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Orgulloso De Su Obra


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2013  •  547 Palabras (3 Páginas)  •  326 Visitas

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Orgulloso de su obra, se fue Leonardo

Cuauhtémoc Mávita E.

Me enteré a través de un periódico impreso de la muerte de Leonardo Valdez Esquer. Hacía tiempo que lo había visitado en su casa, en la curva de la salida de Etchojoa con rumbo a Huatabampo. Lo encontré, como siempre, dispuesto a compartir sus saberes y vivencias y, por supuesto, la historia de cada una de las piezas u objetos que conforman el acervo histórico-cultural del museo que levantó y enriqueció en el transcurso de los años.

Él decía que lo que uno estaba mirando era producto de “una hazaña tejida tras cincuenta años de esfuerzos”.

Se sentía contento y orgulloso por su obra, pero también me dijo en más de una ocasión que el gobierno a través de sus instituciones culturales no le daba su verdadero valor a estas expresiones. Faltaba más. Esto se reflejaba en apoyos insuficientes para rescatarlas y preservarlas, condenándolas al saqueo, el vandalismo y destrucción, el mercado “negro” y al morbo de muchos que desconocen su esencia e influencia en los constructos de la sociedad en la cual vivimos. Era, Leonardo, muy claro y transparente.

En su conversación siempre estaba presente el nombre del ex alcalde de Etchojoa, Leonel Arguelles Méndez, con quien estaba agradecido porque le había tendido la mano “en las buenas y en las malas”. Pero también hablaba de Bulmaro Pacheco Moreno, actualmente maestro universitario, ya que influyó en el oriundo de El Bacame para que él -Valdez Esquer- tuviera un lugar y un espacio para impulsar su proyecto.

Su agradecimiento no era para menos, ya que antes de ser recibido por los etchojoenses fue rechazado por las autoridades municipales de Navojoa. Y allí, en la “tierra de etchos”, escondido en su paraje, concentró su acervo.

Uno, al cruzar la puerta, se siente atrapado por un torbellino que lo conduce a observar, ya no tocar, los cientos de máscaras colgantes de las paredes que, en alguna ocasión, cubrieron la cara de un mayo o un yaqui en sus manifestaciones ceremoniales, pero también de un guarijío, un seri o, cruzando la línea divisoria, de algún tarahumara o un huichol.

Y es que las hay de todas. Unas elaboradas con madera, otras con papel aglutinado, vaqueta, barro y piel curtida.

Para Valdez Esquer, la máscara cobija el espíritu y el alma; permite a quien la porta satirizar la vida, burlarse de sí mismo y del entorno e inclusive desafiar a la muerte.

Más allá, cubriendo un espacio, un sombrero de palma, una escultura de madera de un venado danzante; más acá la vestimenta holgada y brillosa de una mujer mayo, un par de huaraches, un bulto de “cascabeles”, sonajas para la danza, rebozos, un pantalón y una camisa de manta, un viejo molino manual para el nixtamal, un metate con su mano de piedra y un molcajete.

En la casa-museo de Leonardo uno viaja al pasado. Él ya no está. Se fue. Pero en estas salas está su esencia. Merodea. Vigila que las cosas estén donde deben estar. Así es la vida. Tan llena de colorido y de sorpresas.

Imagino a Leonardo, sentado en una silla rústica de madera de pino, con la pierna cruzada, tomando una taza de café de talega, mientras que sus palabras brotan a borbotones al hablar de esto y de lo otro, incluyendo a sus ancestros.

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