Reactivos De Pisa
indigo6 de Junio de 2013
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Clases que acunaron nuestras victorias y nuestras derrotas, pasillos que fueron cómplices de nuestras andadas, pupitres que soportaron nuestro temblor antes de un examen de Historia, pizarras que son ahora testigos de nuestras capacidades y ordenadores víctimas de aquellos días en los que el mal humor se palpaba en el ambiente. Éstos son todos y cada uno de los detalles que, desde el primer día, se han ido almacenado en la mente de todos nosotros.
Aun puedo recordar aquel primer día en el que tan solo era una niña con miedo y ganas de comerme el mundo, que llegaba tarde, cargada de libros, mirando en todas direcciones, en busca de la clase que sería el primer escalón hacia la madurez.
A medida que avanzábamos, íbamos descubriendo nuevas formas de pensar, de expresarnos, íbamos viviendo nuevas experiencia y guardando en el polvoriento baúl de los recuerdos que es la mente a todas aquellas personas que marcaron nuestra época de ignorancia pueril.
¿Quién no recuerda alguna regañina del profesor de matemáticas? ¿Quién no recuerda un examen en el que tuvo que echar un vistazo al folio del compañero? ¿Y aquellos días en los que perdíamos clases, porque nos íbamos de excursión? ¿Y las trifulcas en clase por culpa del hablador? ¿A quién no lo castigaron a copiar 100 veces “no volveré a hablar en clase”? Son los pequeños momentos que permanecen gravados en la memoria de todo estudiante.
Ahora, cuando estamos a un paso de conseguir la tan ansiada madurez, giramos la vista atrás y observamos nuestro rastro, vemos a las personas que un día pasaron a formar parte de nosotros, aquellos amigos que un día se fueron, aquellos compañeros que se quedaron por el camino y aquellos profesores que un día te entregaron lo más preciado que tenían: sabiduría.
Ellos, nuestro maestros… ¿Qué decirles? Han sido tanto en esta etapa de nuestra vida, que sería imposible intentar agradecerle cada uno de sus gestos y de sus palabras de ánimos en este discurso. Han luchado por nosotros, por nuestro futuro y seguirán velando por nosotros cuando ya no estemos aquí. Muchas gracias a todos, al profesor de Historia, por animarnos de su peculiar manera sevillana e inculcarnos que “el que prueba el jamón ya no quiere mortadela”, a la profesora de filosofía, porque, gracias a ella, hemos hecho nuevos amigos: “Platón and company”, a la profesora de Lengua, por su paciencia y por enseñarnos que “esparda, farda y mardita tu arma se escriben con L”, al profesor de inglés, por aguantar cada uno de los problemas de la clase y no desesperarse jamás, a la profesora de matemáticas y al de economía, por hacer de los números un pasatiempo agradable, a ti, José Alberto, por tu entusiasmo y “tus fundiciones a cuatro cachos”, a ti, Paco, por tu risa y tu forma de ser, que hacía que aprender Lengua fuera algo mágico, y a todos aquellos que un día se soltaron de nuestra mano para seguir su propio camino. Gracias.
Es curiosa la contradicción que hoy se nos plantea. Contradicción porque las despedidas suelen ser tristes, debido a que alguien se va. Pero nosotros hoy estamos celebrando el final de una etapa de nuestra vida y las celebraciones suelen ser alegres. La vida es así, llena de engaños como éste. El mundo en el que nos movemos diariamente oscila entre la realidad y la fantasía; la realidad de los exámenes y la fantasía que supone el soñar con el futuro que nos espera al salir del instituto y empezar la universidad. Aunque, a veces, es difícil decantarse por la realidad cuando la fantasía es mucho más llevadera.
Sabed que esto no es una despedida, es algo así como un Hasta Luego, lo que irremediablemente significa que habrá una próxima vez, que un día cuando pase el tiempo, volveremos a encontrarnos todos y cada uno de nosotros y recordaremos este momento como único, como el día en el que dejamos atrás nuestra niñez y nos introdujimos
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