Para ser madre hay que tener cojones
estefanytisTrabajo4 de Mayo de 2017
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Para ser madre hay que tener cojones
En el pueblo Libertad todos sabían que desde su llegada la infeliz no había tenido un momento de descanso. Se instaló en la casucha de la difunta Dinora. Romilia llegó al pueblo de una manera de una manera inesperada. Bajo el candente sol todos se quedaron mirando con el rabillo del ojo a aquella mujer delgada, cenceña, escuálida, que al parecer en algún tiempo había tenido carne, con esos ojos que reflejaban una loca agonía, pero lo que rompía el corazón, para aquellos que aún tenían en el pueblo, eran esas dos almas errantes dentro de unos cuerpos desmigajados.
Romilia hacía de todo, se levantaba antes que el gallo cantara y se iba a las fincas donde cortaba arroz, recogía tomate, recogía café para al final del día poder llevar a su casucha algo que comer.
—La mujer que ha llegao al pueblo es un misterio usted la vito. —dijo murmurando Almeja
—Y quien no se ha percatao, lo que no se sabe que era de la difunta ni que ha venio hacer.
—Fíjese Liada al que no hemos visto e al mario, por que como usted sabrá ya el Espíritu Santo no anda poniendo muchacho—Decían las dos informantes del pueblo mientras Romilia pasaba.
—Marido — pensó para si Romilia si justamente había llegado allí para deshacerse de ese imbécil bueno para nada. Cuando quedo embarazada de su primer hijo tenía que trabajar en la finca de su propio esposo para poder comer, recuerda muy bien cuando este le dijo bajo golpes y amenazas:
—Tu va tene que trabaja pa’ cría ese carajo mocoso
Ella sumisa solo bajaba la cabeza, agarrando la crecida panza mientras arrastraba un saco con unos pocos guineos.
—Malparida levanta el saco y échale más guineo que eso lo viene a buscar Tatico ante la doce.
—Uuff ni pensar en eso — decía Romilia mientras seguía su camino.
Bajo la escasa luz de una jumiadora los hijos moribundos la esperaban como espera un vil gusano su metamorfosis.
—Mamilia cuando vamos pa’ la casa —musito la niña mientras comía junto a su hermanito.
—Muy pronto minina, muy pronto —decía ella con lágrimas en los ojos al saber que ese muy pronto tardaría en llegar pues de donde sacaría ella una casa donde no cayeran goteras una televisor y una cama donde puedan dormir cómodo.
Se asomó a la ventana, mientras los niños dormían, no se atrevía a pernoctar hasta no pensar en lo que tendría que hacer al día siguiente para conseguir alimentos, seguía pensando mientras el sueño golpeaba de repente.
Escuchó un murmullo y se acercó a la puerta, observó por un pequeño hueco y ¡punn! ahí estaban Almeja y Liada.
Sospechaba yo —decía Liada mientras se acomodaba el pañuelo de la cabeza—que algo escondía la difunta. Quien iba a pensar que la vieja fue la primera en llegar al pueblo, mira como se ganó ese premiaso, cien mil peso, con eso duro yo to’ una vida comiendo, y eso no es to’ mira quien lo va a recibir Romilia pol vivi en su casa.
—Mamilia, Mamilia —le tocaba la niña desesperada y fue cuando se dio cuenta que eran más de la nueve de la mañana, que se había quedado dormida y que alguien tocaba a la puerta.
—Quién es — respondió ella mientras se amaraba el vestido
—Abra la puerta —decía un hombre con voz agresiva, era el nieto de Dinora quien vino a reclamar la casa, traía consigo el alcalde del pueblo y los papeles originales, en menos de diez minutos no le quedo de otra que salir de la casa con la única pertenencia que sus almas errantes.
Se sentía triste y desesperanzada, con la única esperanza de encontrar un refugio inexistente y de migajas que veía caer en cazuelas rota. Romilia no sentía la vida pero sus almas le reclamaban con la existencia, le reclamaban con la mirada y la noche caía lentamente.
— To’ esto
...