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Practica De Valores A Nivel Local Y Nacional

MagMonterrosa10 de Enero de 2015

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Introducción

El objetivo central de este trabajo investigativo es explorar la manera en que identificamos, aprendemos y desarrollamos los valores en la vida diaria. Descubrir el alcance de los valores en nuestra vida, nos requiere comprender la acción individual y social, para lo cual es necesario prestar atención al transcurrir de la vida cotidiana.

“La vida cotidiana o la vida de cada día, es estudiada por las ciencias sociales como el discurrir de un día cualquiera en la vida de las personas que interaccionan, recreando sus vivencias que pasan todos los días, también transcurre la tierra y nuestras vidas.” Bridye, G.Y Watson, S. (2002).

Una casa necesita cimientos para sostenerse. De igual forma, los valores sostienen y nutren al ser humano. Si faltan los cimientos, tampoco existe el fundamento que sostiene nuestras vidas, que le añade visión, motivación y compromiso. Sin principios ni valores hay un vacío en el ser humano. A medida que desarrollamos los valores en nuestro interior, también mejora nuestra capacidad para relacionarnos armónicamente con el mundo en que vivimos, y aportamos a una mejor calidad de vida.

Al interactuar socialmente, nos relacionamos a través de las prácticas individuales y colectivas que experimentamos con las familias, las comunidades, las instituciones educacionales, laborales, y religiosas, entre muchas otras. Para llevar a cabo los propósitos que buscamos en el mundo de la vida cotidiana, tenemos que formar parte de la misma: el mundo se hace una realidad posible por nuestras acciones en la cotidianidad.

Es precisamente ese diario vivir lo que nos lleva a reflexionar sobre los valores. Me refiero a los valores que nos hacen cada día mejores seres humanos; practicarlos debe convertirse en un proceso de aprendizaje cotidiano. Es decir, los valores se deben materializar en acciones que puedan observarse al punto de crear un sentido de identidad en el comportamiento humano.

Los valores nos ayudan a despejar las principales interrogantes de la existencia: quiénes somos y qué medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos aspiramos: la felicidad. Los valores siempre están son influidos por nuestras motivaciones y necesidades.

Entonces, ¿qué son realmente los valores en la vida cotidiana? “Son elementos de las personas y están relacionados con estados ideales de vida que responden a nuestras necesidades como seres humanos, proporcionándonos criterios para evaluar a los otros, a los acontecimientos tanto como a nosotros mismos” (Rokeach, 1993 en Garcia, Ramírez y lima, 1998). Son esencialmente prioridades basadas en la integridad o elecciones que están presentes en lo que hacemos y no hacemos, a lo que nos hemos acostumbrado y lo que somos capaces de tolerar, y se expresan de manera pública y abierta.

La práctica de valores a nivel Local y Nacional

Valor social

Un valor social es el servir. Servir no es dominar, tampoco es asumir una posición servil. Servir es la acción visible mediante la cual invertimos nuestro tiempo y esfuerzo para valorar a los demás.

Servir a otros voluntariamente, ese deseo de hacer algo bueno por los demás, nos distingue. Optar por servir, dependerá de nuestras actitudes y compromisos, también relacionados con nuestros valores. Independientemente de las diferencias que podamos tener con las demás personas, nunca debemos perder la capacidad para valorarlas.

Cuando servimos, las acciones que llevamos a cabo nos benefician, tanto a nosotros mismos como a quienes nos rodean. Desde esta perspectiva, servir requiere que confiemos en nuestras capacidades: la calidad de nuestro servicio es proporcional a la confianza que tenemos en nosotros mismos.

La persona que es servicial, lo es en su trabajo, y con su familia; pero también en la calle, ayudando a otras personas en cosas aparentemente insignificantes. Todos recordamos la experiencia de algún desconocido que apareció de la nada, justo cuando necesitábamos ayuda, y que, sorpresivamente, tras ayudarnos, se pierde entre la multitud. La capacidad de prestar ayuda de cualquier clase a una u varias personas, surge de la orientación natural que todos tenemos para valorar a los demás.

Las personas serviciales se hacen disponibles, sin perder su autonomía. Practicar los valores genera la capacidad de servir a los demás.

Las personas serviciales viven continuamente atentas, observando y buscando el momento oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a hacernos la tarea más sencilla, en cualquier caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.

La persona que vive este valor, ha superado barreras que al común de las personas parecen infranqueables:

• El temor a convertirse en el "hacerlo todo"

• Vernos solicitados en el momento que estamos concentrados en una tarea o en estado de relajación (descansando, leyendo, jugando, etc.)

• La pereza.

La rectitud de intención siempre será la base para vivir este valor, se nota cuando las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en atenciones y cuidados a determinadas personas por su posición social o profesional, al grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no recibe el nombre de servicio, sino de "servilismo".

Algunos servicios están muy relacionados con nuestros deberes y obligaciones, pero como siempre hay alguien que lo hace, no hacemos conciencia de la necesidad de nuestra intervención, por ejemplo:

• Pocos padres de familia ayudan a sus hijos a hacer los deberes escolares, pues es la madre quien siempre está al pendiente. Darse tiempo para hacerlo, permite al cónyuge dedicarse a otras labores.

Algunos otros detalles de servicio que pasamos por alto, se refieren a la convivencia y a la relación de amistad:

• No hace falta preocuparse por preparar la cafetera en la oficina, pues (él o ella) lo hace todas las mañanas.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

Valor moral

La prudencia:

Adelantarse a las circunstancias, tomar mejores decisiones, conservar la compostura y el trato amable en todo momento, forjan una personalidad decidida, emprendedora y comprensiva.

La Prudencia, en estricto sentido, es una virtud. Sin embargo queremos analizarla a la luz de los valores y la trataremos en su forma operativa, es decir, como el valor que nos ayuda a actuar con mayor conciencia frente a las situaciones ordinarias de la vida.

La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos. Nos admiramos de las personas que normalmente toman decisiones acertadas, dando la impresión de jamás equivocarse; sacan adelante y con éxito todo lo que se proponen; conservan la calma aún en las situaciones más difíciles; percibimos su comprensión hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden la compostura. Así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora y comprensiva. ¿Quién puede rehusarse a vivirla y hacerla parte de su personalidad?

La prudencia es el valor que nos ayuda o reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones, teniendo como resultado un actuar correcto en cualquier circunstancia.

Primeramente, debemos eliminar de una vez por todas la equivocada imagen que algunas personas tienen de la prudencia como modo de ser: una personalidad gris, insegura y temerosa en su actuar, tímida en sus palabras, introvertida, excesivamente cautelosa y haciendo todo lo posible por no tener problemas... No es raro que una imagen tan poco atractiva provoque el rechazo y hasta la burla de quienes así la entienden.

El valor de la prudencia no se forja a través de una apariencia, sino por la manera en que nos conducimos ordinariamente. Posiblemente lo que más nos cuesta trabajo es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia; la gran mayoría de nuestros desaciertos en la toma de decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la realidad o la falta de una completa y adecuada información.

La falta de prudencia siempre tendrá consecuencias en todos los niveles, personal y colectivo, según sea el caso: como quienes se adhieren a cualquier actividad por el simple hecho de que "todos" estarán ahí, sin conocer los motivos verdaderos y las consecuencias que pueda traer; el asistir a lugares poco recomendables, creyendo que estamos a salvo; participar en actividades o deportes de alto riesgo sin tener la preparación necesaria, conducir siempre con exceso de velocidad.

Es importante tomar en cuenta que todas nuestras acciones estén encaminadas a salvaguardar la integridad de los demás en primera instancia, como símbolo del respeto que debemos a todos los

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