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Enviado por   •  25 de Mayo de 2015  •  2.403 Palabras (10 Páginas)  •  118 Visitas

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Análisis e investigación del libro "Martín Fierro" de José Hernández

Enviado por Eva Ruth Kirilovsky

José Hernández: Vida y Obra - Contexto histórico

Argumento de las dos partes de la obra

Estructura del poema

La lengua

Personajes secundarios

Preguntas guía

Conclusión

Bibliografía

Introducción:

La siguiente monografía es un análisis del libro "Martín Fierro" escrito por el argentino José Hernández, el cual nos fue asignado como lectura para la clase de literatura. Para hacerlo se nos concedieron 2 meses de tiempo, así como también una serie de preguntas para utilizar como guía. Durante mi investigación, descubrí cierta información que, aunque no estaba comprendida en las mencionadas preguntas, me pareció que sería de provecho para el trabajo, por lo que decidí incluirla en él.

Desarrollo:

José Hernández: Vida y obra – Contexto histórico

Nace nuestro poeta el 10 de noviembre de 1834, en la chacra (granja o alquería, derivado de una voz quechua) de Pedriel, a medio centenar de kilómetros de la capital argentina. Su padre se llamaba Pedro Pascual Rafael Hernández, procedente de una familia de rancio abolengo federal. Su abuelo paterno, José Gregorio Hernández Plata, había arribado al país en 1779 y, junto con Alzaga, fueron los dos únicos miembros del Cabildo que se opusieron a que el Virreinato del Río de la Plata quedara al mando de Santiago de Liniers, el vencedor de los ingleses en 1806, por ser este de origen francés.

La madre era doña Isabel de José Cipriano Pueyrredón y Dogán, perteneciente a una empecinada familia de "unitarios"; él y sus hermanos (excepto uno que era canónigo) lucharon como jabatos junto a Juan Martín Pueyrredón (tío abuelo de José Hernández), brigadier general y director supremo de las "Provincias Unidas" entre los años 1816 a 1819.

El abuelo de nuestro escritor, hermano de Juan Martín, había ayudado a constituir el cuerpo de Húsares del rey o de Húsares de Pueyrredón, reclutando entre la mejor juventud de Buenos Aires hasta completar cien plazas y muy útil para frenar la codicia inglesa, que había puesto los ojos una y otra vez en las ricas Provincias del Plata.

¿Tendría éxito el casamiento de un "federal" con una "unitaria"? De nada sirvió que el abuelo paterno de José Hernández intentara oponerse al enlace. La boda siguió adelante y, como la novia era menor, fue necesario solicitar la venia judicial.

José Hernández fue bautizado ocho meses y medio más tarde de su venida al mundo, concretamente el 27 de julio de 1835 en la parroquia de la catedral del Norte, actual Iglesia de la Merced. Y al parecer tras imponerle los nombres de José y Rafael, las aguas bautismales fueron bálsamo para las tirantes relaciones entre ambas familias. Ese mismo año, Juan Manuel de Rosas (1793-1877), tras una sangrienta expedición al "desierto del sur", arrebatando a los indios 100.000 km2 de tierras, fue proclamado en Buenos Aires gobernador y capitán general. Por espacio de dieciséis años, la dictadura de Rosas se enseñoreó de Argentina gracias a su tristemente famosa policía: la "Mazorca". En su haber positivo se halla la abolición de la esclavitud mucho antes de que lo hicieran otros Estados americanos. Por eso llegó a ser casi venerado por los negros. Un año antes de haber conseguido las más altas magistraturas de la nación, los ingleses se habían apoderado del frío pero estratégico archipiélago de las Malvinas, auténticamente argentino por mucho que lo enmascararan argumentando su descubrimiento por los británicos y su transformación en las islas Falkland: de nada serviría la protesta rosista.

Mientras los padres del pequeño José Rafael se encargaban de la administración de las estancias (auténticos maxi-latifundios de explotación industrial-ganadera a base de peonaje y en donde el absentismo de los dueños era proverbial), su tía doña Victoria Pueyrredón de Pueyrredón, "mamá Totó", le enseñaría las primeras letras antes de entrar en la escuela.

Como los Pueyrredón se hallaban unidos a la causa unitaria, casi todos se vieron obligados a emigrar por miedo a la "Mazorca". En 1839-840 la furia de Rosas se hizo más patente, fracasada la conspiración de maza. Para evitar caer en manos de la "Mazorca", "Mamá" Totó y su marido, con el pequeño José Rafael, huyeron en su coche de caballos (llamado "volanta") y dejaron al futuro poeta en casa de su abuelo paterno en Barracas, no lejos del Riachuelo, en donde permaneció hasta los nueve años.

José Hernández inició allí su vida escolar, llena de sobresaltos por las tensiones políticas. Cuando tenía once años cayo gravemente enfermo, al parecer por una infección pulmonar. Los especialistas prescribieron la interrupción de los estudios y su marcha inmediata al campo. Aprovechando las inspecciones realizadas por su padre como mayordomo de Rosas, marchó con él a las estancias del sur y pronto, como por encanto, recuperó la salud.

En aquel viaje, en el que se infiltró hasta lo más recóndito de su espíritu todo cuanto encerraba la Pampa, le acompañó su hermano Rafael. En 1843 perdieron a su madre y nueve años más tarde ambos quedaron totalmente huérfanos al morir, alcanzado por un rayo, el padre. Entonces se alistaron en el ejército, pues su orgullo les impedía pedir ayuda a sus familiares. Así de la gran escuela del campo pasaban a la siempre contradictoria experiencia de la milicia.

En 1852, el general Justo José de Urquiza (1801-1871) levantó la federación de las Provincias Argentinas y su famoso Ejercito Grande derrotó a Rosas en la batalla de Caseros. Poco después Urquiza era nombrado presidente de la Confederación Argentina para el período de 1854-1860, pero como Urquiza había promulgado una Constitución federal, algunas provincias, como Buenos Aires, donde gobernaba Mitre, continuaron la lucha y Urquiza tuvo que elegir por el momento como capital de su gobierno a Paraná.

Hilario Lagos, lugarteniente de Urquiza, tras sitiar Buenos Aires, se enfrentó con una leva de milicianos, gauchos e indios dirigida por Faustino Velasco y el la que iba José Hernández. Los "rosistas" fueron descalabrados y Faustino Velasco perdió la vida.

José Hernández no se desalentó y, bajo la bandera del general Hornos, partió poco después al encuentro de las tropas licenciadas del general Lagos, que fueron vencidas en la batalla de tala el 8 de noviembre de 1854.

En 1858, en unas de las elecciones tenidas por fraudulentas, Valentín Alsina resultó elegido gobernador de Buenos Aires. Paralelamente surgió el partido federal reformista, que proyectaba la reconciliación porteña con Urquiza a través del periódico "La Reforma Pacífica", dirigido por Nicolás Antonio Calvo; fue entonces cuando José Hernández dijo adiós a las armas de fuego para luchar con unas armas menos comprometidas: la pluma y la prensa.

Nuestro poeta pasó entonces a Paraná y publicó el folleto Las dos políticas, siguiendo la doctrina de Alberdi, que en mayor o menor grado Urquiza había hecho suyas. En Paraná, sede por entonces del Congreso Nacional, encontró un ejemplo de tenedor libre en la casa de Ramón Puig, que después sería yerno del general López Jordán. Al mismo tiempo pudo colaborar en El Nacional Argentino. Vagabundeará por la ciudad y en especial el mercado, recogiendo los chistes y dichos gauchescos de los carniceros, que entonces eran todos criollos. Allí sería podado "Matraca", por su potente voz y forma de hablar, hasta que en 1873 se le conocería como "Martín Fierro".

El 23 de octubre de 1859 tuvo lugar la batalla de Cepeda entre las fuerzas de Urquiza, que tenía como ayudante a José Hernández, y las de Bartolomé Mitre, que representaba a Buenos Aires y al gobierno de la provincia "secesionista": éstos últimos fueron derrotados, Urquiza creyó que por fin la gran ciudad porteña era ya parte integrante de la Confederación Argentina tras ocho años de lucha.

José Hernández regresó a Paraná a su profesión como tenedor de libros. Extraordinario autodidacta, "auto aprendió" taquigrafía y se empleó como taquígrafo en las sesiones del Senado Nacional. Un nuevo horizonte se abrió para él. Desde su puesto de "observador de la vida nacional" asistió a la sustitución de Urquiza por Santiago Derqui, el general Pedernera como vicepresidente y Mitre como gobernador de Buenos Aires, que alcanzaba ya las veintidós mil almas. Mitre hizo su ingreso en el Partido Socialista Argentino, con Hernández de secretario, que continuaba colaborando en El Nacional Argentino.

Dos años después ardió de nuevo la guerra civil, Urquiza, como comandante en jefe de las fuerzas leales a Derqui, vuelve a enfrentarse a Mitre en la batalla de Pavón (17-9-1861). José y Rafael lucharon como jabatos esta vez junto a Mitre. En la sangrienta acción de la Cañada de Gómez, Rafael Hernández cayó herido y a duras penas pudo llegar con su hermano a Paraná.

Derqui renunció a la presidencia y Urquiza negoció con Mitre la paz, tras el efímero paso de Pedernera por la presidencia. La muerte de la Confederación Argentina era un hecho. Una a una las provincias caerán a favor de Mitre, Argentina pasaba del federalismo al unitarismo. Por fin Buenos Aires volvió a ser capital de la nación y Mitre alcanzo en 1862 la presidencia por sufragio, mandato que terminaría en 1868.

Fue entonces cuando nuestro escritor se enamoró en Paraná de Carolina González del Solar (a la que quizá ya había conocido en Buenos Aires), que vivía con sus padres y era vecina del escritor, quien en la calle Industria compartía piso con Manuel Martínez Fontez. Carolina tenía una hermana: Teresa. Hernández se casó con Carolina y su amigo con Teresa. Carolina daría al poeta nueve hijos, de los que des murieron jóvenes.

Aunque no le gustaba el hogar, José fue siempre muy admirado y estimado por Carolina, que cuidó amorosamente de sus hijos durante las largas ausencias de su esposo.

En noviembre de 1863, José Hernández publicó en El Argentino, con épicos acentos, la crónica de la muerte del general Peñaloza a manos del mayor Irrizabal y el teniente Junt. Sin pretensiones literarias, el artículo es de singular belleza y acreditaba a su autor para la descripción de escenas de hondo dramatismo. José siente en sus propias entrañas el fin violento del "Chacho" y su lirismo pregona su sinceridad fuera de toda duda.

En el escenario plateño las cosas seguían sin estar claras: Venancio Flores, apoyado por el gobierno Argentino y por Brasil, se levanta contra el presidente Bernardo Prudencio Berro y su sucesor Atanasio Aguirre; el sucesor de éste, Tomás Villalba traspasará los plenos poderes a Venancio Flores en marzo de 1865 y este prorrogará su dictadura hasta 1868. Por otra parte, la tensión con el Paraguay desembocaría en una sangrienta guerra. Argentina cosecharía una serie de derrotas. Consecuencia de ellas fue el estallido de un profundo clamor pacifista, una enésima guerra civil y una profunda disidencia con su aliado Brasil. El 12 de octubre de 1868, Domingo Faustino Sarmiento sucedía a Mitre en la presidencia de Argentina.

A comienzos de 1867 José Hernández había llegado a Corrientes, en donde poseyó su primera imprenta y editó su primer diario: El Eco de Corrientes. Colaboró con su hermano Rafael, con su cuñado Gómez de Solar y con el gobernador Evaristo López. Fue designado oficial interino del Estado y después Secretario de la Cámara, cargo al que renunció por su discrepancia con el gobierno. Sin embargo, la renuncia no fue aceptada y entonces desde su diario suscitó una dura polémica con el diario de la oposición, La Esperanza.

El 27 de mayo de 1868 los revolucionarios sitiaron su casa y destruyeron su imprenta. Hernández se refugió en Rosario. Desde allí colaboró en La Capital, fundado por Ovidio Lagos, con las iniciales J.H. A fines pasó a Buenos Aires, en donde con ayuda de personalidades notables sacó a la luz el periódico El Río de la Plata, que pronto se situó a la cabeza de los periódicos de la capital. Desde sus páginas lanzó mensajes pacifistas para que el gobierno terminara cuanto antes una inútil guerra con Paraguay, así como a "derogar" la inconstitucional ley de fronteras, que obligaba a prestar servicio en estas y que traía consigo la inicua persecución y exterminio del gaucho. Gracias a sus artículos, la opinión pública se enteró de la terrible situación en que se hallaban las clases marginadas del país y prestó atención al agudo problema de los inmigrantes.

Fue entonces cuando Hernández concibió su Martín Fierro, con la intención de escribir una obra de arte y gozar de tranquilidad precisa para ello. Sin embargo, el asesinato de Urquiza por predicar ahora un arreglo con Paraguay y ser acusado de agente de Buenos Aires (1870), se lo impide. Asesinato ya presentido y publicado por el poeta años antes como una especie de "crónica de una muerte anunciada", abrió antiguos rencores. Ricardo López Jordán fue elegido gobernador de Entre Ríos de forma constitucional y defendido por Hernández en sus artículos, pero la guerra civil ahogaba toda concordia.

Acosado por el gobierno sarmientista, López Jordán reunió doce mil hombres gauchos y paisanos, pero fue derrotado en Ñaembé por la artillería de Viejobueno y las tropas del coronel Julio A. Roca. López Jordán marchó al exilio en Brasil, en donde se reunió con Hernández, refugiado en Santa Ana do Livramento. Allí, según algunos, empezó a escribir el Martín Fierro, aunque otros piensan que lo hizo en Buenos Aires.

A comienzos de 1872 vuelve a Buenos Aires. Publica en Rosario y en La Pampa, de Buenos Aires, una memoria sobre El Camino Trasandino.

El 28 de noviembre de 1872, el periódico La República daba por fin la noticia de que el Martín Fierro había salido a la luz. El éxito le acompañó desde su aparición, a pesar de la frialdad con que fue acogida por la clase intelectual.

Como consecuencia de considerarlo todavía peligroso jordanista, se dicta una orden de reclusión contra él y Hernández se refugia en Montevideo, por haberse puesto precio a su cabeza, al igual que a la de López Jordán. Sin embargo, a los finales de 1874 pudo regresar a Argentina y seguir adelante, realizando negocios de campo utilizando a su hermano como agrimensor. Gracias a Rafael pudo adquirir una librería en la bonaerense calle de Tacuarí para instalar su despacho de negocios.

En 1875, Rawson pronunciaba un notable discurso contra Sarmiento, que hacía un año había efectuado el relevo de la presidencia en la persona de Nicolás Silva de Avellaneda. En el discurso mencionó la Vida de Chacho, de Hernández, y el ex-presidente contestó con otro no menos relevante. Esta polémica animó a la reedición de la Vida del Chacho.

La Tribuna se revolvió entonces contra nuestro escritor, acusándolo de jordanista y pro Avellaneda, y José se justificó valiéndose de La Libertad, diario bonaerense cuyo director era Manuel Bilbao.

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