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Ojos Tristes

mateee20 de Marzo de 2015

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Ojos tristes

Un día muy importante el de hoy, sé que desde hace mucho tiempo atrás he imaginado cada instante tratando de analizar y adecuar cada detalle sin omitir alguno. Al recordar esto, escucho una voz cálida que me libera de mi trance.

–No te preocupes Pingo, todo saldrá muy bien, ya verás que sí, aquí estaré por cualquier cosa apoyándote como siempre.

Le sonrío con la intención de manifestar seguridad en mí, después ella se aleja, pero antes me da un abrazo muy reconfórtate concluyendo con un gesto que evidenciaba estar orgullosa de mí. Sin duda me siento un poco más tranquilo; ahora empiezo a recordar todos los esfuerzos que aquella mujer invirtió en mí sin dudarlo en ningún segundo, recuerdo que trabajaba mucho junto con mi padre para darme a mí y a mis hermanos todo lo que necesitábamos, recuerdo las noches de desvelo que invirtió sin quejarse, el recorte en los gastos familiares para comprar todos los materiales que necesitaba, además de aconsejarme para afrontar los problemas en el futuro que en aquella época me parecían fuera de lugar pero que ahora aprecio haberlas escuchado. De verdad que estoy muy agradecido.

Unos pocos segundos después aparece mi papá con mis dos hermanos menores, estos últimos no suelen expresar sus sentimientos al igual que yo por lo que nada más me dicen:

Hermano menor– ¡Chingón hermano! Ahora si la hiciste.

Hermano mediano – ¡Sí, que bueno que ya terminaste!

Estas palabras son el sinónimo de –estamos muy contentos por ti, venimos para compartir este momento muy especial para ti, te queremos hermano–. Además estas palabras vienen con un abrazo de gran emotividad aunque no lo parezca.

Después mi papá se me acerca con un gesto semejante al de mi madre y me da un abrazo que me sorprende y hace que me sienta avergonzado, pero contento. Digo esto porqué mi padre tampoco suele manifestar sus sentimientos afectuosos hacia mí y a mis hermanos, ya que mucho tiempo ha vivido fuera de la ciudad trabajando, no digo que no nos quiera es sólo que no lo sabe expresar. Correspondo el abrazo agradeciendo su presencia y el de mis hermanos. Los tres se retiran deseándome suerte.

Ya es hora de mi turno, un sujeto con voz apresurada me dice que es el momento de que entre al auditorio. Al escuchar esto la ansiedad se apodera de mi cuerpo empezando por las manos, siento como el sudor frio comienza a salir en mis palmas, después continua en la frente, es claro que estoy muy nervioso porque empiezo a experimentar el cosquilleo en los pies, un vacío en el estómago que no logro controlar por más que trate de pensar en otra cosa que me ayude a olvidar la razón de todos estos síntomas; si esto fuera poco mi cuerpo llega al límite al sentir comezón en la cabeza hasta el talón.

Empiezo a caminar por pura inercia sin escuchar el ruido del exterior, lo único que escucho son los latidos de mi corazón que aprietan fuertemente mi pecho. Antes de entrar al auditorio alcanzo a ver a mis hermanos platicando entre sí, mi padre que se percata de mi presencia les avisa al momento; ahora siento que todos en el recinto me observan.

Antes de dar otro paso mis ojos desorientados se concentran en mi madre. El tiempo se ha detenido alrededor de los dos; veo que aquella mujer que me inspira tanta paz se encuentra feliz, veo como unas cuantas gotas cristalinas salen de sus pequeños ojos que me llena de emotividad. Ya no queda tiempo así que le respondo con otra sonrisa para hacerle saber que todo saldrá bien.

Por fin me coloco en el centro del auditorio, el presentador oficial anuncia mi entrada y después me dice que despierte, no entiendo por qué me dice eso, pero no deja de repetirlo, lo dice una y otra vez.

– ¡Despierta!, ¡Despierta!, ¡Despierta!

Ahora me quedo paralizado, cierro los ojos que al poco tiempo después los vuelvo a abrir lentamente

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