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Pensamiento Circular


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  1.668 Palabras (7 Páginas)  •  829 Visitas

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Para poder comprender a qué me refiero con pensamiento circular, imaginemos al cerebro como una gran selva repleta de senderos muy transitados. Los senderos son tantos, que la selva ya parece un laberinto.

Las neuronas son los habitantes que han ido marcando a esos senderos con su recorrido cotidiano a puntos específicos, como a determinado árbol para proveerse de cierto fruto, a determinada parte de un río para beber agua, etc.

La mayoría de las neuronas tiene un hábito rutinario de recorridos, porque ya conocen y saben perfectamente qué hallar dónde, de lo que necesitan cotidianamente. Así, cada vez que nuestra parte consciente requiere algo a las neuronas, éstas van rápida y directamente al punto en cuestión por el sendero tan habitual y marcado, que es como una avenida.

Pero también hay senderos que están cubiertos de malezas, casi desaparecidos, porque conducen a lugares donde hay informaciones que prácticamente nunca se necesitan. La maleza los va invadiendo hasta que, con el tiempo, hasta parecen haber sido borrados por completo.

Por esta razón, cuando pedimos a alguien que piense o recuerde, las neuronas ¿qué harán? Irán a los árboles-archivos más usados, por los senderos de uso cotidiano, ofreciéndonos todas las variables que están dentro de los mismos: De lo que se usa cotidianamente; pero haciéndose las distraídas respecto de lo que usamos muy poco o casi nunca.

Pero si les insistimos pidiéndoles que vayan a buscar algo que les impone transitar por uno de esos senderos que no usan casi nunca, hay mucha reticencia neuronal; porque es incómodo, hay que “abrirse paso” y puede estar repleto de alimañas y peligros, ya que hace mucho que no se transita por allí, desconociéndose qué cambió.

Es como si las neuronas dijeran ¿Pero qué pretende el consciente, que nos arruinemos la ropa metiéndonos entre las espinozas malezas? Que nos llenemos las manos de ampollas y el cuerpo de raspones, por abrirnos paso a golpes de machete ¡con lo cara que me resultó la manicura!

Sin embargo, con bastante insistencia de nuestra parte consciente en esforzarnos por “recordar” (rescatar informaciones guardadas en senderos neuronales poco transitados); las neuronas terminan juntando coraje y metiéndose en grupo explorador (abrazadas unas con otras, para darse coraje), pasito a paso avanzan abriéndose camino hasta llegar al archivo específico.

El detalle es que la mayoría de las veces, nuestro ego, que rige sobre la parte inconsciente y toda función biológica (por lo tanto es también quien ordena a las neuronas el esfuerzo de abrirse paso por la selva), comprensivo con las abnegadas trabajadoras, suele decirnos “información perdida, inexistente”. A veces sabemos bien que no podemos haber “perdido” a esa información y, por lo tanto, exigimos que se esfuercen como sea, pero que la rescaten. En otras ocasiones, cuando el esfuerzo es mucho y poca la importancia de recuperarlo, dejamos que abandonen el intento y vuelvan a su normal actividad por los senderos cotidianos.

Con esta alegoría, creo que queda claro el por qué toda persona es muy hábil y “lúcida” en el manejo de las informaciones que usa frecuentemente, pero se vuelve muy torpe cuando se trata de rescatar conocimientos en desuso y, mucho peor aún, cuando intenta rescatar en la memoria a datos que alguna vez incorporó, pero no usó casi nunca: Están como perdidos, sepultados por la maleza que invadió a ese sendero neuronal y ¡vaya uno a saber cuál sendero (de los que están cerrados por la maleza) será justamente el que lleve a esa información! El ego se resiste y rebela a tener que explorar a muchos senderos intransitables para hallar a una información que nunca más se requirió y nunca se le dio mayor importancia. Porque es como si la hubiera arrojado a un vertedero de “cosas para clasificar mejor” y que, con el tiempo, se convirtió en una montaña que sepultó a la infinidad de otras cosas previas que había retenidas en la memoria “provisoria”. Como “importantes por el momento, nada más” (como al grueso de lo que se estudia para rendir exámenes y aprobar materias).

¿Quién querría tomarse el trabajo de ir a un vertedero a buscar algo pequeño como un teléfono en particular, entre la kilométrica montaña de otras cosas desechadas?

Son “senderos neuronales cerrados” que se han vuelto por completo intransitables. Por eso es tan válido el dicho: conocimiento o información que no se usa, es como si se olvidara. (Sobre todo si no impactó emocionalmente, para que el inconsciente lo tenga muy presente, por su relacionada carga emotiva).

Las neuronas son como personas en patines sobre pista de hielo: Van súper veloces a los lugares muy frecuentados de la memoria, pero cuando se trata de senderos desusados, es como si ya no hubiera hielo, se les hace difícil andar con los patines y, encima, abrirse paso entre la maleza, perdiéndose por vericuetos erróneos y hasta quedándose enredadas y empantanadas.

Por esta razón es que, cuando nos proponemos pensar “a fondo” en algún asunto, lo que en realidad suele suceder en casi todo cerebro, es que las neuronas recorren una y otra vez, como en círculos, a los caminos y senderos más transitados, yendo y viniendo una y otra vez con la misma respuesta: “no podemos hallar lo buscado”, “solución inalcanzable o imposible”.

Pero la desesperación emocional por hallar una solución” (al conflicto o problema que nos preocupa) nos impone exigirle a las neuronas “vuelvan a intentarlo otra vez” y, éstas, ¡vuelven a patinar súper veloces por el recorrido circular cotidiano, pero

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