazadoras llamas que consumen a las almas pecadoras; el fin: enseñar el temor a Dios y salvar las almas de cometer pecados capitales.

A las creencias religiosas se incorporaron las costumbres populares usuales en España, donde también se hacían ofrendas: se adornaban las tumbas con flores y se ofrecían alimentos; incluso, se preparaba un pan especial “el pan de ánimas”; se alumbraba a los muertos con lámparas de aceite y se hacían oraciones como parte de los actos religiosos. Los alimentos preparados pan, buñuelos y otros, se comían una vez concluida la celebración.

Así, las costumbres indígenas se entrelazaron con las influencias del Viejo Mundo para formar una tradición mexicana. De los rituales practicados con este motivo, el más difundido, sin duda, fue y ha sido hasta nuestros días, la visita a los cementerios; pero también se colocaban altares en los hogares donde se ponía agua, velas o veladoras, flores y algunos alimentos, de acuerdo a lo que producía cada región y a los platillos de la preferencia del difunto.

Ofrendas en el Porfiriato

En México, con el paso del tiempo, la celebración a los muertos fue diluyendo su carácter devoto y ritual y adquiriendo un tono más festivo, en ocasiones incluso burlesco, y cotidiano. Así en el siglo XIX ya se hacían los dulces típicos de calaveritas de azúcar, esqueletos de almíbar, muertos de mazapán y el llamado pan de muertos. Las crónicas de la época mencionan que en el Zócalo de la ciudad de México se vendían juguetes que representaban procesiones fúnebres, esqueletos y calaveras. Ya para entonces el Día de Muertos había adquirido el sentido de una gran fiesta. Las familias de buena situación económica daban a sus dependientes un regalo de dinero en efectivo: “la calavera”, para que pudieran gastarlo en la celebración.

En esos días, en los panteones las tumbas se limpiaban y se adornaban con flores y velas y se acostumbraba ir a ver a los difuntos familiares.

En esos años

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