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Primer Gobierno De Alan Garcia Perez

mautino935 de Mayo de 2014

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Un 28 de julio de 1985: Alan García asume la presidencia del Perú con apenas 36 años de edad. Ha ganado en primera vuelta, obteniendo el 53 % de votos válidos. Pero no solo eso. Su partido, el APRA, tiene mayoría absoluta tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.

La herencia de Belaúnde

Por otro lado, García y el APRA tienen dos problemas serios por enfrentar: La agrupación terrorista Sendero Luminoso había ido ganando terreno desde su primera incursión, en 1980.

Además, el gobierno de Belaúnde dejó al país en una profunda crisis económica. Las inversiones habían caído de 21,2 % del Producto Bruto Interno (PBI), en 1982, a 12,2 % en 1985. En 1982, la economía peruana no creció y, en 1983, el crecimiento fue negativo: -12,2 %. Si, en 1980, el ingreso per cápita era de 1,232 dólares por peruano, en 1985 llegaba tan sólo a 1,050 dólares. El desastre económico del gobierno de Belaúnde se debió, principalmente, a una caída de precios de productos que Perú exportaba (cobre, plata, plomo, café).

Desde 1982, el gobierno de Belaúnde se había sometido a un “programa de ajuste” del Fondo Monetario Internacional (FMI). Según el FMI, el principal problema del Perú era el déficit fiscal. El déficit se debía a que el Perú gastaba más en lo que importaba que lo que ganaba con sus exportaciones. La relación entre importaciones y exportaciones se llama “balanza comercial” (hoy por hoy, con el alto precio del cobre y otras exportaciones, el Perú tiene una balanza comercial “positiva”).

Para contrarrestar el déficit fiscal, el FMI obligó al gobierno de Belaúnde a reducir el presupuesto del Estado, a incrementar las tarifas públicas y a devaluar la moneda nacional, el sol . La devaluación frena las importaciones: Cuanto menos vale la moneda, más hay que gastar para importar un producto x.

Las medidas del FMI, llamadas ortodoxas, ocasionaron una fuerte recesión (contracción de la demanda) que repercutió en el bolsillo de los ciudadanos. Ya hemos visto que el ingreso per cápita cayó significativamente: 14,8 % para ser exactos. El aumento de tarifas públicas e impuestos empobreció aún más a los ciudadanos. Esto constituyó un círculo vicioso que terminó empobreciendo también al Estado: El ciudadano que es pobre consume menos y cuanto menos consume, menos impuestos paga. En 1984, el gobierno de Belaúnde entró en mora con el pago de la deuda externa.

El programa heterodoxo (1985-1987)

El 28 de julio de 1985, Alan García tuvo dos opciones: Continuar con el programa ortodoxo del FMI o probar una receta distinta, heterodoxa. En vista de la debacle de los últimos años, se esperaba un cambio de curso. Pero éste terminó siendo tan radical como aquel propuesto por la izquierda. En efecto, los lineamientos principales de García correspondían a los planteamientos económicos de Izquierda Unida .

En su discurso a la nación, García atacó al FMI. De ahora en adelante, anunció García, el pago de la deuda externa se limitaría al valor equivalente al 10 % de las exportaciones peruanas.

Pero, además de introducir una nueva moneda (el inti reemplazó al devaluado sol), la principal medida económica consistió en la congelación de precios básicos, sueldos y la tasa de cambio relativa al dólar. Por ejemplo, el precio de la gasolina se elevó, de golpe, en 25 % para luego congelarlo a ese nivel. La idea era anticipar la inflación venidera y, a largo plazo, darle al consumidor más poder adquisitivo.

Evitando de esta manera el alza de precios, los consumidores tienen más dinero para gastar en otras cosas y, por ende, contribuyen a la reactivación económica en otros sectores. La estrategia sigue siendo aplicada hoy en día. Un ejemplo es Argentina que, en su afán por bajar la inflación (que bordeó los 12 % en el 2005) y reactivar la economía, ha pactado precios fijos con los suministradores de productos básicos (la carne es el ejemplo más conocido).

Según escribe Crabtree, la posición heterodoxa de García se basaba en dos convicciones relacionas entre sí: (1) Para poder pagar la deuda sería necesario reactivar la economía. En esta línea, la reducción de importaciones sugerida por el FMI sería contraproducente, pues la producción industrial peruana depende, en gran medida, de máquinas y materias primas importadas. El pago de la deuda externa también sería contraproducente, pues implica la exportación de capitales necesarios para la reactivación económica:

Debido a que la renegociación de la deuda dependía de la aceptación de políticas impuestas por el FMI, y debido a que estas políticas solían ser recensionarías, la única alternativa era no negociar sino limitar el pago de estas deudas. Lo que se ahorraba en el pago de la deuda se aprovecharía para financiar importaciones .

La segunda convicción (2): Mientras que el FMI pensaba que la inflación en el Perú se debía a un exceso de demanda estimulado por un Estado que gastaba por encima de sus posibilidades, Alan García y su equipo de economistas consideraban que había suficiente potencial dentro de la economía peruana para aumentar la oferta de forma significativa. En otras palabras: El FMI pensaba que el Estado intentaba cubrir el déficit fiscal emitiendo dinero más allá de la oferta y así generaba inflación.

Reactivando la economía

Volvamos a 1985: Alan García creía que la inflación no se debía a una falta de oferta, sino más bien a que el Estado se había visto obligado a subir el precio de bienes y servicios básicos (en especial el de la gasolina) para pagar la deuda:

La existencia de un gran exceso de capacidad instalada en la industria peruana era en sí indicativo de que la demanda no era el problema. El Perú había sufrido en 1983 la peor recesión que se recordara, pero la inflación, en vez de caer, se había acelerado.

A través de la reactivación de la economía nacional se esperaba salir de círculo vicioso heredado por Belaúnde y entrar a un círculo virtuoso: A más crecimiento económico, más recaudaciones tributarias. A más recaudaciones tributarias, más posibilidades de cubrir el déficit fiscal.

El Perú no estaba solo con este experimento heterodoxo. Casi al mismo tiempo, Argentina había implementado el Plan Austral, parecido en mucho aspectos al modelo peruano. Pero Argentina, a diferencia de Perú y Brasil con su Plan Cruzado de 1986, sí consultó previamente al FMI.

Primeros resultados de la política heterodoxa

En un comienzo, las medidas adoptadas dieron resultados positivos. Ya en setiembre de 1985, la inflación bajó a 3,5 % (comparado con 12,5 % en abril del mismo año). Hacia el segundo trimestre de 1986, la economía dio señales de clara recuperación. Los sectores que dependían de la demanda interna (manufactura, construcción, agricultura) crecieron, no así los sectores dedicados a la exportación (minería, pesca). En 1986, la economía creció 10 %. Fue el mayor crecimiento desde los años 50 .

Pero también surgieron problemas que irían agravándose con el pasar del tiempo: A pesar de la reactivación económica, el Estado casi no percibía mayores ingresos:

Aunque en 1985 el déficit del sector público sólo había sido del 2,7 % del PBI, el nivel más bajo desde 1979, en 1986 una vez más llegó al 5,1 % . Esto no se debió a un aumento del gasto. De hecho, a pesar de su fama de ser una administración despilfarradora y populista, el gasto total (corrientes e inversiones) del sector público cayó del 49 % del PBI, en 1985, al 29 %, en 1986. Sin embargo, los ingresos corrientes totales también cayeron, del 46 % del PBI, en 1985, hasta 33 %, en 1986.

Otro problema consistía en que, después del gran crecimiento de 1986, la capacidad productiva de la modesta industria nacional estaba llegando a sus límites. Hacían falta inversiones para instalar nuevas capacidades y así continuar con la reactivación. Para ello, era necesario recurrir a inversiones y préstamos extranjeros.

El tercer problema, según Crabtree, era que la balanza comercial volvió a ser negativa hacia fines de 1986. Con la reactivación económica y el alza de sueldos, el Perú volvió a incrementar sus importaciones mientras que las exportaciones seguían siendo bajas. En diciembre de 1986, las reservas internacionales del Perú llegaban a 870 millones dólares comparados con 1,400 millones en marzo del mismo año. Esta falta de liquidez se debió, también, a que el Estado pagó a sus deudores bastante más que ese 10 % que García había anunciado, con bombos y platillos, el 28 de julio de 1985.

Finalmente, la poca confianza de la ciudadanía en el modelo económico de García condujo a que, hacia fines de 1986, muchos cambiaron sus intis por dólares temiendo – y, al mismo tiempo, originando – una devaluación del inti. Ya hemos visto que el paquete de medidas adoptadas por García incluía el congelamiento del tipo de cambio inti-dólar. Pero tal congelamiento tendía a ser artificial en tanto la demanda real de intis iba perdiendo cada vez más terreno frente al dólar. Este cambio se vio reflejada en la tasa de cambio libre, aquella de los cambistas de la calle, paralela al cambio oficial:

A fines de agosto de 1985, después de la devaluación inicial de 12 %, la tasa de cambio libre se había estabilizado en casi 17 intis por dólar. Solamente llegó a superar los 18 intis 14 meses después, en octubre de 1986, cerrando el año en 20 intis por dólar. Hasta octubre de 1986, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo varió entre 24,5 y 27 %. Sin embargo, ante el temor de un crisis en la balanza de pagos, junto con la pérdida de reservas a finales de 1986, el diferencial empezó a

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