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Potencia Y Acto

halddarecs9 de Octubre de 2012

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Potencia y acto.

a. Simplicidad de estos conceptos, recogidos de la experiencia del cambio

Los conceptos de potencia y acto no son “obsoletos”. Son conceptos simples que cualquiera puede formar en cualquier lugar o cultura. Desde el momento en que miramos a las cosas del mundo material y sensible, percibimos cambio y crecimiento.

Esta experiencia del cambio y el movimiento conlleva la verdad del principio de no – contradicción, como ya hemos visto, porque si estar aquí significara lo mismo que estar allí, entonces no habría movimiento. Como ya observamos, no es sorprendente que el marxismo niegue el principio de no – contradicción, porque para el marxismo no existe el ser, sino sólo el devenir y el proceso.

Hay cosas que pueden transformarse en otras: esta mesa tiene capacidad de ser transformada en una silla, pero no la de ser cambiada en un hombre. Un niño puede llegar a ser (potencia) un arquitecto (acto). Pero no puede ocurrir con un elefante. Las cosas tienen capacidades reales, realmente arraigadas en su ser. La potencia es sin duda, algo real, aunque no actual.

Llamamos potencia o potencialidad a aquello que puede ser algo pero todavía no lo es, y llamamos acto a aquello que es ya. El paso de la potencia al acto correspondiente se denomina movimiento (motus) o cambio.

b. El movimiento como paso de la potencia al acto.

Las realidades del movimiento y el acto son nociones directas e inmediatas, y no pueden, por tanto, ser “demostradas” o probadas, puesto que son directamente evidentes para la inteligencia.

El análisis del movimiento fue realizado por Aristóteles. Este definió el movimiento como el acto de un ser en potencia en la medida en que sigue siendo en potencia.

Lo primero que se observa es que el movimiento es un acto, porque es una realidad y toda realidad es un acto, algo que está ahí.

No obstante, no es un acto perfecto, ya que, si fuera perfecto, dejaría de ser movimiento. Así, el movimiento es más perfecto que la potencia, pero menos perfecto que el acto: siempre puede hacerse mejor.

El movimiento puede ser entendido de dos maneras:

1) Un cambio de un sujeto a otro: un cambio de substancia al convertirse una substancia en otra; una nueva substancia es generada al tiempo que otra es corrompida;

2) Un cambio de un sujeto en cierto estado al mismo sujeto en otro estado si éste concierne al lugar, se denomina movimiento local: si concierne a la cantidad, es llamado aumento o disminución; si concierne a la cualidad, su nombre es alteración.

Es del movimiento de donde extraemos el primer significado de la potencia y el acto. Pero cuando observamos con mayor detenimiento las operaciones de los seres vivos y, más precisamente, las operaciones espirituales del entendimiento y la elección, nuestro concepto de potencia y acto es enriquecido y profundizado.

Veamos, por ejemplo, la operación de los seres vivos que consiste en adquirir formas sensibles y apropiárselas (conocimiento): cuando un perro mira un hueso, el hueso no penetra en el perro, pero su forma sensible ha entrado dentro de su conciencia (conocimiento). El perro, por ello, se ha apropiado de esta forma sensible, y nadie se la puede arrebatar.

Esta forma sensible ha venido a formar parte del ser del perro, que ahora es más que antes: ha aumentado la actualidad de su ser. Veamos aquí una actualidad que es más que un mero paso de la potencia al acto.

Es un nuevo tipo de actualidad que no es físico. Hay un aumento de su ser, un incremento de actualidad, pero éste no es material: por lo tanto, ha de ser inmaterial.

Esta inmaterialidad, que implica una actualidad separada de la materia, es, por ello, la raíz de la cognición o conocimiento, propio incluso de la percepción puramente sensible (animal).

Así, “conocer” significa adquirir nuevas formas de modo inmaterial. Incluso en el nivel puramente sensible, el conocimiento es perfectamente inmaterial, porque cuando las cosas materiales, en tanto que materiales, adquieren otra forma, han de perder la propia: si queremos dar a esta mesa la forma de una silla, no puede ya seguir siendo mesa; pero los animales adquieren forma sin perder la forma propia.

Este “ser” de la forma en el ente cognoscente no es físico sino inmaterial, y se llama ser intencional (del latín intendere = apuntar a, dirigirse a): es éste el ser adquirido por las formas en el cognoscente (que apunta hacia aquellas formas que se hallan fuera de éste), tanto si el cognoscente es un animal, como si es un hombre (el conocimiento humano, sin embargo, no sólo es inmaterial sino también espiritual).

En el conocimiento humano podemos distinguir dos niveles de potencia y de acto que afinan progresivamente nuestra noción de potencia y de acto:

1) El paso de la ignorancia al conocimiento; por ejemplo, de no ser un doctor en filosofía, a serlo; y

2) El paso de un conocimiento poseído como hábito, a su consideración en acto, por ejemplo, de ser un doctor en filosofía, pero no uno que practica su profesión aquí y ahora, a practicarla en acto.

c. Otros aspectos metafísicos de la potencia y del acto.

Como vimos, la metafísica no es un proceso de deducción que parta de definiciones. En metafísica partimos de la realidad, y seguimos observando, anotando, y escribiendo nuestras observaciones.

Podemos hacer deducciones, pero siempre a partir de la realidad: el principio; en este caso, es siempre la realidad.

Ahora bien, por lo que hemos visto el acto y la potencia dividen el ser creado, ya que todo ser finito se halla realmente compuesto de potencia y de acto. Dijimos que el acto de ser es acto, y, por tanto, que la esencia es potencia. Tal es, pues, la composición fundamental de los entes finitos: potencia y acto.

Esto significa que todos lo entes finitos son perfectibles: pueden hacerse siempre mejores, porque, en la medida en que siguen teniendo potencia, pueden actualizarla. Siempre podemos incrementar nuestro ser, sino materialmente, inmaterialmente, mediante el conocimiento, y aquí no hay límite alguno: la sabiduría es la perfección del conocimiento.

Lo mismo ocurre cuando reforzamos nuestra voluntad con virtudes. Así, mediante el conocimiento, la voluntad y la acción podemos aumentar nuestro ser indefinidamente con nuevas actualidades.

Los accidentes son necesarios para substancia finita, como ya hemos visto, y, en especial, lo es el accidente de la acción, la actividad.

La voluntad, a través de la acción, persigue el bien, se perfecciona a sí misma, y esto es la virtud, aunque el conocimiento haya de entrar también en ella, y, por lo tanto, la inteligencia.

A través de estos dos poderes espirituales, la persona humana tiene una capacidad indefinida para perfeccionarse. El hombre sólo se halla limitado por su condición material. La materia esta tremendamente limitada, pero el espíritu, posee una capacidad indefinida de progreso.

Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, y por ello, Él nos ha dado la tendencia, hacia el acto puro, el acto perfecto, que es Él mismo.

Otro aspecto de esta cuestión es que la actualidad del ser implica la perfección de la realidad, porque no conlleva límite alguno, lo que significa que la limitación o imperfección proviene de la potencia, aunque también provenga de ella la perfectibilidad.

Esta es la razón por la cual el puro acto es perfección sin límite, la cual es el ser mismo de Dios.

El acto solamente puede ser limitado por la potencia: por la potencia en la cual es recibido. No soy nada más que lo que puedo ser. El “poder ser” limita el “ser”. Por lo tanto, una persona es tanto más perfecta cuanto más actual es, porque la potencia es el principio limitador.

Finalmente, la distinción entre potencia y acto es real, no sólo conceptual o lógica: lo uno no puede ser lo otro en el mismo sentido.

Por ello vemos que hay una composición real en el ente finito de esencia y de acto de ser, y en esto, las criaturas difieren fundamentalmente del creador, ya que Él es puro acto, sin ningún género de composición.

Dios es absolutamente simple, mientras que las criaturas son compuestas (de muchas maneras): tal es la radical diferencia.

SUBSTANCIA Y ACCIDENTES.

La evidencia del cambio y la verdad del ser.

La metafísica comienza mirando al mundo sensible. Llamamos a este mundo sensible “naturaleza” o mundo de la naturaleza. Tal naturaleza nos aparece como el mundo del cambio y de la multiplicidad.

Este cambio y esta multiplicidad causan en nuestra mente un estado de sorpresa que la conduce a la primera división del ser: “lo cambiante” y el “cambio mismo”; o sea la substancia y los accidentes. Analizando el cambio, llegamos a comprender algo que es más perfecto que éste, algo estable y permanente. No podemos tener cambio alguno a menos que sea algo lo que cambie: este “algo” es, por lo tanto, lo que subyace a los cambios.

Si no hay nada permanente, nada puede conocerse, pues”conocer” es precisamente hacerse con lo permanente. De hecho, esto es lo que condujo a Platón a decir que no tenemos saber acerca del mundo sensible. Concedía que todo cambiaba en el mundo sensible, de donde llegó a concluir que no podemos tener conocimiento,

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