Psicologia
giovanylonu12 de Abril de 2013
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En primer lugar hay que amar mucho a los hijos para que la disciplina funcione.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que es muy provechoso tener reglas o normas en la casa, que los hijos deben respetar y obedecer, teniendo presente que si desobedecen, van a recibir el debido castigo
"El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige".
La disciplina, por lo tanto, hay que hacerla funcionar en base a reglas y normas pero nunca bajo arranques de ira. Como me dijera un señor: "Mire señor Jesús, cuando mis hijos me desobedecen, yo reviento".
Este comportamiento de parte de los padres no establece disciplina pues el estado nervioso y alterado de una persona refleja falta de control.
En tercer lugar, una manera muy eficaz de obtener disciplina de los hijos, es haciéndoles saber las consecuencias de sus acciones.
Sus hijos deben comprender que si obedecen, todo les va a resultar bien y a la vez van a ser recompensados; bien sea con un paseo, un regalo, la sonrisa de sus padres o las palabras de estímulo de los mismos. Asimismo, deben saber que si desobedecen habrá castigo, ya sea físico o de restricción de privilegios.
El hecho es que toda la familia debe reconocer que tanto la obediencia como la desobediencia traen sus consecuencias, y al experimentar las mismas es como se obtiene la disciplina en el hogar.
DISCIPLINA PARA LOS HIJOS
Pero, la palabra disciplina significa realmente formar o enseñar, y combina tanto técnicas positivas como negativas. Cuando se disciplina a los niños, se les enseña a comportarse. Se les dan instrucciones antes de pedirles que intenten poner algo en práctica. Usted se convierte en modelo de comportamiento para ellos. Les señala una y otra vez aquello que están haciendo correctamente. Y cuando es necesario, les indica lo que no hacen bien.
La disciplina eficaz es señalar: «Eso está bien», cuando el niño le lanza una mirada en busca de aliento mientras titubea. Y es enseñar a un niño más mayor que, aunque sea difícil, hay que saber renunciar a una disputa. Y a veces se trata de permitir que se produzcan consecuencias negativas naturales de su conducta cuando ésta no es la que los padres quieren. Los «síes» son muchas veces más importantes que los «noes» porque con el sí el niño sabrá cuándo se está comportando tal como los padres desean.
Hay mucho que enseñar a un niño -valores, creencias y técnicas- y se requiere tiempo. Además, el niño no estará siempre dispuesto a aprender la lección. Por ello se sugiere que:
1. Los padres aprendan a relajarse, de ese modo podrán afrontar acontecimientos imprevistos y esfuerzos baldíos con más calma y más eficacia.
2. Hay que examinar metas y necesidades del niño para saber lo que se puede esperar.
3. Se debe hacer lo posible por ser constante y consecuente, diciendo lo que se piensa y pensando lo que se dice, y mantenerse firme en ello. Y finalmente,
4. Se debe mantener una actitud positiva ante el oficio de padre, reteniendo en la mente una imagen de cómo se quiere que el niño actúe y acordando indicarle los comportamientos que se consideran inaceptables.
Habrá ocasiones para señalar aquello que no guste, pero una actitud positiva reforzará la desaprobación del padre cuando ésta sea necesaria.
CÓMO ELOGIAR
Es fácil para los padres centrar su atención en lo que los niños hacen mal y no darse cuenta de lo que hacen bien.
Están tan ocupados educando y cuidando de sus hijos que es fácil pensar que la buena conducta está garantizada. Cuando todo va mal les es fácil sacar a relucir otras diez fechorías. Caen en el error de criticar y todos acaban sintiéndose mal.
La crítica no debe ser constante combinada con mas elogios da otros resultados. El niño requiere la atención del padre y la conseguirá como sea. Si el modo de enfocarlo es negativo, entonces el niño usará medios negativos para llegar a sus padres. Si éstos se concentran en los hechos positivos, se conseguirá una mejor conducta como respuesta, porque de este modo el niño obtendrá más atención.
A veces los padres temen que los niños se acostumbren a depender de los elogios. Es posible que los elogios indiscriminados provoquen problemas con un niño inseguro o que siempre haya sido el centro de atención. Pero se sabe por experiencia que son más los niños que no reciben bastantes elogios que los que reciben demasiados, y se sabe que los elogios pueden hacer milagros. Si se usan estas directrices al aplicarlos, se comprobará muy pronto que el elogio es una técnica de disciplina notoriamente eficaz.
Elogiar el comportamiento y no la personalidad
Cuando los padres nos consultan porque están teniendo poblemos en la relación con su hijo, muchas veces están tan exasperados que no tienen nada positivo que decir del niño. Describen su personalidad con términos tales como rebelde, vago y egoísta. Este es un círculo vicioso que no conduce a ningún sitio. Puede cambiarse su conducta y ahí debe estar el objetivo. La personalidad es más resistente a los cambios. Si se centran los esfuerzos en la conducta, es mucho más probable que se pueda llegar a la meta propuesta.
No se debe decir, «¡Eres una niña buena!» que conlleva el mensaje de que el objetivo es ser bueno siempre, En lugar de esto se debe decir «Me gusta cómo has hablado a la abuela». Por muchas veces que se diga «niño bueno» o «niña buena» el niño no se formará un concepto positivo de sí mismo, a no ser que tenga respuestas específicas a las propias conductas correctas, ya que la imagen de sí mismo está hecha de sus logros.
El modo más eficaz de formar una buena conducta es moldearla con elogios. Moldear con elogios es una herramienta educativa que debe usarse repetidamente para mostrar la aprobación de los comportamientos nuevamente establecidos del niño.
Usar elogios concretos
El propósito de elogiar es aumentar conductas deseables, de modo que es necesario hacer hincapié en qué conducta concreta se persigue. Cuanto más concreto sea el elogio, mejor comprenderá el niño qué es lo que hace bien y será más probable que lo repita. Una mañana, por ejemplo, uno se da cuenta de que la niña se ha hecho la cama. En ese momento se está peinando. Si sólo se le dice, «Queda muy bien», no sabrá si los padres se refieren a la cama o a su pelo. Es mejor decir: «Me gusta mucho cómo has hecho la cama esta mañana. Gracias».
Cuando los padres tienen dificultades para manifestar algo positivo de su hijo, se les pide que mantengan un registro de buenas conductas, donde apuntarán todo lo que el niño hace correctamente. Algunos padres exclaman: «¡Las páginas estarán en blanco!», pero, normalmente, se asombran de ver cuántas conductas positivas pueden anotar y cuánto les ayuda para aprender a elogiar al niño.
Elogiar los adelantos
Se debe empezar a elogiar cada pequeño paso dado hacia la conducta deseada, procurando atrapar al niño en un buen comportamiento elogie cada progreso. por pequeño que sea. Al principio se le elogiará por recoger un juguete aunque los demás sigan en el suelo. O supongamos que el niño está acostumbrado a que se le atienda enseguida y no deja terminar una conversación telefónica sin interrumpir. La primera vez que espere treinta segundos, es bueno hacer una pausa en la conversación y darle las gracias por no interrumpir. Hay que responder al niño antes de seguir hablando. A la siguiente oportunidad, se debería esperar un poco más antes de hacer la pausa para darle las gracias a fin de que su espera sea «moldeada». Es mejor empezar con objetivos modestos a fin de alcanzar la meta propuesta.
Cuando el nuevo comportamiento esté bien establecido, se necesitarán menos elogios para mantenerlo. No es necesario continuar elogiando al niño constantemente. Es mejor elogiarle de vez en cuando, Esto será suficiente para ir reforzando la nueva conducta y pronto se hará natural para ambos. No obstante, no suprima nunca los elogios de forma radical.
Elogiar adecuadamente
Para suscitar la respuesta requerida, el elogio debe ser adecuado. Abrazos, besos y otras señales físicas de afecto junto con las palabras correspondientes son muy eficaces. Sin embargo, a algunos niños un poco más mayores les gusta ser elogiados discretamente y en ese caso es mejor mantener una cuenta silenciosa o usar signos secretos especiales. Un guiño o levantar el pulgar le indicará, sin llamar la atención excesivamente, que se ha notado su comportamiento. Más tarde, hay que manifestarle lo bien que lo ha hecho.
Muchos niños mayores aceptan comentarios simpáticos, más que elogios directos. Decir: «Me pregunto qué brigada de limpieza ha pasado por aquí» puede ser mejor acogido por un preadolescente que decir: «Has hecho la cama realmente bien y has limpiado maravillosamente».
Lo que queremos decir es que deben ustedes juzgar las reacciones de su propio hijo a los elogios para ver si están actuando de la mejor manera posible con él.
Si el niño parece no dar importancia a los comentarios paternos pero más adelante repite el buen comportamiento, está usted comprobando que esta forma de elogiar es eficaz.
Hay que recordar que todo el mundo se cansa de las cosas buenas si se tienen demasiadas. Las mismas frases utilizadas una y otra vez perderán su efecto. Hay que ser creativo. También puede serlo que el niño oiga que usted le elogia delante de un amigo.
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