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Redes De Apoyo Social En La Vejez


Enviado por   •  29 de Marzo de 2012  •  2.241 Palabras (9 Páginas)  •  699 Visitas

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Fundamentos de la vida social.

Poco nos detenemos a pensar en qué se apoya nuestra propia vida social. Menos aún somos capaces de ayudar a otros a construir y mantener redes de comunicación y de apoyo social. Como tantas cosas, la vida social es algo que hemos construido y mantenemos casi sin darnos cuenta. Pero eso no significa que debamos descuidarla, y que con el paso del tiempo lo que al principio funcionó bastante bien no se deteriore hasta el punto de que llegue a no servir más.

La vida social se basa en ciertos logros importantes para la relación con otras personas. Los principales de estos logros son:

1. Conversación

2. Cooperación

3. Relación sana con la autoridad

4. Relación sana con los pares

5. Relación sana con los subordinados

6. Autoestima

7. Expresión de sentimientos, emociones y deseos

8. Acción cívica

9. Vida familiar

10. Vida laboral

11. Juego

Es posible identificar logros que contribuyen a cada uno de los anteriores. Así mismo, cada uno de estos logros requiere de la aplicación racional, competente, de un conjunto variado de conocimientos, habilidades, actitudes y valores.

Conversar.

Para conversar no basta hablar. La conversación es un complicado intercambio (emisión y recepción) de mensajes, verbales y no verbales, entre una o más personas.

Como receptores, necesitamos escuchar, comprender lo que escuchamos, identificar nuestra reacción ante ello, expresar esa reacción con de manera clara, concisa, oportuna, respetuosa, lo mismo con palabras que con gestos y actitudes corporales.

Como emisores, necesitamos identificar qué es lo que queremos decir. Evaluar internamente su pertinencia. Prever los efectos de lo que digamos y de la manera en la que lo digamos. Acompañar nuestras palabras de gestos y actitudes corporales que lo modulen, le den el énfasis adecuado y faciliten su comprensión por quienes reciben el mensaje.

Los silencios también son parte de la conversación. Como receptores son ocasión para comprender el mensaje recibido, identificar nuestras reacciones (sentimientos o pensamientos) al respecto y decidir la respuesta más apropiada. Como emisores, el silencio nos permite pensar antes de hablar; modular o hasta refrenar nuestro impulso natural a responder.

Una conversación puede ser un intercambio agradable, o convertirse en el preámbulo de una riña o de un malentendido de consecuencias desagradables y difíciles de remediar.

Cooperar.

Cooperar significa trabajar en conjunto.

Aunque hay muchas cosas que creemos realizar solos. En realidad siempre dependemos del esfuerzo de otros para lograr lo que nos proponemos. Alguien tuvo que producir o hacer accesible cada uno de los recursos que empleamos en todo lo que hacemos. Cooperar significa también compartir el producto de nuestro trabajo.

No es exagerado decir que lo mejor de la vida se logra entre dos o más personas. No siempre es preciso que sean más de dos quienes cooperen. También es cierto que un conjunto demasiado grande de personas puede volverse impráctico o ineficiente, a menos que la labor conjunta sea organizada con cuidado.

Cooperar, con frecuencia, requiere de mayor claridad de propósitos y de trayectorias o procesos que el trabajo que se realiza en solitario. Precisamente esa mayor claridad en las metas y los caminos es lo que hace más eficiente el trabajar en conjunto.

Pero igual que sucede con la conversación. La cooperación mal realizada puede terminar en confusión, riña y tarea inconclusa. La Torre de Babel es un claro ejemplo de cooperación fallida.

Autoridad.

¡Cuántos de nosotros encontramos difícil o imposible una relación sana con la autoridad! Hay quien ha pensado que no debería existir ninguna autoridad y sin embargo parece que siempre habrá autoridades.

Algunas autoridades las hemos electo o aceptado voluntariamente. Otras nos han sido impuestas. Otras, como nuestros padres, las encontramos desde el momento mismo de nacer. Otras están ahí el día en el que entramos a la escuela o al trabajo. Y muchas de ellas no saben ejercer la autoridad que se les ha conferido, lo cual hace más difícil aún el aceptarlas y relacionarnos con ellas. Pero tenemos que hacerlo y más vale que lo hagamos de manera que no nos haga la vida imposible. Hasta podemos lograr que la autoridad cumpla mejor su papel.

Aceptar la autoridad no consiste en acatar de forma ciega o automática sus órdenes. Tampoco, por supuesto en no acatarlas. Consiste, tal vez en concederle el lugar que le corresponde en la organización y en interpretar sus órdenes o instrucciones a modo de intuir el propósito de ellas y de alcanzarlo aun haciendo ajustes en los medios y los métodos. Aceptar la autoridad requiere de prudencia, oportunidad y respeto, tanto o más que los que demanda una conversación agradable.

No es prudente hacer que la autoridad se sienta amenazada. Si la autoridad percibe en nosotros ayuda y cooperación que no la ponga en riesgo, nuestra posición en la organización casi seguramente mejorará. La ayuda y cooperación con la autoridad no implica nunca una actitud servil o acrítica, sino el tacto al servir y al expresar el desacuerdo.

Todo lo anterior no excluye, por supuesto, el legítimo derecho a la rebeldía en contra de una autoridad injusta, arbitraria y negativa. Pero eso es otro asunto y no es éste el lugar para tratarlo.

Relación entre iguales.

Hay un dicho, un poco humorístico, frecuentemente usado en un sentido elitista, que dice que todos nacemos iguales pero que algunos nacemos más iguales que otros. Sirva, sin embargo para señalarlos que hay personas que en la vida están en situación de igualdad con nosotros. Parecería que con estas personas la vida social debería ser más fácil, pero no siempre es así, porque es con nuestros pares quienes más frecuentemente pueden ser nuestros adversarios.

En el asunto de las relaciones entre pares, viene al caso la etimología de dos palabras muy usadas en nuestro idioma: competir y concurrir. Y es que en latín, la lengua en la que se originaron, esas dos palabras tienen sentidos que llegan a ser opuestos.

Competir conserva en nuestro idioma el sentido de luchar en contra de otro

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